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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder
Sobre este blog

A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.

Intolerancia

Pedro Gómez Damborenea

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Intolerancia es el título de una de esas películas míticas del cine pero que nadie ve. La rodó David Wark Griffith en 1916 y quiso ser un canto pacifista a través de cuatro historias. Es solo una película vieja hecha por el criticado director de ‘El Nacimiento de una nación’, película por la que siempre ha sido recordado como un racista. ¿Quién soy yo para determinar si Griffith era un monstruo o un santo? Nadie. No es el propósito de estas líneas hacer crítica cinematográfica y menos valorar la condición humana de un reconocido pionero del cine. Solo he recurrido a él para hablar de la intolerancia, el sectarismo o la verdad absoluta.

Me sorprende mucho que en los análisis de los medios de comunicación se pregunte a los representantes políticos cómo va a ser posible pactar con los representantes de otros partidos si sus programas son diferentes. Me sorprenden mucho las afirmaciones absolutas de quien, sin hablar de contenidos, dice que no se fía de las personas con las que va a pactar; motivo por el que establece condiciones previas a cualquier acuerdo. Me indigna aún más que se recurra a ETA como justificación contraria al pacto de fuerzas democráticas. Muchos hemos padecido a ETA como para que ahora se juegue así con el dolor. Me parecen lamentables los vetos a quien arriesga por parte de aquellos o aquellas que no se han atrevido a dar un paso al frente y que parece que solo lo harán si antes toda la tierra queda quemada.

Sectarismo nacional o intolerancia. Pactar implica ceder y no poder hacer lo que uno quiere, sino lo que se puede fruto de un acuerdo programático que ayuda a construir una mayoría más amplia. Hace pocos meses oímos a muchos, y a algunos especialmente, decir que había terminado el tiempo de la izquierda y la derecha. Este mensaje caló en gentes de toda condición pese a que era mentira. La política en un sistema constitucional representativo exige desde mi punto de vista reconocer el principio liberal de ciudadanía y de pluralidad y a veces se nos olvida.

Existen izquierdas y derechas, pero eso no quiere decir que las llevemos a los extremos y nos aproximemos peligrosamente a la intolerancia. Por mucho que alguien considere que hacerlo puede llevar a lograr un puñado de votos. Durante toda mi vida he oído hablar de las dos Españas y su superación por el proyecto común. Si uno pregunta, a todo el mundo le horroriza que alguien pueda hablar de dos Españas y, por supuesto, no hay un solo español que desde su posición sienta que promueve esta brecha, pero se hace.

Sencillamente se hace porque estratégicamente puede beneficiar. Siempre he pensado que, independientemente de mi posición personal, hay gente decente en las derechas y en las izquierdas, en todo el espectro político. Gentes con las que se puede discrepar y acordar. Pero también creo que hay gente indecente en todas partes y gente que solo acepta su posición y su verdad absoluta y es incapaz de ceder ante el adversario. Es dramático pero es real y en estos días lo vemos claramente. ¿Cómo es posible que haya una sola persona en nuestro país a la que le parezca bien que Salvador Dalí desaparezca del callejero por franquista? ¿Cómo es posible que haya gentes a las que les parezca bien que unos titiriteros con una obra que puede que no sea muy afortunada pasen cinco días de prisión preventiva sin fianza por enaltecimiento del terrorismo? Ambos ejemplos y muchos más son lamentables.

¿Quién tiene la verdad absoluta? Yo tengo la mía y la defiendo cuando discuto, pero sé perfectamente que no es más que la mía y que no existe nada absoluto en el pensamiento. Es muy patrio lo del sectarismo pseudointelectual, pero no deja de ser lamentable e incitador de la intolerancia. No hablamos ni de vieja ni de nueva política, hablamos de la necesidad de aceptar al que piensa diferente y de construir y disfrutar de un proyecto común de libertad donde no sea obligatorio que todos pensemos igual.

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A pesar de que tiendo a quererme me cuesta definirme y decir lo que soy. Periodista, empresario, analista, abogado economista, politólogo, ... Me gustan poco las etiquetas pero me quedo con la de ciudadano activo y firme defensor de la libertad de prensa. He trabajado en la tele y en alguna revista, salgo de vez en cuando en la radio pero lo sitios donde más tiempo he trabajado han sido el Gobierno vasco y el diario El País. Lo que siempre he buscado en el trabajo es divertirme y que me dé para vivir.

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