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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Basura

Josep L. Barona

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Según todos los indicios, la acumulación de residuos en la biosfera resulta ya insoportable. Los plásticos inundan los mares, los polímeros nos invaden la sangre, los órganos y las palabras. Además, las partículas PM 10 contaminan nuestro aire urbano, colonizan los pulmones y nos asfixian. Los humanos somos productores masivos de residuos contaminantes. Esa es nuestra principal aportación a la naturaleza y una parte esencial de nuestra cultura actual. Somos tóxicos. También las cloacas de las redes sociales se llenan de materiales de desecho, basura, mierda, residuos tóxicos. Las cloacas dirigen la economía y el mercado. Sí, sí, las cloacas de Villarejo y las del BBVA y las de todos los que dirigen la cosa nostra, la economía canalla, que es la verdadera economía. La basura que nos inunda. Como la que contamina los púlpitos y los confesionarios de represión sexual y enfermedad indecente, lepra del alma, barnizada de oropeles sagrados. Para tapar la mierda, los parlamentos se llenan de slogans y fuegos de artificio. Contaminan nuestra percepción de la realidad y despiertan los bajos instintos. Los asesores e ideólogos mercantiles manejan cargamentos ingentes de basura. Telegramas de consignas que abocan sobre la opinión pública para tapar el discurso de ideas y el debate político. La apisonadora compacta la basura y la comercializa en forma de pastillas-consigna que incitan las bajas pasiones, el odio, el rencor, la pelea. No es propaganda, no. Es comida basura destinada al cerebro.

Me paro ante la vitrina de novedades de la penúltima librería que cerrará la semana próxima y compruebo que la lectura no siempre es sanadora, a veces también resulta trivial, a veces tóxica y venenosa. Tormenta de mensajes que genera confusión.

No cabe duda. La acumulación de basura es una amenaza para el planeta. También para la salud. Pero nos estamos acostumbrando a movernos entre la basura. Ya no huele, ya no provoca tanto asco... Heráclito el Oscuro murió en la plaza pública cubierto de excrementos y tal vez devorado por los perros. Había enfermado de hidropesía, y los médicos no eran capaces de secar aquella riada de su interior. Dicen que Heráclito se enterró en el establo cubierto de estiércol hidrófilo para que absorbiese su humedad interna. Un esfuerzo inútil: murió cubierto de mierda. Sin embargo Diógenes Laercio afirmaba que sumido en la más absoluta misantropía Heráclito murió retirado en el monte, donde solo se alimentaba de hierbas. Murió Heráclito, pero quizá vendrán tiempos mejores.

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