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Ponemos la lupa sobre siete grotescos detalles en la inmensidad de 'El Jardín de las delicias'

El jardín de las delicias

José Antonio Luna

Después de cinco siglos, El Jardín de las delicias (1500-1505) continúa levantando pasiones. Miles de miradas han paseado por el tríptico dividido entre el génesis, el paraíso y el infierno intentando desentrañar algunos de los surrealistas detalles plasmados por El Bosco, pero su fantasía parece incombustible. Escasos lienzos han provocado tantas preguntas y tan pocas respuestas. Quizá, ese es justo su principal encanto.

Sobre El Bosco se desconoce gran parte de su biografía y de sus impulsos creativos, lagunas que no han sido impedimento para admirar su trabajo. Miró con lupa a la maldad, la locura y los excesos propios de la Edad Media para representarlos a través del pincel. Lo grotesco ascendió al nivel de arte. 

Precisamente por ello, el Museo del Prado ha lanzado un curso online gratuito que ahonda en la figura del gran pintor neerlandés y los elementos significativos de cada uno de sus cuadros. Y no solo está destinado a expertos de la materia, sino también a todos aquellos que quieran iniciarse en la vida y obra del artista. Además, es una forma de acercarse a través de vídeos en alta resolución e imágenes interactivas para quienes no pueden desplazarse hasta la capital para contemplarlo con sus propios ojos.

Aprovechando la ocasión, hemos puesto el foco sobre El Jardín de las Delicias para explicar con ayuda de Enrique Pérez, técnico del área de educación del Museo del Prado, algunos de los incontables detalles que pueden pasar desapercibidos a simple vista. No son todos (sería casi imposible), pero sirve para contemplar el impresionante nivel de precisión en elementos mínimos dentro de todo el enorme conjunto.

La canción del trasero del infierno

El vasto tríptico no escatima en minuciosidad. Uno de los mejores ejemplos es este recorte, en el que se aprecia cómo lo que aparece en el trasero no es simplemente un dibujo anecdótico, sino una partitura real que ha llegado a ser interpretada por músicos. 

“La música, algo delicioso y armónico que siempre relacionamos con el relax y el disfrute, también se puede convertir en atronadora y terrorífica. Eso es lo que hace El Bosco: le da la vuelta a todo lo que es amable y lo convierte en una auténtica tortura”, explica Pérez sobre las razones que podría tener el artista para unir filarmonía con el averno.

La perdición de los dados y el backgammon (puñalada trapera incluida) 

En el infierno, que ocupa el panel derecho, se representan principalmente los siete pecados capitales. Pero no solo eso, sino todo tipo de castigos y elementos perniciosos de la vida.

Uno de ellos, como se aprecia, sería el juego y todo lo que conlleva. “En esa parte los cuchillos atraviesan las manos y se clavan en los tahúres. La mesa de juego es expuesta como pecado rodeada por pecadores que sufren las consecuencias. Incluso podemos reconocer juegos que nos han llegado hasta hoy, como el Backgammon”, apunta el experto en arte.

El mejillón de la lujuria

La parte central de la obra está dominada por la lujuria. En ella se desatan toda clase de placeres carnales, el sexo como pecado en todas sus manifestaciones. Tampoco es gratuito que las fresas y los madroños dominen la escena, ya que son frutos muy carnosos que invitan a lo lascivo. De hecho, como apunta el especialista, hasta el siglo XIX ha sido conocido como “el cuadro del madroño”.

“Esta es una de las cosas que más atrae al público, porque es de las más expresivas y atrevidas. Especialmente, teniendo en cuenta que es una pintura de finales del siglo XV”, recalca el portavoz del museo.

En el recorte superior, concretamente, se alude a un tipo de sexualidad muy penada en la Edad Media: la homosexualidad. Así se ve dentro del mejillón, donde se atisban las piernas entrelazadas de dos hombres desnudos aludiendo claramente al sexo entre varones.

En la oquedad del diablo-árbol

Este hombre-árbol es una estructura habitual en otras obras del pintor. Y, aunque parezca algo sólido y robusto, en realidad está apoyado sobre dos barcas a la deriva que denotan su evidente inestabilidad. Existen diversas interpretaciones de esta siniestra figura.

Según Pérez, los expertos apuntan a dos posibles vías: la de que pueda ser un autorretrato de El Bosco y la de que sea una interpretación del demonio. Sin embargo, la segunda tiene mayor peso. “Se tiende a pensar más que sea una interpretación personalizada del diablo, que está presente en todo el mal y triunfa como eje central de toda la composición”. De hecho, el interior del personaje es la esencia pecaminosa en estado puro: una bodega con prostitutas y juegos de mesa.

El beso de la muerte del cerdo que quiere heredar

Volvemos al infierno. Aquí vemos a un cerdo que intenta besar o dar una pluma a un pobre que, como revela su piel blanca, está a punto de morir. La intención es que firme los papeles que sostiene sobre sus piernas, una acción apoyada por un casco militar con patas que amenaza con clavarle una flecha de acero. Tampoco se puede obviar al personaje que se sitúa tras estos, un hombre de letras vestido con una túnica color salmón y un sapo en el pecho que simboliza el mal. Por supuesto, también quiere la firma del moribundo.

La toga del cerdo no debe confundirse con el hábito de una monja, ya que, como señala el especialista, “en esa época era una prenda habitual en las mujeres respetuosas y ricas”. Añade que esta escena se interpreta como “la costumbre de la época en la que personas ricas con conocimientos jurídicos hacían firmar documentos a los moribundos para que les cediesen sus posesiones y quedarse con ellas”.

¡Qué le corten las orejas!

Otra costumbre de la Edad Media resumida en una figura. Como detalla Pérez, en la época medieval era habitual cortar las manos o las orejas a quienes cometían un delito menor, como un hurto.

“Se interpreta como un castigo producto del pecado, pero también para hacer justicia contra aquel que no quiere oír la verdad. Además, fíjate que el cuchillo tiene una marca con una M de Mundis, que es la marca de los cuchillos que se fabricaban en Bolduque, la ciudad de El Bosco”.

Fuentes de las que mana de todo un poco

En el cuadro se pueden encontrar dos fuentes. La primera, en la tabla izquierda, es llamada la fuente de la vida. Es peculiar porque si la miramos de frente vemos una notable diferencia en los animales del fondo: a la izquierda nacen las criaturas afables y elegantes, como los elefantes o los unicornios; mientras a la derecha emergen seres deformes y malignos, como perros con dos patas o jabalíes furiosos.

La otra fuente, en la parte central, es una gran bola azul con personas desnudas revoloteando alrededor. “Representa la juventud, que es pasajera y frágil, por eso su estructura está craquelada. Es la fugacidad de esta etapa de la vida frente a la robustez que sí tiene la fuente de la vida en el jardín del Edén”.

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