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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El G7 entra en la batalla del petróleo ruso con un tope al precio del barril

La “ideológica” reducción de cuotas de la OPEP+ –como la calificó el presidente estadounidense, Joe Biden, en un claro tono de denuncia hacia la connivencia del cártel y de Arabia Saudí hacia el Kremlin– empieza a forjar otra nueva intervención del G7, el club de las grandes potencias industrializadas.

Altos funcionarios del G7 han ultimado esta semana en Washington una serie de medidas que imponen topes al precio del petróleo procedente de Rusia. Una iniciativa que seguirá ahora su pertinente itinerario oficial para su aprobación por parte de los líderes del club más selecto del planeta en su reunión del próximo 5 de diciembre. La medida viene respaldada por los argumentos de Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), de que la retirada de oferta desde la OPEP+ no se ajusta a la evolución de la demanda de crudo y gas –en retroceso por la súbita pérdida de fuelle de la actividad global– ni justifica una decisión tan “arriesgada”.

La reacción del G7 coincide con la entrada en vigor del recorte, el pasado 1 de noviembre, y cuando el mercado certifica la primera subida del precio del crudo desde mayo. El salto del barril del West Texas Intermediate (WTI), de referencia en EEUU, fue de 8,9% en octubre. El precio del Brent repuntó un 5,52% y ha oscilado en la barrera de los 95 dólares frente a los 86 del WTI a la espera de la inclinación que tomen los mercados.

Simon Watkins, analista en OilPrice.com, explica que la maniobra del G7 “no pretende paralizar todas las ventas de crudo ruso con el tope a su precio, sino tan solo limitar los ingresos de cada barril” para evitar que Vladímir Putin siga financiando la incursión militar en Ucrania. Watkins alerta de que el Kremlin mantiene activas a corto plazo las tres cuartas partes de su capacidad de embarque de su crudo por vías marítimas, como posible reacción de pivotar su producción hacia Asia.

Obstrucciones a las represalias del G7

La idea del G7 es interceptar el misil energético de la OPEP+ y dirigir la cotización del barril a la horquilla marcada desde la Casa Blanca de entre 40 y 75 dólares, que ha regido los designios de la diplomacia económica americana en los últimos mandatos. Aunque durante la era Trump la aplicación fue más tenue, la Administración estadounidense no ha dudado en soltar amenazas veladas contra la OPEP por la vía judicial con medidas antitrust, la imposición de leyes anti-OPEP o lanzar un mensaje directo a Arabia Saudí avisando del final de las inversiones privadas, la interrupción del flujo de transferencia tecnológica y las garantías de seguridad a Riad.

La secretaria del Tesoro americana, Janet Yellen, ha situado el tope en torno a los 60 dólares para el barril WTI –8 más para el Brent–. Este límite se puede concretar antes de la cumbre de diciembre del G7 del 5 de diciembre, que coincide con el inicio del embargo europeo al petróleo ruso y sus restricciones asociadas al transporte y a los contratos de seguros marítimos.

Con independencia del acuerdo, la receta del G7 encontrará dificultades si no logra una lista de adhesiones fuera de su órbita de influencia y, más concretamente, entre mercados emergentes que se alejen de los intereses geopolíticos de Moscú. De un lado, para que sea eficaz la represalia en un negocio que hace oscilar el precio de entrega una vez embarcada la mercancía, sometida a cambios de rumbo constantes. Por otro, admiten fuentes de las cancillerías occidentales, para impedir que funcione el corredor Rusia-Irán-Irak-China.

Fuentes de la industria petrolífera se decantan por que Rusia asegure sus cauces de venta. “En pocas semanas, movilizará el 90% mediante petroleros”, lo que induce a pensar que mantendrá los 7,8 millones de barriles diarios que exportaba al inicio de la guerra en Ucrania. Esta cifra tan alta es a pesar de que ha reducido substancialmente sus 2,7 millones de barriles de crudo a Europa y otros 1,5 millones de derivados, especialmente gasóil, según la AIE.

Irán ha ofrecido a Putin su “habilidad y experiencia para eludir las sanciones”, a través de Irak, como explicó a finales de 2020 el que fuera ministro de Petróleo, Bijan Zangeheh: “Lo que nosotros exportamos no es bajo el nombre de Irán; asumimos cambios de documentos y especificaciones en las rúbricas comerciales”. Para Zarif, “si hay un arte que dominamos a la perfección y del que podemos ilustrar a nuestros aliados es el de la evasión de embargos”. Además India y China están en disposición de acoger con las brazos abiertos el petróleo ruso a precios convenidos.

Beneficios caídos de cielo… para empresas y petroestados

En el orden interno, Biden ha urgido al Congreso a que considere tramitar con urgencia un plan para “elevar la presión fiscal sobre los beneficios extraordinarios” de las firmas petroleras y gasísticas ante el encarecimiento de los combustibles. El elevado precio de la gasolina y del gasóil, que superó los 5 dólares por galón este verano, están mermando las opciones demócratas de alcanzar la doble mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado en la próxima cita con las urnas del 'midterm'. La intención inicial es que se aplique un gravamen a las compañías que superen unos márgenes de beneficios del 10%.

“Resuta inaceptable –admitió Biden– que las petroleras obtengan ganancias récord en medio de la espiral de inflación que nos asola”. ExxonMobil y Chevron, las dos supermajors americanas, rebasaron los 30.000 millones en ingresos netos entre julio y septiembre pasados respecto al mismo periodo del año pasado. Una propuesta que parece asumir el CEO de Shell, Ben Van Beurden, para quien el sector energético “debe estar preparado y aceptar” una subida de la presión fiscal como contribución al esfuerzo de la sociedad civil. Shell ganó más de 9.000 millones de dólares en el tercer trimestre, cantidad que sitúa a la petrolera angloholandesa en disposición de superar sus beneficios anuales récord de 2008 (31.000 millones de dólares).

El pago de dividendos a accionistas de Exxon Mobil, Chevron, Shell y TotalEnergies se aproxima a los 100.000 millones de dólares, mientras destinarán a reinversiones en sus core businesses 80.000 millones este año, según calcula Bloomberg.

Sin embargo, desde American Petroleum Institute, su presidente y CEO, Mike Sommers, reclama a Biden “medidas de equilibrio entre la oferta y la demanda”, desajuste al que achaca la subida de los precios del gas, del gasoil y de la gasolina, en vez de “proponer una subida de impuestos sobre las firmas nacionales que compiten globalmente para producir los combustibles que precisa el mercado americano”.

También desde el FMI se llama la atención sobre el lucro excepcional entre los productores de Oriente Próximo y Asia Central, que valora en más de un billón de dólares en el periodo 2022-26. Esta bonanza –alerta el Fondo Monetario– tendrá especial incidencia en las arcas de Arabia Saudí y sus cinco emiratos vecinos con los que configura el Consejo de Cooperación del Golfo. Todos ellos serán los grandes ganadores de esta década a pesar de la llamada a emprender la transición energética hacia las emisiones netas cero.