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Yoko Ono y otras performers que se subieron al carro de la lucha contra la violencia machista

La performance 'Cut Piece' de Yoko Ono en 2003, Teatro Renelagh. // ©Yoko Ono courtesy MCA

Sofía Pérez Mendoza

Una mujer está sentada en el suelo. Se muestra inerte y callada mientras varias personas desconocidas recortan su ropa y la desnudan. Esta instromisión sin permiso en la intimidad de su cuerpo bien podría ser el retrato de una violación, pero es una performance.

La responsable de este proyecto, escenificado en 1965 y reeditado en 2003, es la artista japonesa Yoko Ono. En las próximas semanas, la viuda de John Lennon presenta una nueva propuesta, Arising, para dar otra vez un toque atención sobre las violencias machistas que sufren las mujeres en todo el mundo por el hecho de serlo.

Esta vez, el proyecto se compone de varios testimonios de mujeres víctimas que cuentan en un audio en su idioma materno las experiencias que han dejado huella en su vida. En la imagen solo se ven sus ojos porque el miedo, en la mayoría de las ocasiones, sigue siendo más fuerte. El material recopilado, abierto a la participación de todas las mujeres que lo deseen, podrá verse a partir del día 2 de febrero como parte de la exposición 'Yoko Ono, Tierra de Esperanza' en el Museo Memoria y Tolerancia (México DF).

La artista japonesa es una más de las performers que sellan con sus acciones el compromiso contra la desigualdad y sus consecuencias. En España han surgido en los últimos años movimientos 'artivistas' que vinculan el arte con el activismo feminista. Plazas copadas de mujeres tendidas en el suelo en silencio o cientos de zapatos rojos ocupando el espacio público son algunas de las iniciativas que obligan, al menos, “a preguntarte qué está pasando”.

May Serrano, 'artivista' y creadora de Women in Black, lo sabe bien. Hace siete años puso en marcha desde Bilbao una performance ya convertida en un “movimiento que camina solo”. La acción es sencilla: un grupo de mujeres vestidas de negro se tumban en el suelo en silencio. Lo hacen en línea recta, una junta a otra, con todas las cabezas en la misma direccción y los ojos cerrados. Como si estuvieran muertas. Pasados unos minutos, una persona contornea con una tiza blanca cada uno de los cuerpos tendidos.

“No damos un mensaje elaborado, cada persona que pasa y nos ve se deja afectar de una manera por lo que está ante sus ojos. Es una imagen, pero también un silencio muy potente”, explica Serrano en conversación con eldiario.es. Este proyecto, dice, “surge de la necesidad de dejar claro que la violencia contra las mujeres no es un hecho aislado y desmontar el mensaje que nos mandan los medios de comunicación”.

Cada vez más mujeres (y también hombres) se animan a participar en la performance. La pudimos ver el 7N frente al Ministerio de Sanidad, en plazas de varias ciudades españolas e incluso fuera de nuestras fronteras. “Hay personas que no se atreven a tumbarse. Es una opción personal, nadie está obligada a nada. Todo el que quiera tiene algo que decir y que hacer. Por ejemplo, encargarse de cuidar nuestros bolsos y de nosotras mismas mientras estamos con los ojos cerrados”, señala Serrano. La sensación en el durante, “de fuerza inmensa, de dejarte sentir”; la del después, “que no estás sola en esto”.

La respuesta viral a la acción dirigida por Yolanda Domínguez en una tienda de la cadena Multiópticas también demostró que no estaba sola. La performance surgió como una reacción a un anuncio cuyo eslogan, dirigido al tarjet masculino, era el siguiente: “Ten la increíble sensación de estrenar gafas y mujeres todas las veces que quieras”. La frase la pronuncia un hombre que entra en una de las tiendas, llena de mujeres, haciendo gala de la masculinidad aplastante de un vaquero de 'western'.

La 'artivista' Yolanda Domínguez se lió la manta a la cabeza y reunió a un grupo de mujeres para que acudieran vestidas y con la misma actitud que las modelos del anuncio a locales de la cadena. El objetivo: denunciar la analogía entre un objeto (las gafas) y las mujeres. Esto fue lo que pasó:

Una de las ideas que subyacen de todas estas acciones es generar impacto a través de un mensaje con códigos diferentes. Maneras de comunicar que rebosen el formato estándar de las noticias de los medios. Otra tiene que ver con la ocupación del espacio público, del que aún los hombres siguen siendo dueños y señores. Ya sea con los cuerpos de las mujeres (de negro como las Women in Black, desnudas como las Femen) o con el despliegue de cientos de pares de zapatos rojos.

Esta última iniciativa se fraguó en Ciudad Juárez sobre la piel herida de Elina Chauvet, cuya hermana fue asesinada por su pareja en 1993. A Chauvet le hicieron falta casi 20 años para lamerse las llagas y dar forma a una performance que se ha ganado una dimensión internacional.

En noviembre, las plazas de Madrid, Córdoba y Málaga se llenaron de zapatos tintados de rojo como símbolo de los pies de las mujeres que no pudieron seguir caminando porque alguien se apropió sin permiso del derecho a decidir sobre su propia vida.

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