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Bienvenidos a la privatización del fresquito: el negocio de alquilar piscinas y jardines frente al calor del cemento

Ana Ayuso

12 de julio de 2025 21:23 h

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“No hay espacios de ocio públicos que sirvan de refugios climáticos”, afirma Eva, 29 años, que vive en Barcelona y para huir del calor no le queda otra opción que quedar con sus amigos “a partir de las siete y media de la tarde”. Ella tiene la fortuna de contar con aire acondicionado en su casa, pero tendría que encenderlo durante “todo el día” para soportar las altas temperaturas, porque vive en el “piso peor aislado de esta ciudad”. Como teletrabaja, opta por las bibliotecas como el lugar en el que resguardarse, aunque es consciente de que “no son sitios para echar el rato”.

Cuando se quiere dar un remojón, ni siquiera piensa en la playa. “No es un sitio idóneo para ir. Siempre está petada y, a la que te descuidas, te roban”, dice. Tampoco por las piscinas municipales, principalmente público-privadas, que son “de pago y, aunque a ciertas horas hay descuentos, por lo general cuestan entre siete y 11 euros al día”. “Hacen esta tontería de abrir los patios de los colegios, pero no sé quién va a dejar a un niño jugando a 32°C a pleno sol”, reflexiona. En Barcelona, lo de los refugios climáticos, dice, “está muy mal montado”.

En Madrid, ciudadanos como Nacho, 27 años, se ponen “alarmas en el móvil para conseguir una entrada”, a razón de 2,25 euros por mañana o tarde y de 4,5 euros por la jornada completa, a dos días vista para poder acceder a una piscina municipal a un precio popular. Él vive en el centro, que se convierte en un desierto de asfalto en verano, y por ubicación le correspondería ir a la piscina de Peñuelas, en Arganzuela, que arrastra más de un año de obras y de la que aún no se conoce fecha de reapertura.

Sin acceso a aire acondicionado, como ocurre en el 59% de las viviendas españolas, ni piscina comunitaria en casa, como en el 76% de los pisos, según datos de Idealista, opta por un centro deportivo que se encuentra a 3,5 kilómetros de su vivienda, por cines y terrazas cuando cae el sol para refrigerarse. Refugiarse del calor en Madrid, como ocurre en Barcelona y en otras ciudades españolas, pasa por adelgazar la cartera en establecimientos comerciales y hosteleros privados, desde centros comerciales a piscinas que se alquilan por horas. Nacho no puede contar todos los días con parques, como El Retiro, que sería un plan gratuito, porque gran parte del verano están cerrados “por condiciones meteorológicas adversas”, como indican los carteles que se cuelgan en las puertas de acceso a los mismos.

No hay dónde meterse. Los parques son secarrales, no tenemos casi piscinas públicas y es imposible acceder, por lo que opto por centros comerciales o cines

A pesar de que tanto Madrid como Barcelona disponen de un sistema de transporte público más adaptado al calor, tanto en autobuses como en el metro, que en otras ciudades europeas, como París, donde “sólo cuatro o cinco líneas de metro tienen aire acondicionado”, destaca Isabelle Anguelovski, ecóloga política francesa experta en planificación medioambiental y urbana y directora del Laboratorio de Justicia Ambiental Urbana y Sostenibilidad de Barcelona (BCNUEJ, ICTA-UAB), el impacto “se siente de manera mucho más aguda” en estas capitales, porque “las olas de calor son más frecuentes, más largas y más altas”. De acuerdo con el estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), elaborado en 2023, Madrid y Barcelona acumularon un total de 922 muertes ese año por culpa de este fenómeno.

En barrios con mal aislamiento térmico, arbolado muy escaso y falta de espacios al aire libre, de cobertura verde y de parques, “la vulnerabilidad habitacional se combina con la vulnerabilidad de zonas, en las que predomina la población migrante y pobre”. En esos barrios se da algo que en el entorno de la investigación conocen como “injusticia térmica”, señala Anguelovski, y que apunta con el dedo a aquellas localidades en las que los refugios térmicos son “de pago” y dejan de ser “accesibles para todos”. Esta experta pone el ejemplo de El Raval, en Barcelona, donde en 2022 “hubo más de 120 noches tropicales, que son más de 20 grados centígrados, por lo que el calor al final se siente las 24 horas y no hay ni un momento de respiro”.

La situación se agrava en ciudades del sur. En Sevilla, con sólo cuatro piscinas públicas, una por cada 171.000 habitantes y temperaturas que superan los 40°C y mínimas que no bajan de los 25°C, las opciones son también escasas. “No hay dónde meterse. Los parques son secarrales, no tenemos casi piscinas públicas y es imposible acceder, por lo que opto por centros comerciales o cines”, relata Ana, 32 años, que antes vivía en Triana, pero se acaba de mudar a Sevilla Este, una zona con “viviendas más nuevas y piscinas comunitarias”. “Son charcas pero, al menos, me puedo dar un chapuzón al salir de trabajar”, se resigna.

Y Ana no está tan mal. En algunos barrios del centro de la ciudad, al igual que también ocurre en Granada y Almería, no sólo sufren la escasez de refugios climáticos públicos, sino también los cortes de luz que les dejan sin el pequeño respiro que conceden los frigoríficos, aires acondicionados y ventiladores, aunque el problema es mucho más grave para las personas electrodependientes, que ven cómo sus respiradores y las máquinas que les mantienen estables en sus casas se apagan.

El impacto se siente de manera mucho más aguda en estas capitales porque las olas de calor son más frecuentes, más largas y más altas

María del Carmen Priego, portavoz de Barrios Hartos, la plataforma vecinal que denuncia estos apagones, afirma que, desde Endesa, calculan que el número de afectados asciende a 40.000, pero esta organización señala que son “muchos más”. “Resulta imposible cuantificar la cifra de personas afectadas por los cortes de luz, dado que no tenemos esos datos oficiales, porque la duración, las calles, el total de edificios, pisos y hogares afectados van cambiando”, recalca Manuel Martín, Defensor del Ciudadano de Granada.

En unos barrios “vulnerables”, donde la realidad de los cortes de luz “es un síntoma más del abandono a que han sido sometidos casi desde su surgimiento”, indica Martín, sobreviven como pueden con transformadores “de hace 50, 60 y hasta más años” y con “cableado antiguo”, añade María del Carmen Priego. Las realidades de estas tres ciudades andaluzas son paralelas y cíclicas: se repiten cada verano, a la espera de que las instituciones y las energéticas actúen. Mientras tanto, la inacción deja muertos a su paso. “Cinco, entre este verano y el pasado, que sepamos”, declara la portavoz de Barrios Hartos.

“Lo que vemos y nos preocupa mucho es el nivel de infrautilización de la ayuda de los Fondos Europeos para la mejora del aislamiento y de la calidad térmica de los edificios, en comparación con otros países de Europa. Entre las ayudas y los préstamos, sólo se ha empleado un 20% de los fondos adjudicados en España, cuando en Francia o Dinamarca se ha ejecutado hasta el 70%”, evidencia Isabelle Anguelovski.

Faltan refugios climáticos públicos, surge el negocio

Ante esta realidad de veranos cada vez más sofocantes y falta de lugares públicos a los que escapar que experimentan las ciudades, ciertas empresas han detectado una oportunidad de hacer negocio. Las grandes corporaciones y los establecimientos de hostelería se benefician de quienes, como Eva, se van “de tiendas y al bar a partir de las ocho de la tarde” para resguardarse. Ana, por ejemplo, atiende a elDiario.es antes de entrar al Decathlon de San Juan de Aznalfarache para rapiñar algo de aire acondicionado.

No hay nada que el dinero no compre, ni siquiera el frío en verano. La climatización durante estos meses se convierte en un privilegio al que no todo el mundo puede acceder a través de los servicios municipales, y es ahí donde plataformas como Cocopool o Swimmy hacen el agosto. Y el junio, el julio y el septiembre. Ambas anuncian piscinas en sus páginas web por entre 20 y 130 euros por hora en la provincia de Barcelona, en la primera, o por entre 18 y 102 euros al día por persona en la Comunidad de Madrid, en la segunda web. Las propias compañías lo reconocen.

Se están multiplicando por tres las reservas en 2025 con respecto al año anterior

Diego Fernández, responsable de Servicio al Cliente de Swimmy, dice que “si hubiese más piscinas municipales o más servicios públicos para aliviar el calor en verano, muy probablemente nosotros veríamos cómo bajan los alquileres” de las piscinas privadas que ofrecen en su web. Desde esta plataforma, que nació en Francia como “un Airbnb de piscinas de gente que no las usa lo suficiente y las puedan compartir”, se muestran conscientes de que se presentan como una “alternativa ante la escasez” de las opciones de calidad que ofertan algunos ayuntamientos.

“El mercado de España, y sobre todo las piscinas maravillosas que hay en algunas zonas de España, invita a que poco a poco se fuese desarrollando sola” esta plataforma, que creció de manera orgánica en nuestro país. Con Swimmy ya instalada completamente en España desde 2019, otras empresas siguieron la misma línea. Así nació Cocopool, una plataforma que brinda alquileres de jardines y piscinas privados en 11 provincias españolas, con un coste máximo de 250 euros por hora para grupos de más de 50 personas. Edgar Granados, responsable de Marketing de la compañía, expresa que los precios de las instalaciones que aparecen en su web “los fijan los dueños, aunque nosotros hacemos recomendaciones, en función del tipo de piscina y de las personas que pueden aceptar”. Actualmente, están “multiplicando por tres las reservas en 2025 con respecto al año anterior”.

La gran mayoría de estas piscinas cuentan con “un jardín, mesas, sillas e incluso barbacoas, en algunos casos”, agrega Granados, y se suelen reservar, tanto en el caso de Swimmy como en el de Cocopool, para eventos con amigos y familia, como cumpleaños, despedidas de solteros y de solteras, bodas, comuniones y comidas grupales; aunque aún son pocos los usuarios que recurren a ellas de forma recurrente. Diego Fernández destaca, no obstante, a los cada vez más usuarios que necesitan nadar varias horas a la semana por indicación médica y “pactan una agenda regular todas las semanas con los propietarios”. La “demanda más fuerte”, señala el portavoz de Swimmy, la registran en Madrid y en el centro de España, puesto que en las zonas costeras los ciudadanos acuden “a las playas estupendas que tenemos”.

España vive una privatización total de la adaptación al calor

La falta de servicios públicos permite que haya “una mayor demanda en nuestra plataforma, pero uno de los factores que creemos que nos beneficia es la exclusividad”, añade Edgar Granados, que evidencia que “es bastante complicado encontrar una piscina municipal con mesas en sombra, donde se pueda poner la música que cada uno desea y que se convierta en la casa de los usuarios casa durante unas horas”. De esta uberización de los refugios climáticos no sólo se benefician estas plataformas, sino también las piscinas de los hoteles de lujo que ofrecen pases de día y las habitaciones por horas con aire acondicionado.

España vive una “privatización total de la adaptación al calor”, asegura Isabelle Anguelovski, y ese fenómeno se refleja especialmente en Madrid, una ciudad que cierra con frecuencia sus parques y que reparte su arbolado “de manera muy desigual”. “Si se cierra El Retiro, se priva a gran parte de la población de este espacio de refugio”, critica la experta en planificación medioambiental y urbana, que agrega además que “Madrid es la capital más retrógrada de Europa a nivel ambiental”, por su escasa inversión en “prevención y adaptación” al calor. Ante las injusticias térmicas que cometen los consistorios, los ciudadanos que pueden permitírselo recurren a refugios climáticos de pago.