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Las pólizas por riesgos políticos se disparan entre las empresas ante la incertidumbre global

Edificios en Ucrania destruidos por el bombardeo de tropas rusas.

Ignacio J. Domingo

6 de mayo de 2023 22:04 h

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Hubo un tiempo, en la primera década del siglo, en el que los seguros de crédito a la exportación mezclaron en sus pólizas las coberturas de riesgo económico -básicamente impagos-, y político, aquéllas que incidían en amenazas como golpes de estado y, en menor medida, en cambios en la seguridad jurídica de los negocios o nacionalizaciones de empresas e industrias.

Entonces, las firmas aseguradoras que operaban en el sector exterior consideraron que, desde una perspectiva mercantil y corporativa, ofrecer una póliza híbrida era una opción idónea también para sus clientes. En plena siesta geoestratégica de la post-Guerra Fría, con la globalización con viento en popa tras la adhesión de China en la OMC y sin altercados comerciales e inversores dignos de mención, pese al conato de guerra de civilizaciones que emergió tras el 11-S.

El credit crunch de 2008 fue, sin embargo, lo que devolvió la estrategia de los seguros de crédito a la exportación a su concepción original. El tsunami financiero potenció de nuevo las pólizas de cariz económico ante las restricciones de los préstamos, la crisis de la deuda global y la compleja y urgente extirpación de los activos tóxicos de los bancos tras el prolongado periodo de bonanza de los vehículos de inversión de alto riesgo -swaps, derivados o estructurados- y su combinación con la fase de permisividad en la concesión de hipotecas.

Del mismo modo que la Gran Pandemia, el energy crunch y la guerra de Ucrania, han propiciado la irrupción de los seguros de cobertura política, en una época en la que se ha conjugado el alto voltaje geoestratégico con una incierta espiral inflacionista, desconocida desde los años ochenta, y una rampante y desatada escalada de tipos de interés.

El oscilante ciclo de negocios post-Covid son años en los que vivimos peligrosamente. Las empresas están obligadas a adecuarse a cambios repentinos, fulgurantes y de calado, y en los que las pólizas, bien políticas o económicas, reclaman sus propias corazas para abordar los desafíos venideros.

Así lo refleja un estudio que acaba de publicar la multinacional británica WTW en colaboración con la consultora Oxford Analityca en el que el 93% del medio centenar de ejecutivos elegidos para formar parte de un panel de compañías con vocación global a los que se les sometió a una serie de entrevistas en profundidad sobre sus negocios, reconoció que sus firmas habían perdido ingresos por la inestabilidad política. Un 35% más que en la encuesta de 2020.

Dentro de una convicción generalizada de que este año -y el siguiente- van a afrontar mayores turbulencias que en 2022 y con la asunción de que el orden mundial de las últimas décadas, con el grado de libertad en las transacciones de capitales, mercancías y servicios que la globalización ha creado alrededor del mundo, ha tocado a su fin.

Las multinacionales toman posiciones ante el decoupling

Elisabeth Braw, investigadora del American Enterprise Institute, rubrica este nuevo rumbo en su columna de opinión en Foreign Policy. “Las empresas piensan que ya no pueden ignorar nunca más los riesgos geopolíticos”, aduce, antes de recordar que “apenas unas semanas después de la invasión de Ucrania se produjo una fuga masiva de capitales”. La petrolera BP se desprendió el 19,75% de su accionariado en el gigante gasístico ruso Rosneft y se desvinculó de sus dos joint-ventures, dejando de ingresar más de 20.000 millones en el primer trimestre de 2022. Mientras la alemana DIY, matriz de la compañía de bricolaje Obi Baumarkt, dejaba sus centros a empresas rusas por 10 euros, el banco italiano UnitCredit perdía 1.300 millones, la petrolera americana ExxonMobil más de 3.000 y la firma sueca de ropa H&M cerca de 200 millones.

La huida del mercado ruso ha supuesto para varias multinacionales de distintos sectores y de diversas nacionalidades caídas substanciales de beneficios que el estudio relaciona con el repunte de la peligrosidad. Como lo demuestra -inciden sus expertos- el que el 68% de las empresas exteriores adquiriera una póliza de riesgo político en 2022, con coberturas sobre conflictos bélicos, guerras civiles o golpes de estado, y a las que se han incorporado expropiaciones por motivos políticos, entre otras posibles amenazas. El dato del año pasado está muy por encima del 25% que registró el estudio de 2019.

Pero hay otros temores fundados por parte de los ejecutivos. En la encuesta sobre 2022, el 16% predijo una aceleración significativa de la desglobalización, cota que ha subido hasta el 48% en la de 2023, mientras otro 38% atisba una fragmentación lenta, pero constante. De igual modo que se ha intensificado el presagio de que el decoupling en dos bloques, uno liderado por EEUU y otro, por China, está próximo. La porción de quienes creen en esta ruptura de estructuras comerciales ha pasado del 12% al 42% en un año.

Los riesgos geopolíticos han crecido a raíz de los sucesivos bloqueos de la Casa Blanca a la exportación al gigante chino de tecnología made in USA o a la venta de componentes y semiconductores y de la réplica de Pekín, con imposiciones sancionadoras a multinacionales estadounidenses y de otros países.

“Es un auténtico océano de cambios para las compañías”, explica Sam Wilkin, director de riesgos políticos de WTW, lo que “confiere a sus directivos unas responsabilidades y unas actitudes más exigentes ante las amenazas geoestratégicas”. Es, a juicio de Braw, “un viraje perceptivo que les genera una inquietud constante” y que emana de la guerra de Ucrania, en primer término, y de la confrontación entre EEUU y China, inmediatamente después. “Las empresas han empezado a tomarse los conflictos especialmente en serio”.

El 20% de estos ejecutivos achaca sus pérdidas de 2022 a Moscú o Kiev, mientras un 48% señala a alguno o varios de los socios BRICS -Brasil, Rusia, India, China o Sudáfrica- y, en general, a la incertidumbre de la guerra en suelo europeo y las potenciales hostilidades en el Pacífico por Taiwán. También mencionan a Corea del Norte e Irán como agentes que alteran el orden mundial y con poder para impactar en sus negocios y distorsionar sus cuentas de resultados.

Déficit de predicción analítica de las firmas occidentales

Simon Bergman, CEO de M&C Saatchi World Services, un grupo de comunicación con dimensión global, lo enfoca desde otro ángulo: “Occidente también desvela una falta de habilidad palpable para predecir comportamientos de los estados, pese a que los directivos de sus multinacionales deben valorar cada gesto diplomático y económico”. Resulta “sorprendente” que se manifiesten ahora especialmente pesimistas sobre las posibilidades de que en los próximos doce meses vaya a aclararse el panorama de riesgos, precisa.

Otro informe reciente, el Barómetro de Riesgos 2023 de Allianz, refrenda a lectura geopolítica de su rival WTW, pero añade a su lista de amenazas latentes y destacadas para las empresas una serie de focos de preocupación adicional. En su clasificación, los incidentes cibernéticos ocupan el primer escalón por tercera vez en la historia de su diagnóstico anual. En esta ocasión, delante de la interrupción de los negocios y de la evolución de la coyuntura macroeconómica, que salta del décimo al tercer lugar del escalafón y en la que se encuadran peligros como el descontrol de las inflaciones, la volatilidad de los mercados o los pronósticos de recesión.

Los ciberataques han ocasionado más de un billón de dólares en pérdidas en 2022. El 33% de los encuestados por Allianz los sitúan como la mayor de sus preocupaciones ejecutivas. Aunque en casi sintonía con su temor a futuras disrupciones en las cadenas de valor, a un deterioro de los cuadros de mando macroeconómicos o a nuevos episodios de crisis energética. Todos ellos, con claros vasos comunicantes con los riesgos geopolíticos y financieros. Puede ser sorprendente pero estos riesgos están por encima de aspectos como las reformas regulatorias, las catástrofes naturales, el cambio climático o el déficit para contratar talento y cubrir puestos laborales.

Wilkin sintetiza este estado de ánimo en el que se señala a Rusia y China como los escenarios con mayores posibilidades de pérdidas de beneficios por riesgos políticos, por delante de India, Brasil y Reino Unido, debido a las secuelas aún sin resolver del Brexit, en “la honda preocupación que les suscita un encontronazo entre el bloque occidental y el oriental”. Como lo demuestra el hecho de que, en 2020, las mayores amenazas de los directivos se dirigían a los mercados iraní y venezolano y a las economías de Zimbabue, Angola y Libia. En opinión de las firmas de EEUU, Europa, Japón y del resto de sus naciones aliadas -explica Wilkin- el gigante asiático representa un “competidor sistémico” de primer orden con plena capacidad para poder alterar de un modo substancial la arquitectura financiera y la globalización comercial.  

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