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Arcángel asegura que “el público” es capaz de sumergirte en un estado espiritual

Arcángel asegura que "el público" es capaz de sumergirte en un estado espiritual

EFE

Madrid —

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Solo había cantado tan “ligerito” de ropa en la ducha, pero a Arcángel no le impone aparecer en escena semidesnudo y disfrazado de centauro, sino ser parte de la fuerza y energía que emana de “El público”, la obra que estrenará mundialmente el Real el próximo 24 de febrero.

“Es una obra compleja de concepto y hay ciertas partes en las que me pierdo porque es de un surrealismo bastante denso”, se ríe el cantaor en una entrevista con Efe en medio de los ensayos de la ópera que firma Mauricio Sotelo con libreto de Andrés Ibáñez a partir de la obra de Federico García Lorca “El público”.

Su papel, uno de los tres caballos, es fundamental musicalmente porque acerca el lenguaje clásico al del flamenco, “y viceversa”, una tarea en la que Arcángel y el compositor llevan trabajando desde 2001, aunque, reconoce, adaptarse a la mezcla “le cuesta”.

Sotelo, afirma Francisco José Arcángel Ramos (Huelva, 1977), “parte de un respeto absoluto tanto por el flamenco como por la música clásica y creo, como él dice, que 'El Público' suena a azul oscuro, a profundidad”.

“Esta obra es capaz de sumergirte en un estado espiritual. Es un equilibrio perfecto entre los sonidos que Sotelo suele usar y la música clásica y se acerca más al mundo de la armonía que una obra contemporánea”, describe el cantaor.

La propuesta que Sotelo hace para “El público”, un empeño del anterior intendente del Real, Gerard Mortier, es “capaz de sobrecoger al espectador pero también de hacerle pasar un rato divertido”, dice.

Equilibra “de forma magistral”, apunta, los distintos estados de ánimo, en los que ellos “se meten” con facilidad porque su disfraz ayuda “sin tener casi que actuar”, revela.

Tanto él como sus otros compañeros “centauros” -Jesús Méndez y Rubén Olmo- aparecen “bastante ligeritos de ropa, ”con pelos hasta los pies“ y pezuñas que, en realidad, son tacones de 14 centímetros, ”como drag queen equinas“, y así, bromea, ”poco más que hacer ya“.

Cuando empezó a colaborar con Sotelo él tenía 22 años y había conceptos “muy herméticos”, “tanto que aún los estoy asimilando”, se ríe, pero “siempre, siempre, de mucha calidad musical”.

“Es otra estructura expresiva y lo más moderno es arriesgarse en ese sentido, mantener la puerta abierta a la investigación”, dice el cantaor, muy respetado por la pureza de su flamenco.

Arcángel ganó a los 10 años un concurso de cantaores de fandangos, a los 13 se incorporó a la compañía de Niño de Pura y José Joaquín y desde entonces ha tejido una carrera en la que ha trabajado tanto con los más flamencos como con los más “arriesgados”.

Este “Quijote de los sueños”, como tituló uno de sus últimos trabajos, es consciente de que ha elegido “un camino tortuoso”, el de los proyectos que nunca llegarán “al gran público” pero él se siente “muy agusto” entre las aguas de la ortodoxia y la heterodoxia.

“Son cosas que no te reportan popularidad pero eso no me quita el sueño. Tengo 38 años, media carrera hecha y el reconocimiento de la gente de mi profesión. Ese es mi premio”, afirma.

En la vía de la experimentación su objetivo final, “el ideal”, sería el de “hacer la revolución desde dentro, que el lenguaje del flamenco encontrara el camino de la modernidad”.

“Eso es lo que enriquece a un artista. Es tiempo de juntarse, de hacer sinergias, de explorar en otro mundo. Lo de los aplausos es lo de menos. Uno vive gracias a la música que lleva dentro, a lo que siente cuando la escucha”, remata Arcángel, uno de los mayores defensores, presume, “de la tradición” en el flamenco.

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