Una camarilla que fabrica pruebas

Hace seis años, Mariano Rajoy tenía “la convicción moral” de que había sido ETA; y, ante tamaña evidencia procesal, el PP presentó más de 500 preguntas parlamentarias sobre el ácido bórico o los “pelanas” de Leganés, alentando durante toda la legislatura la teoría de la conspiración. Hace tres años, la sentencia del 11-M les quitó la razón, pero a ellos les dio igual; nadie rectificó. “No están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas”, siguió repitiendo Aznar.

Hace algo más de un año, estalló el caso Gürtel; y Rajoy denunció ser víctima de una conspiración “contra el PP”. Hace nueve meses, María Dolores de Cospedal acusó al Gobierno de ordenar pinchazos telefónicos ilegales; de convertir España en un “estado policial”. Hace cuatro, varios ciudadanos presentaron una denuncia, citando a De Cospedal ante el juez para que presentase alguna prueba o rectificase. Hace diez semanas, la secretaria general del PP no hizo ni una cosa ni la otra: no acudió ante el juzgado, pero tampoco se disculpó.

Hace cuatro semanas, Mayor Oreja culpó al Gobierno de ser “aliado potencial de ETA”, de abrir una nueva negociación. Dos días después, Rajoy aclaró que al ex ministro había que escucharle cuando hablaba de ETA, que él lo hacía. Y esto era todo lo que tenía que decir.

Hace cinco días, Álvarez-Cascos acusó a la Policía de tener “una camarilla que se dedica a fabricar pruebas” contra el PP. Hace tres, Arenas y Mayor Oreja respaldaron esa nueva conspiración. Hace 48 horas, De Cospedal presentó las aplastantes evidencias: “Algunos mandos policiales han pretendido manipular seguramente algún tipo de informe [de la Gürtel]”.

“Seguramente”, y quién quiere más pruebas. Hace tanto que mienten, que ya no les importa un poco más.