Esta es 'Dues figures' (Dos figuras). Es la primera obra que Dalí hace en
España, en 1926, tras su paso por París.
Tres figuras fantasmagóricas de color blanco
resaltan
sobre un fondo gris. Pero ¿quiénes son esos "fantasmas"? Descubrámoslo 👇
El del centro es el propio Salvador Dalí. Lo sabemos por un rasgo muy
característico usado por el autor para autorretratarse: la muesca en la cabeza. Ocurre igual en
otras obras, como 'Arlequí' (Arlequín).
El "fantasma" de la derecha es Lorca. Es reconocible por el sombrero y la
cara en forma de Luna, tan importante en su poesía.
El poeta granadino tiene la cabeza girada sobre Dalí. Ese gesto también es
típico de otros cuadros del pintor: significa que entre las dos figuras hay un cariño
importante. Y
esto, como veremos, no es baladí.
Antes detengámonos en el último fantasma, el de la izquierda. Aquí hay
diferentes interpretaciones. Unos dicen que es la sombra del propio Dalí. Otros apuestan por
alguien que ya en esa época estaba alrededor del grupo de amigos: Luis Buñuel.
La obra de Dalí no puede ser comprendida sin su biografía y este cuadro no
es la excepción. Lorca y Dalí se conocieron en la Residencia de Estudiantes de Madrid y llegaron
a ser íntimos amigos. Más tarde, como quedó patente en las misivas, esa amistad se transformó en
una tensión sexual no resuelta.
En medio de todo estaba Buñuel, que provocó que la relación entre ellos se
enfriara aún más. Hay tintes antilorquianos hasta en 'Un perro andaluz', cuyo título ya da
pistas
de en qué posición dejaba al poeta granadino.
Pero la de Lorca no fue la única relación que marcó la vida y obra de
Dalí.
Esta otra obra es 'Rostro del Gran Masturbador', realizada solo tres años
después que la anterior, en 1929. Pero los protagonistas son otros: Dalí y Gala.
Gala fue invitada junto al poeta Paul Éluard, por entonces su pareja, a
casa del pintor en Cadaqués (Catalunya). Pero acabó divorciándose y enamorándose de Dalí, una
relación que el padre del artista no aprobaría.
Lo expulsó de la familia. Y de eso habla
el
cuadro.
La gran cabeza apoyada en el suelo, como se puede comprobar por la nariz
protuberante, es Dalí. Además tiene una textura flácida, algo recurrente en su imaginario para
expresar ideas como en su mítico cuadro conocido como 'Los relojes blandos'.
También está el saltamontes. Dalí contó que de pequeño vio un pez con un
saltamontes en su boca que fue suficiente para crearle un trauma de por vida. Acabó teniendo
zoofobia, especialmente a los insectos.
Pero hay más. El saltamontes está repleto de hormigas, símbolo de
putrefacción y muerte como bien es sabido por 'Un perro andaluz'. Los insectos incluso le trepan
por la boca, impidiéndole hablar.
El rostro del pintor cuenta además con dos tipos de pestañas: negras y de
colores. Se contrapone la seriedad frente a la alegría de cuando sueña, que es cuando imagina y
puede ser feliz.
Sobre Dalí hay una serie de elementos relacionados con su infancia en
Cadaqués: piedras, maderas, conchas, caracolas…
Y un anzuelo. Que precisamente se relaciona con la dualidad entre la vida
que quiere tener con Gala y la que desea su padre, que quiere "atraparlo".
Sobre las dos figuras de abajo hay diferentes teorías. Algunos dicen que
es el mismo Dalí y Gala, abrazados. Otros que son los padres de Dalí, ya que su madre murió y el
personaje femenino aparece petrificado.
Pero, sin duda, la gran protagonista del cuadro es Gala. Sale de la cabeza
de Dalí, con un cuello largo y hombros desnudos. Como si fuera una escultura del art
decó.
Realmente es una fuente del deseo, de ahí que esté realizándole una
felación a Dalí y que aparezca un lirio de agua, con un pistilo claramente erecto en alusión al
coito.
O el león, que es la representación de la virilidad y la fuerza, también
con la lengua erecta.
Es una representación tanto del deseo sexual como del querer desarrollar
una vida según sus propias normas. Pero la situación podía volverse incluso más oscura…
¡BUM!
Este es 'Idilio atómico y uránico melancólico', una obra creada por Dalí
en Nueva York el mismo año que EEUU lanzó la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki: en 1945. Si
el anterior cuadro era la pasión, este es el horror.
Es un telón negro del que salen diferentes historias, pero hay una que
destaca sobre todas: la representación de lo norteamericano.
Dalí decidió reproducir el béisbol porque, según él, la idea del juego y
el divertimento está relacionada con Norteamérica. Las pelotas que lanzan los jugadores se
convierten en bombas.
Esas bolas impactan en diferentes partes del cuadro, incluida la cara de
Dalí compuesta a partir del avión que tira la bomba atómica.
Sobre él está Gala, de nuevo con la misma relación del primer cuadro: con
la cara de lado como señal de afecto.
El reloj, al igual que el saltamontes anterior, está repleto de hormigas y
tiene una textura blanda. Habla de la putrefacción y la muerte, ya que se muestra como un
mecanismo podrido.
Además hay una relación monstruosa entre la arquitectura y el cuerpo
humano. De estas formas también brotan pelotas de béisbol, como si fueran enfermedades de la
piel similares a la peste bubónica.
Otra bola sobresale de la garganta de un hombre, visiblemente enfermo y
agonizando. Está expectante porque contempla cómo la catástrofe está a punto de llegarle.
En el exterior del telón oscuro están los elefantes que representan a
Hitler. Tienen las patas alargadas como consecuencia del método paranoico crítico que desarrolló
el autor. "Nosotros fingíamos ser locos. Él era un loco de verdad", decía el pintor sobre el
dictador
alemán.
Conviene decir que Dalí no tuvo reparo en establecer vínculos con el
fascismo. Regresó de EEUU a España en 1948 y, además de recibir a Franco en Cadaqués, le propuso
algunos proyectos.
Uno de ellos, según contaba el propio Luis Buñuel en su autobiografía 'Mi
último suspiro', consistía en un monumento conmemorativo de la Falange construido con los huesos
fundidos de todos los muertos de la guerra. La idea fue rechazada.
"Yo soy el surrealismo", llegó a decir Dalí de sí mismo. Egocéntrico,
"sediento de dinero", como lo llamó el escritor André Breton o defensor del fascismo. No todas
las palabras que recibió fueron de admiración.
Pero aun así es uno de los grandes
pintores de la
vanguardia y comprender su obra es, en definitiva, leer una de las páginas más importantes de la
historia del arte tanto español como internacional.
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