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Cuarentena

Vara, con el líder de la oposición José Antonio Monago, y con Cristina Teniente / Asamblea

José L. Aroca

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Como si de un infectado se tratara, y hubiera guardado una cuarentena estricta y literal desde la declaración del estado de alarma, el control de la oposición al Gobierno extremeño en sede parlamentaria, sobre la gestión de la crisis sanitaria por parte de la Junta, sale por fin del aislamiento y este jueves comparece el presidente del Ejecutivo, Guillermo Fernández Vara, para rendir cuentas de la situación y de lo hecho.

Desde la oposición, mayormente PP y Ciudadanos, venía clamándose por esa necesidad de suerte maestra en el parlamentarismo, en la que el líder del Gobierno se encierra en el hemiciclo en este caso con las tres cabezas de la alternancia política para cara a cara, con los menos guiones y textos escritos posibles, porque eso se nota y se paga, dar cuentas.

Pero claro, aquí de alguna forma rinden cuentas todos. El control vale para analizar qué ha hecho la Junta, qué dudas, que alternativas, certidumbres, inconvenientes y elementos favorables ha tenido para afrontar en su ámbito territorial que le toca, una de las crisis más graves que en las últimas décadas ha tenido España, y posiblemente la peor; pero también en el hemiciclo la oposición tiene que explicar qué ha hecho, si ha ayudado, contribuido, arrimado el hombro para conseguir un clima favorable de acuerdo con el desafío; qué ideas ha presentado aparte de su lógica y conveniente, pero no infinita, tarea de oponerse.

La queja de la oposición sobre que la comparecencia de Vara debería haber sido antes es justificada. Vale que haya que guardar un silencio, una calma, ponerse las manos a salvar vidas y no a emplear tiempo en decir cómo, durante las primeras semanas, y uno ya escribió algo sobre ello de la conveniencia de ayudar con cierto silencio porque ya llegaría el momento de tomar resuello y señalar errores; pero una cosa es eso y otra tardar 40 días de estado de alarma para una comparecencia política y parlamentariamente obligada, de la que el Gobierno central ya ha hecho varias.

Hemos perdido una semana, diez, catorce días, es cierto, como también lo es que ahora, con una cierta luz al fondo viéndose, menos en caliente, es más fácil debatir sobre la situación y las medidas de futuro. Como igualmente es verdad que desde hace un par de semanas se ha puesto un arreglo intermedio, esa comisión de Junta, Asamblea de Extremadura y grupos políticos a la que por cierto afortunadamente vienen concurriendo Ciudadanos y Unidas por Extremadura, también el PSOE, claro, pero no el PP.

Así que sí, la de este jueves en el Parlamento regional debe ser una sesión de control, de análisis, sobre la abnegada –en esta circunstancia la acción de cualquier Ejecutivo, del partido que sea, y al margen de sus aciertos, forzadamente lo es- acción del Gobierno extremeño, pero también del trabajo de la oposición. De su silencio oportuno o aviso en voz alta si procede, según el caso, y de ambos ha habido, el último caso ha sido la reclamación, atendida, de que los familiares puedan acompañar y despedirse de sus enfermos de Covid19 en los últimos momentos.

Por desgracia, y de verdad quiero equivocarme, los antecedentes de las sesiones en el Congreso de Diputados, y la línea adoptada por el PP a escala nacional y que aquí se sigue fielmente, no auguran nada bueno para esta Diputación Permanente de la Asamblea, ese minipleno con 18 diputados en representación de los 65 que forman la Cámara.

El episodio de los muertos por coronavirus en acusación lanzada por el presidente del PP José Antonio Monago, y los primeros roces habidos el lunes pasado en otra sesión por ello, no vaticinan nada favorable, y sería triste que en esta situación en la que los ciudadanos, con sus diferencias ideológicas y de afecto partidario que construyen democracia, esperan consuelo, respuestas, confianza, una mínima seguridad de futuro para su salud y su hacienda doméstica, no lo hallen en la gran cita de los representantes en quienes depositaron el poder.

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