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Sobre este blog

Un punto de encuentro para reivindicar la política desde las organizaciones juveniles de los principales políticos vascos. Opiniones que se cruzan, se encuentran, que comparten puntos, que salen de un lugar y llegan a otro y que conviven. Jóvenes comprometidos con la política que encuentran en Gaztebiltzarra una parada para debatir.

Educar en el consumo responsable (JSE-Egaz)

Alain Coloma / Alain Coloma

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Se ha hecho mucha demagogia en torno al botellón desde que, más o menos en 2007 surgiese el movimiento de “macrobotellones” y la respuesta de la mayoría de administraciones fuese las “ordenanzas antibotellón”. A quienes hemos mantenido que era mucho mejor hacer políticas inclusivas, educativas etc. se nos tachó poco menos que de locos y de fomentar el alcoholismo. El tiempo nos ha dado la razón, en que las ordenanzas represivas, que educaban en el no consumo mediante la multa, no negociadas con los jóvenes, lo único que han provocado es que el botellón se mueva y vayan a lugares más insalubres, no que desaparezca.

Y creo que conviene dejar algunas cosas claras, porque los y las jóvenes, no podemos permitir que se pretenda ofrecer una visión sesgada y manipulada de la realidad criminalizando a la juventud.

En primer lugar, el botellón, no deja de ser una manifestación más del binomio cultural “fiesta-alcohol”. Una manifestación que no deja de ser una respuesta joven al encarecimiento abusivo del precio del alcohol que se ha venido practicando desde el gremio de la hostelería.

En segundo lugar, respecto al botellón en sí mismo, como jóvenes responsables, es evidente que nos preocupa el posible exceso en el consumo de alcohol, sobre todo en algunas edades. Pero debe quedar claro que el consumo de alcohol no es una responsabilidad de la juventud, sino de una sociedad cuya cultura asocia desde que nacemos el alcohol a la fiesta. Es por eso que yo me niego a aceptar como válido, que si las instituciones quieren erradicar el consumo, ataquen únicamente la fórmula del botellón.

En tercer lugar, y consecuencia de lo anterior, a mi entender, se practica la hipocresía institucional cuando se criminaliza el botellón y no se ataca, por ejemplo, el consumo de alcohol en los bares, discotecas y pubs que, no es casualidad, pagan impuestos municipales.

En cuarto lugar, la actitud de las instituciones, salvo excepciones, no ha sido apropiada, en muchas ocasiones, para tapar que su programa de ocio alternativo no contenía ofertas apropiadas y convincentes para la juventud y en otras simplemente para mirar hacia otro lado ante la presión de los y las vecinos. Es por eso que cabe fijarse en ejemplos como Portugalete, gobernada por socialistas, en su relación a todo el área de drogodependencias: siempre pactando con los y las jóvenes, siempre dialogando, nunca prohibiendo, siempre afrontando la realidad, nunca mirando hacia otro lado. La campaña Kolokon, premiada en innumerables ocasiones, es una muestra de ello.

En quinto lugar, consideramos “hacer litros”, como se dice en Euskadi, diferente (o así debería serlo) al mejor hecho de beber sin más. Es mucho más y la responsabilidad de lo público no es prohibirlo (para que se acabe desplazando a otro lugar), sino que es, o debería ser, fomentar que se convierta en un evento con alternativas dentro del propio modelo que los jóvenes deciden tener: un fenómeno de ocio con más alternativas que simplemente beber de una botella. El botellón es un movimiento de rebeldía ante la falta de alternativas reales y baratas.

Y es verdad, que el botellón choca en innumerables ocasiones con la convivencia con los y las vecinos. Por eso es verdad, que es necesario conjugar el derecho de los y las vecinos a disfrutar de sus barrios y viviendas sin ser molestados injustificadamente, con el derecho de los y las mayores de edad de practicar el botellón – lo deseable sería que de forma responsable- en sus jornadas de ocio. Pero esto no se consigue acabando con el botellón sin más, ya que, como he advertido, los problemas de convivencia han sido muy anteriores a la generalización de los botellones entre la juventud vasca.

Por tanto, si el botellón ha de ser regulado, lo debe ser en el sentido de ofrecer espacios a la juventud vasca donde practicarlo. Eso sería una política valiente, y no la contraria, que supone mirar hacia otro lado. Una política que en vez de evadir el problema, se preocupa porque, ya que el botellón se va a dar, al menos la juventud tenga las condiciones de seguridad y salubridad mínimas.

¿Es mucha locura pensar en la creación de Litródromos Municipales? ¿Es fomentar el alcoholismo preocuparse por aislar el ruido, por tener buenas medidas higiénicas y sanitarias, por fomentar la música o la creatividad, o actividades alternativas pero dentro del mismo “evento” del botellón?

Es sólo una medida más. Pero en cualquier caso, sean cuales sean las medidas a tomar, esas no pueden ser represivas. No podemos taparnos la mirada ante la realidad: que toda la sociedad desde el nacimiento asocia la fiesta al alcohol y el alcohol a la fiesta. Que la juventud mayoritariamente ha decidido un modelo de fiesta y compañía de amistades que se llama botellón. Y ante estas dos realidades, desde Juventudes Socialistas siempre hemos creído en educar en el consumo responsable como mejor garantía de hacer frente al fenómeno de las drogodependencias legales, y evitar todo lo contrario, la educación en el no consumo. Educar desde la visión del problema, no desde mirar hacia otro lado.

La política no tiene que estar encaminada a prohibir por que sí, y menos de forma arbitraria y sin hablarlo con los y las jóvenes. Sino a convencer, a buscar puntos de encuentro.

Y así, y sólo así, podremos conseguir aunar el legítimo derecho de los y las vecinos a vivir sin ruido, con el igualmente legítimo derecho de todo ciudadano o ciudadana a pasárselo bien, en condiciones salubres, con el modelo de ocio que decida.

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