León Benavente: de convencer a la parroquia indie a buscar las grandes audiencias

León Benavente

León Benavente

Vamos a volvernos locos

Warner

ROCK

6

León Benavente tienen la virtud de saber nadar a favor de la corriente aun siendo en esencia una banda de otra era. Así lo dicta el DNI -allá por el cambio de siglo ya andaba Abraham Boba grabando discos con Belmonde- y también su apuesta por la formación clásica de rock en un presente en que se producen temas con apps de móvil. Sin embargo, casi desde el día en que Nacho Vegas presentó en sociedad a esta suerte de escisión de su propia banda, coinciden el grueso de crónicas en convertir a León Benavente en algo así como los salvadores del indie, la banda llamada a reverdecer laureles de un género que todavía domina el grueso de los festivales musicales de este país, aunque haya perdido el favor del público más joven.

Poco se le puede achacar al grupo a propósito de esa opinión casi unívoca. Si acaso que algo hay de arrimarse al sol que más calienta. León Benavente se estrenaron poco menos que como grupo de acción política cuando las asambleas populares surgían por generación espontánea, y abandonaron ese discurso precisamente en el momento en que la decepción por el rumbo de los acontecimientos se apoderó igualmente de la mayoría de ciudadanos. Que se les haya abocado con este tercer disco a portar la antorcha del rock en castellano tiene también algo de oportunidad coyuntural, aunque efectivamente eso no es directamente responsabilidad del grupo.

Porque en realidad este Vamos a volvernos locos parece surgir más bien de otra disyuntiva, tan humanamente comprensible como peligrosa desde el punto de vista artístico. Y es la necesidad imperiosa de dar con este tercer disco y definitivamente el salto a la primera división del pop y el rock de nuestro país. Trascender o perecer en el intento. Esa idea parece latente a lo largo y ancho de un álbum que remite a la fórmula exitosa -hace una década, todo hay que decirlo- de El Columpio Asesino. Esto es, dotar de un barniz electrónico a unas composiciones repetitivas -excelente el trabajo en ese sentido de la base rítmica que forman César Verdú y Edu Baos- que funcionan a partir de un juego de tensiones.

A pesar del indudable tirón de León Benavente entre la parroquia indie y del buen hacer de la banda en directo, cuesta trabajo sin embargo creer que el grupo, con una fórmula que más o menos vienen repitiendo desde el primer disco, pueda llegar ahora a audiencias mucho mayores.

En Vamos a volvernos locos esa fórmula devora incluso colaboraciones interesantes como las de Amaral, Miren Iza (Tulsa) o la fascinante María Arnal. El monólogo por momentos incordiante de Boba en realidad arrasa con todo. Sus maneras como intérprete se convierten en otro de los motivos por los que se hace difícil no vislumbrar el techo de cristal: es un mal cantante –lo que, todo sea dicho, no es algo novedoso en la escena indie nacional- que recurre al recurso del recitado una y otra vez. Otros artistas en nuestro país, de Corcobado a Pablo Und Destruktion, acostumbran utilizarlo para dar forma a sus oscuros relatos, pero, a diferencia de los “leones”, ellos siempre se han encontrado cómodos en los márgenes. La letra de Cuatro monos, el autorreferencial tema con el que se abre el disco, les presenta como “un puñado de héroes temerarios” que “están en boca de todos” y “van a romperlo todo”, lo que da una idea del nivel de confianza que la banda tiene en sus posibilidades. Suerte en la empresa...

 

Alex Cameron

Alex Cameron

Miami Memory

Secretly Canadian / Popstock!

POP ROCK

7

Aunque en realidad su primer disco se publicó hace un lustro, las circunstancias de su reedición hace un par de años casi coincidiendo con el momento en que vio la luz Forced Witness hacen pasar a Alex Cameron por uno de los esforzados del pop anglosajón reciente. Lo cierto es que, tal y como ya dejaba entrever su segundo trabajo, el australiano ha ido alejándose de aquel sonido synth de los inicios para arrimarse a una concepción “springsteeniana” del pop y el rock. Eso se hace aún más evidente en su tercer disco, en el que, acompañado de su inseparable Roy Molly que se encarga de soplar el saxo, recurre a un puñado de músicos para arrimar su sonido a una versión contemporánea y lo-fi del Darkness on the Edge of Town.

Como el Boss, Cameron también gusta de contar historias de infrahéroes y urbanitas condenados a perder. Pero en su caso la dignidad del clásico “working class hero” deja paso a relatos más turbulentos y perturbadores que van de ese padre adoptivo que se enfrenta a la separación de su pareja -y por tanto también inevitablemente a la de su hijastra/o- a crudas descripciones de sexo explícito.

 

Jenny Hval

Jenny Hval

The Practice of Love

Sacred Bones / Popstock!

POP ELECTRÓNICO

8

Jenny Hval viene a ser al pop contemporáneo lo que Ingmar Bergman al cine clásico: una mirada torcida a la vez que refrescante que se interroga desde diferentes puntos de vista sobre los misterios de la vida. En Lion, el tema de apertura, la artista noruega se plantea la existencia de Dios al observar los pequeños milagros de la vida: “Estudia las hormigas en el suelo. Estudia el suelo, la tierra vegetal marrón y porosa, su suavidad, los hongos y las extrañas flores azules que crecen cerca de ellos. Estudia todo eso y pregúntate: ¿Dónde está Dios?”. Similar experiencia existencialista se percibe en Accident cuando el estribillo repite: “Yo fui un accidente, una vez fui un accidente y un misterio de la vida”.

No nos coge de sorpresa en una mujer que viene de publicar un disco conceptual sobre la regla y el vampirismo, el magnífico Blood Bitch. En cualquier caso The Practice of Love vuela aún más alto con unas composiciones que, sin abandonar cierto carácter experimental, apuestan por una suerte de tecnopop directo al corazón. Es el caso de uno de los avances del disco, Ashes to Ashes, una preciosa melodía con Hval mostrando su faceta vocal más inocente y que en realidad se construye a partir de pensamientos devastadores sobre el propio acto creativo. “Cenizas a las cenizas, polvo al polvo”. Un gran disco.

 

Metronomy

Metronomy

Metronomy Forever

Because / Music As Usual

POP

7

No es habitual que lo que sea divertido para un músico resulte igual de gozoso para quienes supuestamente vamos a disfrutarlo. Sin embargo, en su sexto álbum Metronomy consiguen transmitir a través de sus nuevas canciones no solo el amplio catálogo de registros que maneja la banda británica, sino el disfrute que ha supuesto ir saltando de género en género a lo largo de diecisiete temas. Sin que ello suponga una merma de lo que los de Devon ofrecieron en anteriores entregas.

En ese sentido, el arranque de Upset My Girlfriend parece una declaración de intenciones al tiempo que una mirada irónica sobre los orígenes de la banda: “Yo tocaba la batería en una banda de rock’n’roll, pero un día me dieron la patada”.

Más allá de cómo continúa la letra de la canción en cuestión, la segunda parte de esa historia bien podrían contarla los temas de un álbum en el que cabe desde la electrónica a lo Four Tet (Miracle Roftop, Lying Low) al consabido pop electrónico y metronómico (Wedding Bells), indie-pop (Witsand Bay), y un sonido electro funky que casi reta a Daft Punk. Es cierto que a menudo son ellos mismos los primeros que no parecen tomarse del todo en serio, pero en tiempos de tanto discurso falsamente trascendente, ¿consideraremos eso una virtud?

 

Pixies

Pixies

Beneath the Eyrie

BMG

ROCK

6

Creo que no es necesario explicar lo que Pixies significan para la mayor parte de amantes del rock alternativo que vivieron su post-adolescencia a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa. Cada uno de aquellos cinco discos publicados antes de la separación del grupo en 1993 contaba con una personalidad que los hizo únicos, remitiéndonos a un universo personalísimo de surferos locos, expedientes ufológicos y surrealistas imágenes del desierto inspiradas por igual en las pinturas de Dalí y en cadenas de comida rápida tex-mex. Sus canciones destilaban peligro y a la vez representaban a la perfección a la aristocracia alternativa surgida alrededor de Harvard y la Boston University, una dualidad que en aquellos años resultaba tan guay como desconcertante.

Por eso duele todo lo que ha rodeado al grupo desde su primera reunión allá por 2004, una reunión que ni siquiera se intentó disimular que tuvo lugar por razones económicas. Y es que en los últimos quince años Pixies han tratado de monetizar hasta las pésimas relaciones entre los componentes del grupo, guerra de guerrillas que terminó traduciéndose en el documental loudQUIETloud: A Film About the Pixies.

Muchos fans del grupo casi podríamos recitar de memoria la secuencia de canciones de aquellos primeros trabajos, y sin embargo tenemos que acudir a la bases de datos como Discogs para averiguar cuántos álbumes han grabado desde su reunión. Beneath the Eyrie es su tercer disco desde entonces, todos ellos registrados tras la salida de Kim Deal. Y al apretar el play volvemos a recordar la sensación que teníamos hace un lustro, al hacer lo mismo con Indie City: esto es, que aunque Black Francis, Joey Santiago, David Lovering y Paz Lenchantin hacen un trabajo profesional y objetivamente estamos ante discos que no pueden considerarse “malos”, sobre estas canciones domina un espíritu funcionarial que se pega de bruces con la esencia original del grupo.

Hoy por hoy Pixies parecen una banda de versiones de sí mismos. Y bien sea porque ellos se esfuerzan por permanecer igual ignorando el hecho de que han cambiado, o porque los que hemos cambiado somos nosotros y nos negamos rotundamente a seguir igual, lo cierto es que poco importa que Beneath the Eyrie se sitúe ligeramente por encima de sus dos predecesores.

 

Stereolab

Stereolab

Emperor Tomato Ketchup / Dots and Loops / Cobra and Phases Group Play Voltage in the Milky Night

Warp / Music As Usual

AVANT POP

9 / 8 / 7

Stereolab continúan con la ayuda del sello Warp la política de reediciones de sus discos que emprendieron hace unos meses con motivo de la reunión de la banda para afrontar una serie de conciertos en directo. Le llega el turno a los discos que la banda de Laetitia Sadier y Tim Gane publicó en su momento de mayor popularidad, ya con el apoyo de una multinacional. Empezando por el que es el más significativo álbum (y posiblemente también el mejor) de su carrera: Emperor Tomato Ketchup (1996). A la conocida síntesis de pop bubblegum, bossa, kraut y minimalismo se le suma aquí una inspiración melódica que propicia temas emblemáticos como Cybele’s Reverie, Spark Plug o el tema que da título al disco. A estas alturas un clásico.

La fórmula empezó a dar ligeras muestras de agotamiento en los dos siguientes discos. Dots and Loops (1997) curiosamente reforzó la influencia de la bossa nova en la estructura de las canciones, pero lo hizo utilizando herramientas ajenas al sonido característico de los Jobim, Gilberto y compañía, poniendo el foco en una producción netamente electrónica. Coproducido por Jim O’Rourke y John McEntire (Tortoise), Cobra and Phases Group Play Voltage in the Milky Night (1999) supuso el retorno de la banda tras un parón de dos años, el más largo que se habían permitido desde la formación del grupo una década atrás. El arranque muestra un inédito hasta la fecha interés por el free jazz (en el que McEntire posiblemente tuvo mucho que ver), aunque en líneas generales su sexto disco supone una mera reformulación de las ideas que habían presentado en anteriores trabajos sin aportar ningún single especialmente reseñable.

Todas y cada una de estas reediciones han sido remasterizadas desde las cintas originales para la ocasión y cuentan con un segundo disco de material adicional compuesto por las demos y versiones alternativas.

 

VV.AA.

VV.AA.

Strain Crack & Break: Music from the Nurse With Wound List Volume 1 (France)

Finders Keepers

EXPERIMENTAL

8

El primer disco de Nurse With Wound, el influyente proyecto de música experimental de Steven Stapleton, incluía una lista de artistas a los que reverenciaba y señalaba como influencias directas de la formación. La lista en cuestión ha terminado pasando a la posteridad como un verdadero quién es quien de la protohistoria experimental.

Hay que tener en cuenta que en 1979 Internet era poco menos que una idea en la cabeza de algún visionario loco y que la información de este tipo, aunque solo fueran un puñado de nombres escritos por una persona con conocimiento y autoridad en un papel, era poco menos que un tesoro. La lista la componían trescientos nombres que iban de Iannis Xenakis a Whitehouse, y que podían dar lugar a infinidad de compilaciones magníficas.

Finder Keepers -o lo que es lo mismo, el sello de Andy Votel- ha llegado cuarenta años después a un acuerdo con Stapleton para ir publicando una serie de recopilatorios en vinilo centrados en la lista de marras. Y este es el primer volumen, con coartada territorial: trece temas firmados íntegramente por músicos franceses, en los que encontramos desde obviedades como Pierre Henry a delicias como Mahjun o Z.N.R. (proyecto primerizo de Hector Zazou). Cabe el jazz, la música concreta, el progresivo y piezas realmente inclasificables. Pero lo verdaderamente alucinante del asunto es que en un momento en que Internet forma parte esencial de nuestras vidas, este recopilatorio todavía es capaz de descubrirnos bandas y músicos ignotos y sorprendentes.