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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La banca es la pieza clave para que la lluvia de dinero del BCE llegue a familias y empresas

Mario Draghi.

Pilar Blázquez / Pilar Blázquez

Mario Draghi ha cumplido su promesa más famosa, la de hacer lo que sea necesario (“whatever it takes”) para salvar el euro. Ha puesto en marcha la máquina de crear dinero e inyectará nada menos que 60.000 millones de euros cada mes en el sistema financiero. Es decir, 1,1 billones de euros (el montante de toda la economía española) hasta septiembre de 2016. Eso sí, como mandan los cánones para el éxito de una QE, que así es como se conoce a esta medida de ayuda, ha dejado la puerta abierta a seguir haciéndolo hasta que la inflación ronde el 2%. Ahora está en el -0,2%.

La puesta en escena de la medida se ha hecho al más puro estilo americano. Filtrando una cantidad un día antes y subiéndola en el momento final. Como resultado, los mercados reaccionaron este jueves con subidas en las bolsas, en torno al 2%, mientras la cotización del euro continuaba a la baja al pasar de 1,16 dólares a 1,14 en apenas unas horas. Está claro, los famosos detalles de la medida han gustado.

Ahora falta por confirmar que todos los invitados a esta fiesta puedan sumarse a ella. “Draghi ha quemado la última cerilla y ahora toca a los demás hacer sus deberes para que se active el consumo y suba la inflación”, asegura Javier Urones, analista de mercados de XTB.

El presidente del BCE dedicó parte de su comparecencia ante los medios a pedir a los Gobiernos de la zona del euro que apoyen esta medida con las reformas necesarias, en clara alusión a Francia e Italia, y que manejen adecuadamente la política fiscal. En Estados Unidos el QE estimuló la economía porque todo estaba coordinado. En Europa esa unidad legislativa no existe, así que la efectividad está por demostrar.

De hecho, la principal clave del éxito pasa por los grandes ausentes del discurso de Draghi: los bancos. Ni una alusión para quienes tienen en sus manos la verdadera llave para que ese billón de euros llegue al bolsillo de los ciudadanos. Solo si comienzan a dar créditos a empresas y familias será posible poner en marcha la rueda del consumo para estimular el crecimiento y neutralizar el riesgo de deflación. Aunque a corto plazo eso signifique que a los ciudadanos de a pie nos salga más cara la cesta de la compra y que viajar al extranjero, con el euro tendiendo a la paridad, ya no sea tan fácil.

“La cuantía de las compras es muy similar a la del último QE de Estados Unidos y allí ha dado muy buenos resultados. Los bancos van a estar inundados de liquidez. Si además el tipo de interés de los bonos del Estado baja porque se los recompra el BCE, tendrán necesariamente que volver a buscar negocios más rentables que pedir dinero gratis al BCE y comprar deuda pública, y eso, sin duda activará el crédito”, asegura Javier Domínguez, socio director de AurigaGlobal Investors.

No lo tiene tan claro Javier Urones: “Draghi ha llenado la bañera de agua, pero el tapón todavía está sin quitar. No va a ser fácil. Los bancos no van a prestar si la demanda no es solvente y para eso tienen que mejorar las condiciones económicas”.

La publicación norteamericana especializada en Bolsa Market Watch ya festejaba, horas antes incluso de la aprobación oficial del QE, que serían los mercados financieros estadounidense y británicos los que más partido sacarían a esta lluvia de millones. Confían en que esos dos países suban los tipos de interés y los bancos compren su deuda. “Eso es mucho esperar. El Banco de Inglaterra dejó claro ayer que no habrá subida. Y la presidenta de la FED tampoco parece que vaya a cambiar de opinión a corto plazo”, asegura el director de AurigaGlobal Investors.

Pero no solo a través del crédito puede fluir ese dinero. Como ya ocurrió en EEUU, la bolsas son las primeras beneficiadas y aquí España tiene las de ganar. “Está claro que los bancos, por mucho dinero que tengan, no van a volver a asumir riesgos excesivos si no hay demanda solvente. Si la deuda pública no es rentable, tendrán que buscar otros activos que sí lo sean y ahí a España le ha pillado en un momento estupendo”, explica Miguel Ángel Bernal, profesor del Instituto de Estudios Bursátiles.

Según este experto, aunque los bancos continúen racionalizando el crédito, sí es posible que inyecten ese exceso de liquidez vía inversiones directas. Tras el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha salvado a España de la rebaja generalizada de previsiones de crecimiento, el país se ha convertido en un destino muy atractivo. Además, la bolsa española es una de las que menos ha subido en la crisis, con lo que, según Bernal, puede ser un buen destino para canalizar las inversiones de todos los bancos europeos. También se animarán más las inversiones directas internacionales, que según se afirmó la semana pasada en el encuentro de inversores Spain Investor Day, ya vienen para quedarse.

Advertencia a Grecia

Más allá de las claves financieras, el anuncio del BCE ha estado cargado de claves políticas. El destinatario más claro de ellas ha sido Grecia. El paquete de ayudas de Draghi incluirá la compra de bonos basura (los de Grecia y los de Chipre lo son) siempre y cuando estén bajo el paraguas de ayuda de la Troika y FMI.

Es decir, el gobierno que gane las elecciones griegas del domingo tiene un mensaje claro y contundente del BCE. O se queda en el club del euro, o el coste de la salida será mayor del esperado. Además de quedarse sin liquidez extra, deberá abonar sus deudas antes de marcharse. Porque es, entre otras cosas, lo que significa el diseño de la política de asunción de responsabilidades diseñada por Draghi. El BCE sólo correrá con el 8% de las pérdidas en caso de impago de la deuda pública que adquiera, otro 10% estará compartido entre todos los socios del euro, y el 80% restante lo asumirán los bancos centrales de cada país.

Un claro ejemplo de la desunión europea, pero toda una lección de ingeniería política. “La decisión es muy higiénica. El 30% del BCE pertenece a países que no son socios del euro, como Reino Unido, que ya están haciendo sus ajustes por su lado y no tienen ningún interés en asumir los problemas del resto. No sólo Alemania exigía que cada país asumiese sus deudas, también los socios externos al euro”, explica Javier Domínguez.

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