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Andreas Peichl: “Tenemos que usar esta crisis como una oportunidad para redefinir las instituciones de la UE”

Andreas Peichl, director del Centro para Estudios Macroeconómicos del Instituto IFO

Aldo Mas

Berlín —

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Europa ha tardado en tomar medidas para hacer frente a la crisis económica generada por la COVID-19 y las razones son de orden muy diverso. Andreas Peichl (Fulda, 1979), director del Centro para Estudios Macroeconómicos del Instituto IFO de Múnich, explica en esta entrevista con eldiario.es cómo la psicología, la cultura, la política y las propias estructuras de la Unión Europea complican una respuesta coordinada frente al virus SARS-CoV-2.

Peichl, que también es profesor de economía en la no menos prestigiosa Universidad Maximilian Ludwig de Múnich, forma parte del grupo de economistas germanos favorables al uso de eurobonos en la presente crisis. “Mutualizar la deuda es una buena herramienta para que un país consiga recursos adicionales con los que hacer frente a la crisis”, dice este economista.

Opiniones como la suya, aunque se abren paso con dificultad en el consenso ordoliberal teutón, son rechazadas por los responsables políticos alemanes, al menos de momento. Sin embargo, para Peichl, “si se confirma que los coronabonos son la mejor opción, el Gobierno alemán no se opondrá”. Esta entrevista tuvo lugar unas horas antes que los responsables de finanzas de los países europeos alcanzaran un acuerdo de mínimos el pasado jueves para financiar las ayudas contra la pandemia.

¿Por qué es tan difícil ver un acuerdo entre los miembros de la Unión Europea para hacer frente a los efectos económicos de la crisis que supone la COVID-19?

Hay varias razones. Estamos ante una crisis que no hemos visto nunca antes, al menos en el último siglo. Estamos hablando de una pandemia que, económicamente supone un shock a la demanda y a la oferta. La gente no está yendo a trabajar, las fábricas no están produciendo y los consumidores no están comprando cosas porque en muchos sitios no pueden. A diferencia de la crisis financiera de 2008, en la que se produjo un shock en el sector financiero y esto luego tuvo implicaciones por sus vínculos con otras dimensiones de la economía, lo que está pasando ahora supone un shock para todos los sectores.

Hay otro motivo y tiene que ver con el aspecto sanitario. Sabemos poco del virus. Lo que hay son ideas y teorías sobre él. Por eso hay diferentes estrategias puestas en marcha en diferentes países para luchar contra el virus. Hasta dentro de un año o dos no sabremos qué estrategia es la mejor para contener al virus. Además hay un problema asociado al virus y es que uno puede no saber si está enfermo o no. Se dice que en un 50% de los casos no hay síntomas severos. Se puede pensar que es un simple resfriado en lugar de la nueva enfermedad. Esto puede tener un efecto psicológico, porque estamos hablando de un peligro que no se puede asir fácilmente. Por otro lado, hay otra cuestión, la dimensión cultural de cada país. Esto también marca cómo cada país está respondiendo al virus.

Cultura, psicología, conocimiento científico...¿Todos esos factores impiden una respuesta a esta crisis?

Sí. Esto ya lo hemos visto en el pasado. No estamos en ante una cuestión de ricos y pobres. Si uno recuerda la crisis de la deuda, por ejemplo, entonces no sólo intervino para explicar la posición de cada país el que se le pudiera etiquetar de rico o pobre. Culturalmente, los países nórdicos y los de Centroeuropa se oponían a la deuda, mientras que los del sur estaban a favor de endeudarse. Ahora está pasando lo mismo.

¿A qué se refiere?

Los países conservadores están apostando por bajar los impuestos y los países más tendentes a la izquierda políticamente están apostando por un mayor gasto público. Esta respuesta es algo que también forma parte de la cultura de cada país. Esto es importante porque en la UE, cuyas instituciones en Bruselas no son de verdad un gobierno central, son los países miembros los que toman las decisiones.

Mencionaba usted anteriormente la crisis financiera de 2008 y la posterior crisis de la deuda en Europa. Pero, en esta crisis, en Alemania se está debatiendo incluso en periódicos conservadores como el Frankfurter Allgemeine Zeitung la idea de mutualizar deuda. ¿Cree usted que en esta crisis por la COVID-19 ha cambiado algo en el debate económico?Frankfurter Allgemeine Zeitungla idea de mutualizar deuda

Sí y no. Es verdad que incluso en Alemania se está hablando del lanzamiento de coronabonos [o eurobonos] como medida necesaria. Otros se oponen a esa idea por principio. Hay gente que durante la crisis del euro se oponía a los eurobonos y ahora los defiende. La razón es que ahora, no es la culpa de España ni de Italia el haber sido golpeados tan duramente por el coronavirus. En la crisis de la deuda se pudo argumentar eso que se decía: “la situación de los países con problemas es su culpa porque se endeudaron demasiado en el pasado”.

Personalmente, yo siempre estuve a favor de este tipo de mecanismos de mutualización de deuda. Creo que es algo que debería ser tenido en cuenta como una solución. Además, no son nada nuevo. Ya hubo este tipo de bonos en los años 60 ó 70 si no recuerdo mal. Se implementaron como algo temporal. Los eurobonos, tal y como se vienen debatiendo, consistirían en un mecanismo permanente. Los coronabonos, por otro lado, sólo servirían para esta gran crisis y luego desaparecerían. Pero bueno, también hay motivos para hacer que se queden. Entre otras cosas porque si le das a los políticos un juguete nuevo, van a querer quedárselo.

Alemania es un país muy influyente en Europa. Se le podría considerar el líder en el grupo de países que se oponen a los eurobonos, en el que también figuran Austria o Los Países Bajos. ¿Cómo ve usted la posición actual sobre esta cuestión del Gobierno alemán?

Ya sea el Gobierno alemán o el de cualquier país de Europa – y éste es el problema de la UE –, todo gobierno va a tener siempre como objetivo, primero, satisfacer sus intereses nacionales. Los gobiernos pueden estar a favor o en contra de los eurobonos y, en este sentido, ahora hay un juego político y, como en el póquer, ningún jugador va a empezar a jugar poniendo sus cartas sobre la mesa.

Pero, al final, si se confirma que los coronabonos son la mejor opción, el Gobierno alemán no se opondrá. Pero primero hay que discutir qué opciones se pueden implementar y cuáles tienen más sentido. Lanzar coronabonos por lanzar coronabonos no tiene sentido. Hay que ver qué otras opciones hay sobre la mesa, como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE)

Pero ese juego político y esas discusiones están teniendo lugar en un momento en el que hay países viviendo una urgencia nunca vista. Hay gente muriendo y da la sensación de que esto ocurre mientras se eternizan los debates. Mientras hablamos, España suma ya 15.238 fallecidos ¿Qué piensa usted de esta situación?

Tiene razón. Al final, la UE está compuesta de países que consideran, primero, lo que es mejor para su país y para sus votantes. Es una pena. Así se ve que nuestra UE no es realmente algo común. Personalmente pienso que esto no es lo que la UE debería ser. Hace diez años yo ya estaba diciendo que había que moverse hacia unos Estados Unidos de Europa.

¿Hasta qué punto está el proyecto de la Unión Europea en peligro?

Para la UE se plantean escenarios de riesgo. Ya teníamos el 'brexit', es decir, la salida de un país miembro, y a eso ha seguido el cierre de fronteras, gestos que han demostrado falta de solidaridad además de los debates que tanto tiempo consumen. Al final de esta crisis, habrá gente que se pregunte: ¿Para qué queremos esta UE?

En suma, hay un riesgo de que haya más países que quieran salir de la UE, pero, en realidad, no creo que esos riesgos se concreten. Para la mayoría de países sigue siendo beneficioso tener a la UE, la libertad de movimiento y la moneda única. Sin embargo, creo que tenemos que usar esta crisis como una oportunidad para redefinir las instituciones de la UE porque no están hechas para afrontar esta situación actual ni para el siglo XXI.

Angela Merkel dijo a mitad del pasado mes de marzo que estamos en Alemania ante el mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial. Si estamos viviendo algo similar a la Segunda Guerra Mundial ¿Por qué tardan las decisiones en la UE? Y, otra cosa, ¿Por qué hay políticos que hablan de condicionalidad a la hora de ayudar a otros países en mitad de una crisis comparable a la Segunda Guerra Mundial?

Este es uno de los grandes problemas asociado a lo que le decía anteriormente. Uno no ve venir esta crisis. Uno lo ve en las noticias. Por ejemplo, aquí se han visto las imágenes de los hospitales del norte de Italia. Pero en Múnich, ahora mismo, hace un día buenísimo, con mucho sol. Por la calle, no se ve que estemos sufriendo una crisis de esas dimensiones. Lo único que extraña es que las cervecerías y sus terrazas están cerradas. Si estuviéramos en una guerra, se vería la destrucción. Pero con este virus, en realidad, no se ve a gente enferma yendo por la calle. El peligro se percibe como algo distante. La gente tiene que entender que esta crisis es de la magnitud que usted mencionaba.

Entiendo que esa percepción general de la que usted habla también la han acusado los políticos.

Exacto. Es por esto que los gobiernos han sido relativamente lentos en reaccionar. Muchos políticos en Alemania, por ejemplo, hablaban al principio de que la enfermedad no era seria, que estábamos ante un brote como una gripe porcina o algo así. Mire, por ejemplo, al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y lo que tuitea. Trump no es el mejor ejemplo, pero sus tuits de hace tres o cuatro semanas sobre el coronavirus no tienen nada que ver con los que escribe ahora. Él es un claro ejemplo de cómo se ha infravalorado este virus desde el principio.

¿A nivel Europeo, qué piensa de las medidas que hasta ahora se han tomado para afrontar la crisis que ha supuesto la COVID-19?

El gobierno alemán, por ejemplo, hizo caso a quienes asesoraban actuar rápido y de forma contundente. Puso, en seguida, cifras muy grandes sobre la mesa. Se han dicho frases como que se “hará lo que haga falta para salvar la economía”. Creo que esto tiene mucho sentido frente a la incertidumbre que plantea la situación actual. Alemania estaba en una buena situación para hacer esto. Otros países tienen más limitaciones.

Por otro lado, en lo que respecta al Banco Central Europeo (BCE) y lo que éste puede hacer, hay que tener en cuenta lo siguiente: ya estamos en una situación con los tipos de interés muy cercanos al 0%. Los tipos de interés no pueden estar mucho más bajos. El BCE está limitado. Lo único que se puede hacer, por tanto, es hacer uso de políticas fiscales. A saber, aumentar el gasto gubernamental y que el Gobierno inyecte dinero en la economía. La UE no puede hacer esto, porque la UE no tiene ingresos fiscales. Por eso, mutualizar la deuda es una buena herramienta para que un país consiga recursos adicionales con los que hacer frente a la crisis.

También están limitados financieramente países como Italia o España. ¿Es por eso que es desde estos países que se oyen más llamamientos en favor de mutualizar deudas?

Exacto. Los déficits de esos países harán que crezcan los intereses si piden dinero prestado. Se podría temer, en el caso de Italia, que caiga en la bancarrota. Por eso en países que se encuentren en una situación así van a querer utilizar coronabonos, una herramienta que les permitiría acceder a fondos. Usar el MEDE, sin embargo, tiene un problema. Acceder a sus fondos significa seguir reglas muy estrictas, limitando la capacidad de acción de los gobiernos.

¿En qué piensa usted cuando se habla, por ejemplo desde España, de lanzar un nuevo Plan Marshall para Europa?

Hay muchas posibilidades y detalles en los que pensar respecto a una idea así. Al final, la cuestión que hay que responder es la siguiente: ¿Quién va a pagar el qué en esta crisis? Alguien tiene que pagar las facturas de todo esto, y esto se puede hacer de muchas maneras. Ya sea con dinero de tus ciudadanos o a través de una redistribución a nivel de la UE o a través de créditos que pagarán las generaciones futuras. Imagino que la idoneidad de un Plan Marshall depende de cómo se diseñe. 

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