Los primeros indicios de insolación y cómo detectarlos al momento

Hace apenas unos días se estrenaba la temporada de verano, con todas sus bondades y contrariedades. Días más largos y rutinas un poco más relajadas se combinan con unas temperaturas que cada año son un poco más altas: durante décadas los registros de días cálidos son récord, superiores a los esperados, y con un aumento de las temperaturas máximas. Los tres últimos años han sido, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, los más cálidos y los diez con mayor temperatura media desde 1961.

A mediados del pasado mes de mayo el Gobierno español activó el Plan Nacional de Acciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud. Hasta el 30 de septiembre, este plan tiene como finalidad prevenir y mitigar los efectos negativos del calor excesivo sobre nuestra salud, especialmente entre los más vulnerables, como ancianos, mujeres embarazadas, niños, enfermos crónicos y colectivos que realizan su trabajo al aire libre.

Porque, a medida que aumentan las temperaturas verano tras verano, también lo hace el riesgo de enfermedades relacionadas con el calor y, aunque las ganas de sol y playa nos reclamen, es importante medir las consecuencias que puede tener una exposición excesiva al sol y el calor para prevenir problemas como una insolación, que se produce como resultado de una combinación de deshidratación y sobrecalentamiento corporal. ¿Cómo podemos saber que estamos sufriendo una y qué debemos hacer para prevenirla?

El impacto de las altas temperaturas en el organismo

Lo primero de todo es importante saber cómo afrontar el calor para ponerle remedio. Y, para ello, antes es necesario conocer los efectos que puede tener en el organismo. Como explica la Doctora María Teresa Cerdán Carbonero, jefa del Servicio de Urgencias del Hospital Universitario General de Villalba, “el calor extremo produce cambios en nuestro metabolismo encaminados a disipar el calor y proteger así las estructuras internas”.

En condiciones normales, el cuerpo tiene la capacidad de controlar y regular su temperatura. Cuando se produce una insolación, este mecanismo se ve sobrepasado, “se incrementa la pérdida de agua y electrolitos a través del sudor y los vasos sanguíneos se dilatan produciendo cambios en la tensión arterial”, advierte la Doctora Cerdán Carbonero.

Cuando esto sucede, la temperatura corporal aumenta de manera rápida y no puede enfriarse. Como el cuerpo necesita mantener el equilibrio funcional, este responde “aumentando la frecuencia cardiaca y fomentando el equilibrio hidrosalino, lo que conlleva un estrés metabólico que afecta sobre todo a niños pequeños, ancianos y personas con afecciones cardiovasculares o enfermedades crónicas”, explica la Doctora.

¿Por qué sufrimos una insolación?

La exposición al calor excesivo puede derivar en problemas como la insolación, un término que se usa para referirse a la exposición excesiva al sol y que suele ser de gravedad variada, “desde malestar, a dolor de cabeza y eritema solar leve, hasta situaciones graves de fiebre y deshidratación”, afirma Cerdán Carbonero. La insolación suele enviar unas señales que, cuando aparecen, en la mayoría de los casos ya es tarde porque ya ocasionan un daño en el organismo.

Como indica Cerdán Carbonero, debe prestarse atención a síntomas como la sed, la sudoración, la piel enrojecida, el cansancio extremo y el aumento de la frecuencia cardiaca. “Si aparece fiebre o alteraciones del nivel de conciencia estamos ante una situación muy grave”, advierte la experta.

Aunque suelen confundirse, el golpe de calor es una entidad clínica muy grave, “potencialmente mortal, que se define por el aumento de temperatura corporal por encima de los 40ºC por la exposición a altas temperaturas o esfuerzo físico intenso en ambiente de calor”, afirma Cerdán Carbonero, que matiza que conlleva además una afectación neurológica como disminución de conciencia, cardiovascular y metabólica y que necesita tratamiento inmediato.

Cómo actuar ante una insolación

Cuando esto ocurre, lo primero que debe hacerse es llamar al 112, a los sistemas de emergencias. Mientras no llegan, es importante que la persona permanezca a la sombra, en un lugar fresco, donde se le puedan aplicar toallas mojadas en agua fría para reducir la temperatura corporal. En cambio, “no está indicado ofrecer agua si la persona tiene alterado el nivel de conciencia”, señala Cerdán Carbonero.

Qué hacer para evitar sufrir una insolación

La información y la prevención son las mejores opciones para prevenir una insolación. Aunque parece evidente, la primera medida para evitar problemas con el calor como una insolación es evitar la exposición al sol y las altas temperaturas. En este sentido, es importante tener en cuenta, como alerta Cerdán, que estar a la sombra no siempre evita sufrir un golpe de calor si la temperatura es alta, se realiza ejercicio físico intenso o no se toman las medidas de hidratación adecuadas.

Por tanto, intentar permanecer en lugares frescos en las horas centrales del día es clave, así como evitar el ejercicio intenso si las temperaturas son altas. Otra medida eficaz es mantener una hidratación adecuada, bebiendo abundante agua, incluso si no se siente sed; por el contrario, debe evitarse el consumo de alcohol y de altas cantidades de bebidas con cafeína ya que pueden ayudar a la deshidratación.

La ropa ligera y de tejidos transpirables también ayuda a proteger el cuerpo del calor, así como el uso de un sombrero o una gorra para proteger la cabeza.

No servirá de mucho para prevenir una insolación el uso de crema solar que, si bien sí nos protege de las quemaduras solares producidas por el sol directo, no lo hará de “la afectación por las altas temperaturas”, aclara la Doctora Cerdán Carbonero.