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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Sí al modelo Mondragón. Funciona

Cuando uno entra en una fábrica se suele encontrar máquinas que hacen cosas sorprendentes. Artilugios complejos capaces de mecanizar las piezas más complejas que uno se pueda imaginar para cualquier sector industrial. Son las llamadas máquinas herramientas, que con un alto desarrollo tecnológico permiten a las empresas ser más competitivas. España es una pequeña potencia europea en este ámbito gracias a empresas como el Grupo Danobat, una pujante cooperativa de Mondragón. Estas mismas máquinas llevan unas pantallitas en una caja que sirven para controlarlas y que fabrica con éxito mundial Fagor Automation, otra cooperativa. La lista de cooperativas industriales es larga, aunque poco conocida.

Los ascensores de Orona compiten con los de las grandes multinacionales, las estructuras de Urssa sorprendieron a Frank Gehry cuando diseñó el Museo Guggenheim, los componentes de Maier están en todos nuestros coches y podríamos seguir con Batz, Fagor Arrasate, Copreci, Orlik... La lista ilustra éxitos de negocio cooperativo. Todos impulsados por la filosofía de un cura de perfil social hace ya 50 años, José María Arizmendiarrieta.

Fagor Electrodomésticos está en una situación delicada, pero es solo una pata del grupo Mondragón. Es el 7% del empleo y el 9% de las ventas de un grupo que emplea a 80.000 personas y que cuenta con una división industrial, otra financiera (Laboral Kutxa) y otra de distribución (Eroski). Es una estocada difícil, pero nada que no hayamos visto en otras empresas con formas societarias más comunes.

Matar el modelo cooperativo y matar a Mondragón porque fracase uno de sus negocios es absurdo. El hecho de que los trabajadores sean los propietarios no impide que se gestione mal o que se caiga el mercado. Fagor Electrodomésticos ha sido víctima de un exceso de ambición, al comprar el grupo francés Brandt en 2005, combinado con la burbuja inmobiliaria y la caída del consumo.

Casi con toda probabilidad Mondragón está viviendo el peor momento de su historia. Por motivos varios se ha iniciado un linchamiento colectivo y una descalificación del modelo. Lo primero que se debe tener claro es que en una cooperativa los trabajadores son los dueños de la empresa, para lo bueno y para lo malo. En los beneficios y en las pérdidas. Lo segundo, es saber que las cooperativas de Mondragón tienen unos mecanismos de solidaridad y recolocación que no existen en ningún otro tipo societario, mecanismos de economía social. Y lo tercero, es que Mondragón es un conglomerado empresarial federal de solidaridad, representación y cooperación, pero cada empresa tiene vida propia y no se consolidan los resultados.

El futuro de Fagor Electrodomésticos es incierto, pero el daño que esta crisis está haciendo al grupo es injusto en lo social y en lo empresarial. Tal vez Mondragón debiera ser capaz de levantarse y gestionar la crisis con transparencia. Está recibiendo acusaciones de que no lo hace, pero un problema de comunicación no inhabilita un modelo empresarial que ha generado bienestar y riqueza y que debe seguir haciéndolo.

Cuando uno entra en una fábrica se suele encontrar máquinas que hacen cosas sorprendentes. Artilugios complejos capaces de mecanizar las piezas más complejas que uno se pueda imaginar para cualquier sector industrial. Son las llamadas máquinas herramientas, que con un alto desarrollo tecnológico permiten a las empresas ser más competitivas. España es una pequeña potencia europea en este ámbito gracias a empresas como el Grupo Danobat, una pujante cooperativa de Mondragón. Estas mismas máquinas llevan unas pantallitas en una caja que sirven para controlarlas y que fabrica con éxito mundial Fagor Automation, otra cooperativa. La lista de cooperativas industriales es larga, aunque poco conocida.

Los ascensores de Orona compiten con los de las grandes multinacionales, las estructuras de Urssa sorprendieron a Frank Gehry cuando diseñó el Museo Guggenheim, los componentes de Maier están en todos nuestros coches y podríamos seguir con Batz, Fagor Arrasate, Copreci, Orlik... La lista ilustra éxitos de negocio cooperativo. Todos impulsados por la filosofía de un cura de perfil social hace ya 50 años, José María Arizmendiarrieta.