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Así es el primer centro de España creado para recibir a los refugiados de Ucrania

Una mujer ucraniana residente en España acompaña a una chica que ha huido de la guerra hasta el centro de acogida de Pozuelo de Alarcón

Gabriela Sánchez

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Varios viandantes frenan su camino frente a las puertas acristaladas de una gran mole gris ubicada en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Miran hacia arriba y señalan la bandera ucraniana situada, junto a la española y la europea, en lo alto del edificio. Algo tímidos, se introducen en el interior para preguntar si es aquí donde acogen a los refugiados de la guerra de Ucrania y si hay algo en lo que puedan ayudar. Ha abierto sus puertas el primero de los tres centros de recepción que, junto al de Alicante y Barcelona, canalizarán la primera acogida de emergencia y la tramitación de los papeles de los desplazados por la invasión rusa en las provincias donde, según las previsiones del Gobierno, llegarán más refugiados.

Las habitaciones creadas para alojar a funcionarios de la seguridad social, en lo que era un centro de formación permanente, albergan ahora a 30 personas que escaparon de la invasión rusa, la mayoría mujeres y niños, según la Secretaría de Estado de Migraciones. El nuevo espacio, coordinado por el Ministerio de Migraciones y gestionado por la ONG Accem, tiene una capacidad inicial de 400 camas y también servirá de centro de operaciones para tramitar la documentación de los refugiados por la guerra de Ucrania, de lo que se encargará la Policía Nacional.

“Este centro es inédito. No ha existido ningún centro con estas características, que incluyen los tramites ligados a la Policía Nacional y la parte social. Es un hito histórico porque presta una atención integral”, defiende una portavoz del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que coordina los tres centros de referencia en España creados para atender la crisis de Ucrania.

El Gobierno aún no ha decidido los espacios donde habilitar este tipo de centros en las provincias de Barcelona y Alicante, lugares clave pues, junto con Madrid, cuentan con importantes concentraciones de la diáspora ucraniana.

Qué se van a encontrar

Cuando atraviesen las puertas mecánicas del edificio, los refugiados se sentarán junto al personal de Accem en una hilera de mesas localizada en una de las estancias del centro, al que ha entrado elDiario.es en una visita por una parte de las instalaciones, organizada por el Ministerio. En este punto, los recién llegados son entrevistados por personal de la ONG para “evaluar las necesidades y las posibles situaciones de vulnerabilidad” y tendrán acceso a personal del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y de la Agencia de Asilo de la Unión Europea, para informar sobre el proceso de protección temporal o internacional.

En esta primera entrevista, los refugiados expresarán si necesitan una plaza del sistema estatal o algún otro tipo de ayuda económica, así como asistencia psicológica o jurídica. En esta estancia habrá “dos colas”, según matiza el Ministerio de Inclusión. Una es la de aquellas que requieran ser alojadas por la red de acogida y, por tanto, pasarían varias noches en el centro de recepción hasta ser trasladadas a un alojamiento más estable en función de cada perfil.

Al ser un centro de tránsito, la Secretaría de Estado estima que los refugiados serán derivados a otro espacio de acogida, que puede estar ubicado en Madrid o en otra comunidad autónoma, en un plazo de entre 48 y 72 horas.

“Aquí recibirán una atención integral. Alimentación, ayuda psicológica, asistencia jurídica, cobertura médica, así como los traslados a su siguiente destino”, detalla una portavoz de Accem. En otra de las filas esperarán aquellos refugiados que no necesiten un lugar donde dormir, pues cuentan con redes familiares que los acogen o tienen recursos económicos suficientes para costearse un alojamiento. Estas personas también podrán expresar sus necesidades al personal de la ONG y, según Migraciones, podrán solicitar ayudas económicas u otro tipo de prestaciones aunque no requieran una plaza de acogida.

Después de este primera valoración de las necesidades sociales, cada persona o familia recibirá “una cita” en “el mismo día” para tramitar su permiso de residencia. Los solicitantes cruzarán un patio para llegar a una habitación convertida en una comisaría de emergencia. “Es la zona de la Policía”, detalla la portavoz de Inclusión.

Detrás de un mostrador de varias alturas si situará personal de los agentes de la Policía Nacional, que recibirá a los desplazados de la invasión rusa en turnos aún por determinar para tramitar las autorizaciones de protección temporal, la vía activada por la Unión Europea para garantizar a quienes huyan del conflicto, el acceso a permisos de residencia y trabajo de un año, prorrogables por periodos de seis meses hasta tres años.

En este espacio, los agentes procederán a la identificación de los desplazados o residentes ucranianos sin papeles en España, para posteriormente tomarles las huellas y realizarles una fotografía. Una vez registrados, los solicitantes pasarán por un “control de seguridad”, para descartar la existencia de antecedentes penales.

Una vez superado el control, los refugiados recibirán un documento -un folio-, que ya incluirá un Numero de Identificación de Extranjero (NIE). La resolución definitiva de la solicitud de protección temporal se les comunicará en un “plazo máximo de 24 horas” desde el registro de su petición, según se ha comprometido el departamento dirigido por Fernando Grande-Marlaska.

Por el momento, el documento de identificación de los beneficiarios de la protección temporal por la guerra de Ucrania será la hoja, que incluye sus datos y el NIE, entregada en comisaría. Sin embargo, es habitual que los solicitantes de asilo se encuentren dificultades para conseguir trabajo, alquilar una vivienda o abrirse una cuenta bancaria cuando su documento es temporal -una hoja policial o incluso la tarjeta roja- y carecen de un documento físico plastificado.

El Ministerio de Inclusión, consciente de esa realidad, asegura que desde la cartera realizarán una “labor de divulgación para entidades bancarias, empresas y para garantizar el acceso al trabajo de estas personas”. Según destaca una portavoz del departamento dirigido por José Luis Escrivá, “es importante que tengan una cuenta bancaria y que no se pongan trabas. Intentaremos que todo el mundo entienda que ese documento les habilita para acceder a todos los derechos recogidos en la protección temporal”.

Vecinos que quieren ayudar

En los alrededores del centro de acogida, el trasiego de vecinos dispuestos a ayudar es más destacable que el de familias de refugiados que entran o salgan del edificio. Entre los primeros se encuentra, Antonio. Vive en Pozuelo y pasa por aquí para preguntar si en este punto podrían “acoger a alrededor de 50 refugiados” en una semana.

Desde que vio en las noticias los efectos de la guerra en Ucrania, se le movió algo dentro: “Primero decidí que acogeríamos a alguien en casa”, dice el hombre español, que tiene tres niñas pequeñas. “Al final, hice unas llamadas, conseguí una donación y me financiaron un autobús para traer a medio centenar de personas. Yo puedo meter en casa a algunas, pero no a todas, por eso ahora estoy intentándome enterar de cómo hacer”, explica el hombre, de unos 40 años.

“No sé por qué me ha tocado así esto, si nunca he ayudado en nada”, reconoce. “Cuando vi las imágenes de Kiev me di cuenta que eso podía ser Madrid”.

Otro quienes llegan con muchas ganas de traer a refugiados desde Ucrania es Joseph, un ciudadano de nacionalidad filipina que ha formado parte durante años del movimiento asociativo de su país en España. “Mi ilusión es hacer algo por esa gente. Estoy planeando con compañeros y apoyo de mi empresa alquilar unas furgonetas para llevar ayuda humanitaria y traer a personas que quieran venir”, dice con euforia.

En la recepción del centro les dan una dirección de correo electrónico a la que ofrecer su apoyo. Desde el Ministerio de Inclusión, sin embargo, piden cautela para todas estas iniciativas empujadas por la empatía y la solidaridad. Según advierten, estos traslados desde la frontera con Ucrania a España tienen que realizarse en condiciones de seguridad y recomiendan que las personas trasladadas tengan información suficiente a su alcance antes de decidir su llegada al país, así como redes de apoyo.

Entre las personas que miran esa gran bandera ucraniana y se acercan con cierto apuro al edificio grisaceo también está Ludmyla. Es ucraniana y vive desde hace 20 años en España. Su madre se ha quedado allí y, de momento, no está por la labor de salir de Leópolis, una región del oeste del país que aún no ha sido atacada. Llega acompañada de su hijo pequeño y de una chica que arrastra una pequeña maleta rosa. Es la amiga de unos conocidos, a la que ha estado acompañando en Madrid hasta que ha logrado una plaza en el sistema de acogida estatal. La joven pasó la noche del miércoles en el centro, pero tuvo que ir a una casa donde pasó unos días para recoger sus pertenencias.

Ludmyla se siente impotente y pregunta si alguien sabe qué puede hacer. Ha enviado su datos a la ONG que gestiona el centro por si pudiese ser de ayuda como voluntaria: “Necesito hacer algo. No puedo quedarme quieta”.

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