La odisea talayótica se enfrenta a la propiedad privada de Menorca

Peio H. Riaño

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El horizonte menorquín es inconfundible por los muros de piedra que delimitan todas y cada una de las parcelas que trocean el campo de Menorca. Según la base de datos espacial del IDE Menorca, la longitud total de estas construcciones en la isla es de 11,2 millones de metros y su volumen supera los 13 millones de metros cúbicos. Estos muros podrían unir Menorca con Santiago de Chile. Junto a la retícula de pared seca que se extiende por todos los rincones del mapa de la isla, hay otro motivo que hace único a este paisaje: unas construcciones gigantes, que se levantan desde casi 900 años antes de nuestra era, con la misma piedra de los muros y también sin argamasa. Lo llaman arquitectura ciclópea por las dimensiones monumentales de estas torres que, todavía hoy, los científicos dudan de su función. También es un misterio cómo se construyeron.

No sabemos con seguridad para qué servían los talayots circulares menorquines, aunque hay pruebas que permiten imaginar acontecimientos comunitarios como el almacenamiento y distribución de alimentos. Y, sobre todo, las asambleas del población que los levantaba. Los primeros vecinos de Menorca se construyeron locales, de casi diez metros de altura, donde reunirse para discutir y resolver sus problemas como comunidad.

Ese es el paisaje con el que la isla aspira a formar parte de la deseada Lista Mundial de la Unesco, si es que este año se celebra la cita. La candidatura ha sido bautizada como “Menorca talayótica”, con el inspirador lema de “una odisea ciclópea”, en referencia a la arquitectura que se multiplica a lo largo de la isla con más yacimientos (más de 1.500 prehistóricos) de España. Esta odisea ciclópea cuenta con cifras de récord: Menorca alberga el 9% de los Bienes de Interés Cultural de España y entre ellos están los casi 400 talayots catalogados. Cuando en 2009 se puso en marcha la candidatura a la Unesco todavía no habían dividido en nueve áreas los 280 yacimientos prehistóricos que aspiraban a convertirse en una referencia turística internacional.

Una isla “BIC”

El Gobierno balear presentó el primer expediente a la Unesco en 2015, y en 2017 les reclamaron mayor definición y profundidad del proyecto: debían ligar los monumentos al paisaje en el que crecen. Desde hace una década la organización internacional insiste en que las candidaturas vinculen patrimonio histórico y artístico con entorno natural. Esa red minifundista que craquela el campo menorquín en cientos de miles de parcelas, arropa a la mayoría de construcciones ciclópeas prehistóricas y descubre una tensión pendiente de solución: los intereses de los propietarios y los del turismo cultural.

La Agencia Menorca Talayótica es el organismo creado por el Consell Insular de Menorca (CIMe) para corregir esas tensiones y gestionar al patrimonio que inunda la isla. En estos momentos ultiman el Plan de Gestión de la Menorca Talayótica, cuyo presupuesto para 2022 es de un millón de euros, aportados en su totalidad por el Consell. La mayoría se destinará a la mejora del estado de los yacimientos y, en el futuro, a la investigación. El conseller de Cultura, Miquel Àngel Maria, ya ha adelantado que no descarta la posibilidad de adquirir algún yacimiento que esté en manos privadas.

De esos más de 200 yacimientos prehistóricos, el organismo ha elegido una treintena de ellos como los más relevantes. Están organizados en nueve ámbitos en la candidatura a la Lista de Patrimonio Mundial, pero solo la mitad pueden visitarse. Del total de la candidatura, únicamente tres son propiedad pública: los asentamientos de Trepucó, Torre d’en Galmés y Son Catlar.

“De momento es innecesario abrir al público más yacimientos. Con esos 14 es suficiente porque representan los distintos elementos de esta cultura. El resto son variaciones. Cuando abres al público lo importante es saber cuál será la demanda y los que están abiertos están por debajo de su demanda. Los yacimientos están al 20% de su aforo máximo. No hay interés en abrir más”, explica a este periódico Cipriano Marín, responsable de supervisar el expediente de la candidatura. “El objetivo ahora es que la Agencia mejore el acceso a los que ya son visibles. Se reforzará y mejorará la visita y la interpretación de los principales centros, pero queremos evitar el fenómeno de la dispersión. Si fomentamos 80 sitios podemos provocar un problema de masificación turística. Debemos buscar el equilibrio”, añade Marín.

Intereses cruzados

Lo que más sorprende al responsable de la candidatura es que a lo largo de la historia estos bienes han sido protegidos, sobre todo, por sus propietarios. “Han sido conscientes de que no podían destruirlos. Esta odisea es una cultura del respeto”, dice. Joaquim Pons es el técnico de Menorca Talayótica y reconoce que muchos de los yacimientos esenciales, “no todos”, no son visitables. “Hay propietarios más reacios a la visita y otros más accesibles”, asegura. La Ley de Patrimonio Histórico obliga a sus dueños a mostrar cuatro días al mes los BIC.

“Los propietarios saben lo que tienen y están concienciados. Saben que es algo singular. Aunque la candidatura no salga ya hemos habilitado muchos de ellos. Los hemos museizado, los hemos dado a conocer a nivel local y potenciado su difusión y conservación. Conseguir la inscripción en la Lista sería un punto culminante, pero la Agencia ya funciona para la mejora de la gestión del patrimonio prehistórico de la isla”, explica Pons a elDiario.es. “De los 24 esenciales, tres son propiedad del Consell Insular. Es nuestra responsabilidad llegar a los propietarios. Es una tarea importante por resolver…”, dice. ¿Cuáles son los yacimientos más complicados en ese sentido? “No quiero dar ningún nombre”, responde Joaquim Pons.

Los beneficios y las obligaciones de formar parte de esta prestigiosa Lista y de trabajar con la Agencia “no quedan claros”, indica uno de esos propietarios a este periódico. Prefiere mantener su anonimato. “El gran tinglado es ver cómo hacer de lo privado algo público. Y encontrar una relación adecuada con el entorno menorquín”, añaden estas fuentes, que lamentan que la debilidad de la candidatura es que el ente gestor, la Agencia, no ha empezado a gestionar. “Necesitamos que el Plan de Gestión se active para que los bienes sean accesibles”, comentan las fuentes que esperan ayudas para habilitar los accesos y adecuar las visitas a sus propiedades.

La arqueóloga pionera

Las primeras excavaciones las realizó en la década de los años treinta del siglo pasado la arqueóloga inglesa Margaret Murray (1863-1963). Ella fue la pionera en el interés por la cultura talayótica, desarrollada durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Murray descubrió que estas poblaciones tienen un núcleo central formado por el talayot (la torre troncopiramidal) y el recinto de taula, y a su alrrededor se distribuyen el resto de construcciones.

Para Cipriano Marín el yacimiento de Talati de Dalt (en el término de Maó) es un ejemplo de gestión en manos privadas. Es una de las taulas (“mesa”, en catalán, con evidencias de sacrificios) más reconocidas y famosas. La pieza central es la que da nombre a estas taulas, y está compuesta por una gran losa de piedra erigida en vertical y coronada por otra losa, colocada en horizontal. Es decir, una gran “T” de piedra caliza. Pero si es popular esta es porque una pilastra derribada ha quedado apoyada en la pieza vertical.

El recorrido por este yacimiento es algo más de media hora, abre de abril a octubre desde las diez de la mañana, y la entrada general son cuatro euros. Hay descuento para estudiantes y jubilados y los menores de ocho años, gratis. La organización destaca el yacimiento de Talati de Dalt por estar cerca de Maó y del aeropuerto: “Ilustra el proceso de resiliencia del paisaje ciclópeo prehistórico y el histórico hasta nuestros días. Y su extraordinaria pervivencia”.

Este asentamiento es uno de los más importantes porque se encuentra en muy buen estado de conservación, incluso con restos de pavimento. Es el único espacio excavado que aporta evidencias sobre este tipo de elementos urbanos en un poblado talayótico. “Falta mucho por excavar. Lo que hay excavado solo es una pequeña parte. Hay labor de investigación de un siglo por delante. Es un tesoro por descubrir”, cuenta Cipriano Marín.

Problemas en las visitas

Según cuenta a este periódico Manuel Calvo, catedrático y profesor de Prehistoria en la Universidad de las Islas Baleares, la relación entre propiedad privada y turismo cultural “no debería ser un problema”. “He estado en la comisión asesora y hay convenios con propiedades donde se establecen los horarios de visitas. En la mayoría de los casos, esa dificultad con la propiedad privada está solucionada porque entienden que el patrimonio es de todos y están dispuestos”, añade. Explica que la Agencia se encarga de los costes de la excavación, la conservación, la accesibilidad y la limpieza. “Todo para que no perjudique al propietario”, indica Calvo.

Esta visión optimista contrasta con la de una arqueóloga que se dedica a ofrecer visitas por los yacimientos y prefiere no dar su nombre. Asegura que hay muchos problemas en el acceso a yacimientos como el de San Agustí, donde hasta hace poco el acceso era libre. Ahora está abierto solo dos días, dice. “El problema es que al ser BIC están obligados a abrir cuatro días al mes y todos los abren los lunes por la mañana, para que no pueda ir nadie y presionar al Gobierno para reclamar inversión en su finca. Afortunadamente, hay mucha oferta y vas a otro. Es muy fácil sustituir una visita por otra. Puedes venir y pasar una semana visitando yacimientos, mañana y tarde”, asegura.

Ella muestra los yacimientos prehistóricos a turistas ingleses, sobre todo. Acuden a agencias de visitas culturales de calidad y se dedica a mostrar la isla varios días. Pero no puede hacerlo sola: si quieren escuchar las explicaciones sobre el pasado de la población a la doctora en arqueología tienen que pagar también a un guía. Es una ley reciente, que se ha implantado en muchas otras comunidades según la cual solo quienes estén en poder del carné de guía turístico pueden mostrar el patrimonio local a un grupo de turistas y vivir de ello. Así que ella se dirige a su grupo y les acompaña en silencio una figura de paja para que sea legal.

“Somos unos 15 arqueólogos en Menorca y solo uno puede dedicarse a enseñar los asentamientos. Solo él tiene el carné de guía. Yo doy clase a los que se preparan el examen para ser guías turísticos, pero no tengo el ”B2“ de los dos idiomas extranjeros que exigen. Te aseguro que con inglés, castellano y catalán has cubierto el 80% de los visitantes que vienen. Pero han creado un monopolio para los guías al que no podemos acceder”, cuenta. Nuestra fuente alerta antes de despedirse de un peligro mayor: ya han llegado las grandes empresas turísticas a la gestión del turismo talayótico de Menorca. Hasta el momento eran pymes menorquinas, pero el negocio puede desplazarse a manos más poderosas si la Unesco incluye este tesoro en la Lista Mundial del Patrimonio.