“Cuando me fui a la cama, después de escribir la crónica, me sentía como un boxeador sonado”. Mi amigo Pedro de Alzaga pasó ayer la tarde en la feria de muestras de Madrid, en la sala donde los familiares de las víctimas esperaban para reconocer a los cadáveres.
“El silencio se mezcla con el llanto, el llanto se mezcla con la esperanza y la esperanza despierta cuando suena el timbre de un móvil. Una mujer descuelga el teléfono y escucha la voz de su hijo al otro lado. Está bien. No puede contener un grito de alegría y empieza a comentar con el resto de personas la noticia. No se da cuenta de que su felicidad acrecienta la desazón del grupo. La mujer se va, y los demás siguen esperando.”