El Hip-Hop al rescate de los últimos palomares del Camino de Santiago

En Villegas y Villamorón, dos pueblos del páramo burgalés amenazados por la despoblación, sobreviven a duras penas los últimos diez palomares, solo tres de ellos en activo. En la vecina Tierra de Campos, cuya bandera es precisamente un conjunto de 3.000 criaderos de palomas que decoran el paisaje de Valladolid, Palencia, León y Zamora, se estima que se podrían salvar, como máximo, un tercio.

Así que, en plena extinción de todo lo rural, Acción Cultural Española ha aplicado una especie de “terapia de choque” para documentar y rescatar la memoria de estos edificios, cuyo uso fue vital para los pueblos, al menos, desde el siglo XVIII. El organismo estatal ha ensayado un innovador proyecto en torno al Camino de Santiago con la ayuda de “medicamentos”, en principio, insospechados en el hábitat de los pueblos; fórmulas magistrales tales como el hip hop, el baile, la coreografía o el arte gráfico.

Sí, en principio parece una locura o, como mínimo, una extravagancia. Pero, cuando uno comienza a sumergirse en esta original propuesta, todo cobra sentido. Es más, el sentido crece y se multiplica. “No queríamos que se acercasen a nuestros palomares como suele venir la televisión, con una visión agropecuaria”. Esta atinada reflexión corresponde a Pedro Francisco Moreno, presidente de Amigos de Villamorón, asociación que hace meses llamó la atención con una campaña de micromecenazgo para recuperar su iglesia románica del siglo XIII. Pero, ¿qué tendría de malo esa óptica “agropecuaria”? “Sería como pensar que en los pueblos todavía quedan los ”palurdos sin danzas ni canciones“ de los que equivocadamente hablaba don Antonio Machado”, responde enérgico Moreno, quien justifica: “Los campesinos castellanos sí que tenían su cultura, no hay más que pensar en Antonio José o en Joaquín Díaz”.

Buscando esa mirada innovadora, la decena de palomares de Villamorón y del vecino pueblo de Villegas fueron propuestos para participar en el proyecto Xacobeo, precisamente, “porque no estaban reivindicados como otros”. El comisario de la actividad, Josemi Lorenzo, halló en el páramo burgalés varios argumentos convincentes. “Sus construcciones se encuentran a quince kilómetros del Camino de Santiago, la iglesia está advocada a Santiago Apóstol y, además, hay comunidad: sus asociaciones son muy activas y se han volcado con la idea”, destaca el investigador. 

En cuanto a las peculiaridades de este patrimonio, los criaderos de palomas de la zona no difieren en exceso de otras construcciones similares, como las referidas de Tierra de Campos. Se trata de “edificios muy simples, de planta cuadrada o circular, que no tienen más que nichos en el interior. La mayoría datan del siglo XIX y de principios del XX, aunque alguno podría haber sobrevivido desde el XVIII”, corrobora Lorenzo. Acaso, la originalidad que destaca el investigador: “Llama la atención la filigrana realizada con fragmentos de tejas que luce en el muro más alto de los edificios para indicar que se trata, efectivamente, de un palomar”, detalla. 

Todos semejantes, salvo dos excepciones. Frente a la “catedral” románica de Villamorón, rodeado de campos de cereal, aún sobrevive el último resto del antiguo palacio de los Villegas, una pequeña construcción de estilo gótico, con arcos apuntados y escudos nobiliarios en su interior. Un decorado de lujo para sus últimas moradoras, sí, las palomas. Y como contrapunto, el criadero habilitado en la cubierta de una moderna nave ganadera, actualmente en activo. Un palomar del siglo XXI, podría decirse.

Un lenguaje contemporáneo

En lugar de la dulzaina y el tamboril, el proyecto ha optado por polos opuestos. “Buscábamos un lenguaje contemporáneo y pensamos en el hip hop, un género que nace en un entorno urbano. El objetivo era atraer a los jóvenes que residen en la vecina capital de Burgos y que visitan los fines de semana y durante las fiestas una zona donde la despoblación es brutal”, argumenta el comisario. La intención era obvia: crear un espacio de encuentro, de nuevo, entre cabos alejados: los jóvenes de la ciudad y los envejecidos habitantes del mundo rural.

La tarea, no especialmente sencilla, ha recaído en Laboca, un dúo de raperos que atesora una larga experiencia en “espacios comunitarios, tratando con adolescentes y otros colectivos”, con la ayuda del hip hop más como herramienta que como producto musical. El grupo fue el primer sorprendido por el objeto de trabajo: ¿qué tendrían que ver los palomares con el hip hop?

Pero, precisamente, responder a esta cuestión los ha llevado a realizar un enriquecedor trabajo de campo en la comarca burgalesa, entrevistando a los portadores de la memoria de los últimos palomares, indagando sobre lo que habían supuesto para la economía de la zona en el pasado o interrogándose sobre su difícil proyección en el futuro. Entrevistas en las que han descubierto cómo el palomar podía llegar a convertirse en lugar de citas amorosas o en oposición a una tecnificación del campo que también ha contribuido a ahuyentar a las palomas de sus hogares. Los raperos han muestreado los testimonios de los vecinos, que pondrán voz y letra a un prometedor disco compuesto por diez temas.

La experiencia, a juicio de Miguel Burón y de Pablo Bravo, integrantes de Laboca, se ha convertido en un constante diálogo entre realidades contrapuestas. “Aunque descendemos de familias castellanas, de Palencia y Zamora, nosotros somos urbanitas y teníamos el concepto de las palomas como una especie de ratas, de aves que viven en la frontera entre ser aceptadas como algo doméstico o perseguidas como una plaga”, confiesa Miguel Burón. De ahí que a los músicos se les ocurriera compararlas con las personas migrantes, que se debaten entre “ser tratadas como vecinos o como una molestia”. Fenómenos migratorios que también están detrás de los pueblos que se vacían, en el drama del éxodo de los millones de ucranianos que han dejado atrás sus hogares, o en la tragedia de los marroquíes que han perdida en la valla de Melilla.

El trabajo se completa a mediados de este mes con unos talleres de baile y rap en el propio páramo burgalés, una actividad que pretende atraer la atención de los jóvenes. Para ello, Laboca ha sumado al proyecto la colaboración de Erika Dos Santos, una rapera de origen caboverdiano que ha destacado como pionera de la improvisación o “freestyle”. Y también, con las coreografías de un grupo de jóvenes de origen dominicano que, oportunamente, ilustrarán un lejano paralelo de su país: el vuelo de la paloma morada, una especie perseguida por los cazadores que finalmente tuvo que ser protegida para evitar su desaparición. 

Símbolo de Tierra de Campos

Una de las arterias que desembocan en el Camino de Santiago arranca en Madrid. La ruta atraviesa Tierra de Campos y se convierte en escaparate de sus más de 3.000 palomares. En su catalogación, recuperación y divulgación trabaja desde hace cinco años la fundación Rehabitar, que ha desempeñado la otra actividad del programa Xacobeo en Castilla y León. 

La propuesta, en este caso, consistía en lograr una simbiosis entre el arte, el patrimonio y la extensa comarca castellano-leonesa, a través de la mirada de una decena de creadores de la zona. Entre otras cosas, la experiencia ha dejado seductoras imágenes de proyecciones gráficas en los muros de los palomares durante la noche.

“El desuso de los palomares ha hecho que su ecosistema desaparezca: las aves han emigrado a otros edificios que no son los suyos y, como consecuencia, estas construcciones se han quedado sin palomas”. En análisis de Izaskun Villena, directora técnica de la fundación, va de la mano de la despoblación. “La presencia del ser humano es necesaria”, precisa. Ahora, uno de los objetivos de Rehabitar consiste, precisamente, en lograr que el ave regrese a su hogar. “Para que la paloma vuelva, necesita un tiempo de asentamiento y poder criar allí sus pichones. Solo entonces adopta el palomar como un lugar propio”, explica Villena. 

En este lustro de trabajo, la fundación Rehabitar ha reconstruido una decena de palomares. Pero la meta final radica en darles un uso y generar recursos económicos para garantizar su supervivencia. De ahí que hace tres años pusiera en marcha un proyecto agroalimentario, que consiste en la cría y comercialización de pichones. Un pueblo de 230 habitantes, Cuenca de Campos, ha abierto un matadero, con la mirada puesta también en la creación de empleo.

El círculo se cierra en los restaurantes que colaboran en la divulgación del producto que, incorporándolo en sus cartas, se convierten en “padrinos” de los palomares de Tierra de Campos. “Estas construcciones son una seña de identidad de la comarca, que además generan un complemento alimenticio adecuado, pues los pichones aportan una proteína muy buena para la salud”, subraya Izaskun Villena. 

Un hueco para proyectos pequeños

El proyecto Xacobeo, cuyas actividades se desarrollan en nueve comunidades autónomas con motivo del doble año santo compostelano (2021-2022), no deja de ser una excepción en la agenda de Acción Cultural Española. “Entre nuestras obligaciones como sociedad estatal figura el montaje de los pabellones españoles en las exposiciones internacionales, como la última en Dubái, proyectos gigantescos que nos consumen años de trabajo, muchos recursos y el equipo muy volcado”. Isabel Izquierdo, directora de programación del organismo, explica que “buscamos un equilibrio con otras actuaciones de pequeña escala que tienen un sentido muy social sobre temas que nos preocupan, como el caso del reto demográfico, y que nos dan muchas satisfacciones”. 

Iniciativas que, como en Burgos y Tierra de Campos, parten de “una visión del patrimonio cultural inmaterial que aún sigue vivo, como el caso de los palomares que evocan el pasado y la memoria, y que mezclamos con un lenguaje contemporáneo, creatividad y un sentido interdisciplinar, es decir, un concepto muy moderno”, define Izquierdo. Como contraprestación, esta programación que acude a pueblos de 200 y 300 habitantes, provoca un “efecto terapéutico” en sus vecinos. “Es muy emocionante ver cómo la gente, mayores y pequeños, se implican en estos proyectos”, reconoce la directora de programación de Acción Cultural, quien sostiene que “está demostrado que arte y cultura son buenísimos para la salud”. El programa Xacobeo echará el telón en septiembre, cuando celebrará en Mondoñedo (Lugo) un encuentro de evaluación al que asistirán programadores internacionales que han desarrollado proyectos semejantes en el Consejo de Europa. Entre las experiencias que se pondrán sobre la mesa, el experimento de las músicas urbanas y el arte con los vetustos palomares de Castilla y León.