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De los frisos del Partenón, a la Dama de Elche: ¿dónde tiene que estar el arte?

Fragmento del friso del Partenón en el Museo Británico

J.M. Costa

Aparte de revelar el profundo amor de algunos catalanes y algunos aragoneses por las antigüedades de arte sacro, el affaire Sijena plantea otras cuestiones sobre el patrimonio artístico que rebasan de lejos la actual situación que, al fin y al cabo, tiene ya un largo recorrido judicial. Sobre el carácter simbólico de algunos objetos dan cuenta la humillación que suponía para Roma que los estandartes de su legiones cayeran en manos enemigas y en cuanto a las artes, cabría remontarse a los expolios de ciudades como Constantinopla a manos de venecianos y cruzados. Parece que lo más justo y sensato sería devolver esos objetos allí donde fueron creados o en su primer entorno. Pero, ¿es todo así de simple?

Tomemos cuatro ejemplos de entre centenares. Dos internacionales, los Mármoles del Partenón o la Puerta de Ishtar de Babilonia y dos españoles, la Dama de Elche y el Tesoro Quimbaya. En principio esos objetos deberían ser retornados, tal y como reclaman desde hace mucho tiempo países, ciudades o grupos de opinión. Pero es que los casos son tan diferentes entre sí que resulta casi imposible establecer un criterio unívoco.

El Partenón, en el British Museum

Los Mármoles del Partenón, que actualmente se encuentran en el British Museum de Londres, posiblemente sea el caso más famoso. En el Reino Unido los mármoles reciben el nombre de quien los trajo, el 7º conde de Elgin (nacido Thomas Bruce). En 1801 Elgin obtuvo de Estambul, que entonces controlaba la península balcánica, un permiso permitiéndole llevarse la casi totalidad de los frisos del Partenón (entonces abandonado), así como piezas de los Propileos y el Erecteión. La polémica no se hizo esperar y ya antes de que Grecia recobrara su independencia en 1836, voces como la de Lord Byron acusaron a Elgin de expolio y pillaje. El asunto alcanzó tales grados que Elgin se vio casi obligado a vender los mármoles al gobierno británico.

Por supuesto, una de las primeras cosas que hizo el nuevo estado griego es reclamar esos y otros tesoros históricos. Sin ningún resultado. El último intento de mediación fue de la misma UNESCO hace pocos años, pero tampoco fructificó ante la negativa del British Museum a aceptar tal mediación, aduciendo que la UNESCO solo debe relacionarse con los gobiernos. ¡Será por excusas! En casi dos siglos las ha habido de todos los tipos. Una muy frecuente es que Grecia no sabría conservar su propio legado. Pero claro, resulta que los mármoles se limpiaron en 1937-38 en el altanero British utilizando cinceles y cepillos de púas metálicas, dejándolos muy blancos pero destruyendo en el proceso buena parte del detalle de las esculturas.

La Puerta de Ishtar en Berlín

Otro caso peculiar es el de la Puerta de Ishtar de Babilonia que se conserva en el museo de Pérgamo en Berlín. En realidad, la puerta como la vemos no existía. Lo que encontraron arqueólogos alemanes a finales del siglo XIX, fueron restos bastante impresionantes de dicha puerta, pero sin su revestimiento cerámico. Este se encontraba diseminado en literalmente miles de piezas. Las primeras 10.000 fueron embarcadas para Berlín a principios del siglo XX, aún bajo domino otomano. En 1926 ya se había fundado Irak como hoy lo conocemos y Berlín consiguió convencer a los iraquís de que lo mejor para mostrar el monumento completo era que todo se centralizara en Berlín, recibiendo de Bagdad otras 400 cajas de restos que contendrían otras 15.000 piezas.

Lo que actualmente se ve en Berlín es el producto de un alucinante puzle. En este caso el país de origen, Irak, no ha hecho apenas valer sus derechos y Sadam Hussein realizó otra Puerta algo más pequeña en 1987 y que fue casi destruida en las guerras del país. Solo en el 2002 Irak pidió tímidamente su restitución, pero tampoco estaba el horno para bollos, como aquel que dice.

La Dama de Elche, en Madrid

En España el caso más notable en cuanto a restituciones es el de la Dama de Elche. Como es sabido, la Dama fue descubierta en 1897 por Manolico, un chaval de 14 años que estaba ayudando en un desmonte de la loma de la Alcudia. A la hora de comer en ese 4 de Agosto, Manolico se puso a cavar por su cuenta y al dar un golpe de azada encontró lo que parecía una piedra y que desenterrada resulto ser la Dama de Elche, bautizada allí mismo como Reina Mora. Esto es un poco legendario, pero da lo mismo. El caso es que la escultura, descrita como ibera con influencia griega, ha sido datada entre los siglos V y IV a.C. Tras muchos avatares y ser vendida al Louvre, donde permaneció 40 años, la Dama fue recuperada y trasladada a Madrid en 1941, primero al Prado y luego al Arqueológico.

No hace falta decir que prácticamente desde su regreso a España la ciudad de Elche pidió su repatriación, con la única respuesta de que el Arqueológico Nacional cediera durante unos meses la Dama con motivo de la inauguración en 2006 de nuevo Museo Arqueológico y de la Historia de Elche. Actualmente allí hay una copia y ya hay quien pide que se aplique la misma doctrina que a los bienes de Sijena. ¿Dónde debería estar el original?

El Tesoro de los Quimbayas, en España

Un último ejemplo puede ser el Tesoro de los Quimbayas. Estamos en a finales del XIX, cuando la independencia de Colombia tenía ya más de medio siglo pero las fronteras entre los nuevos países no estaban todavía consolidadas. En 1892 el presidente Holguín agradeció la intervención técnico-política del gobierno español en un conflicto fronterizo con Venezuela regalando a la Reina Regente María Cristina 122 piezas de oro de las más de 400 del llamado tesoro de los Quimbayas, datadas entre los siglo V y VI de nuestra era. El tesoro ya se hallaba en España con motivo de su exposición en los fastos del IV Centenario del Descubrimiento. Desde entonces siempre ha habido una cierta inquietud por ese regalo y hace diez años se interpusieron varias demandas en Colombia para exigir que fuera repatriado.

Finalmente el Constitucional colombiano sentenció el pasado mes de octubre que el regalo era anticonstitucional porque implicaba el patrimonio cultural del país y emplazaba al gobierno, cuya ministra de exteriores es María Ángela Holguín, emparentada con el presidente del obsequio a que pidiera su restitución a las autoridades españolas. El gobierno español no se da por enterado dado que este oro, precisamente, fue de los pocos que no fueron fruto de la rapiña colonial. Algo así como “lo que se da no se quita”.

Estos cuatro ejemplos están elegidos entre los contenciosos más notables sobre este tipo de objetos. Los hay a cientos porque las guerras, los colonialismos, los usos diplomáticos (el tesoro de los Quimbayas dista de ser el único ejemplo) o el comercio ilegal (lo más frecuente de lejos), han trasladado muchas obras lejos de los lugares para el que fueran ideadas. La mayor parte de ellas tampoco podrían reponerse a esos lugares de origen, como es el caso de los Mármoles del Partenón, que irían a un museo ateniense. También resulta que excusas eternas como la inestabilidad en Medio Oriente se hacen dolorosamente reales con la destrucción muy reciente de lo que puede considerarse también patrimonio de la humanidad.

Hay casos palmarios de expolio consciente que se han ido solucionando con los años, sobre todo cuando no son tan lejanas en el tiempo, como las ventas de bienes judíos y arte degenerado por la Alemania nazi, pero la inmensa mayoría siguen donde cayeron hace a veces más de un siglo de forma muy cuestionable. Cada caso, como se ve, tiene matices que lo diferencian de los demás. La pura justicia dice que el British se llevó demasiadas momias de Egipto, pero es igualmente cierto que en el museo del El Cairo tiene muchísimas más. Y así, entre razones y contra-razones es posible discutir, ya no horas o días, sino años e incluso siglos.

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