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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

No es la paz, es el relato, estúpido

Ofrenda floral a una víctima de ETA

Alain Coloma

Dice el “artesano de la paz” o, mejor dicho, dice “la sociedad civil que va a desarmar a ETA” que el desarme será “respetuoso con las víctimas del conflicto” que hay, eso sí “en los dos campos”, conflicto que, por supuesto “nació con el golpe de Estado de 1936”.

Al mismo tiempo, el “hacedor de la paz” Arnaldo Otegi, a quien no niego su contribución para sacar a la izquierda abertzale del discurso de la violencia, pero tampoco le borro de un plumazo sus piedras en la mochila, lleva desde el viernes echando pestes de España y Francia, y de “los que no quieren la paz” en clara referencia a que ellos, su estrategia, su relato si quiere la paz, y el resto, que les hemos derrotado, no. Diría que “no tengo mas preguntas, señoría”, pero alguna consideración quizás si haya que hacer.

Desde el punto de vista aséptico, sin tener en cuenta que hablamos de un conflicto armado, el que ETA ha provocado durante 40 años, (independientemente de que haya habido otras violencias, que las ha habido), sorprende, cuando no, atenta contra el sentido común, el planteamiento intolerante de Otegi, que no deja de defender el “o conmigo o contra mí” con su “o defiendes mi paz, o no quieres la paz”. Como si los demás no tuviéramos derecho a discrepar asépticamente. Pero además, es que a algunos nos acompaña la ética del relato para discrepar.

No es habitual, pero voy a personalizar este artículo, porque creo que tenemos que juntar el microcosmos de miles de historias individuales para atajar con argumentos, el principal problema al que nos enfrentamos en la Euskadi posETA: el relato, que debe luchar contra el “buenismo”, la equiparación y la equidistancia.

Soy un joven que pronto va a cumplir 32 años, que no llegó a la política ayer, que ha trabajado por el fin de la violencia en su época final, que ha trabajado por la construcción de la convivencia, y que está preocupado ahora profundamente por el relato. Un joven que con 18 años decidió militar, entre otros sitios, en una organización política juvenil socialista y sólo por eso, ha sufrido la intolerancia, cuando no, el miedo.

La noticia de que ETA se desarma, es buena, eso nadie lo puede negar. Pero me preocupa mucho que alguien crea que es una noticia como para descorchar cava.

El cava, un cava muy caro y de lágrimas lo mismo de alegría por dejar de tener miedo, que de tristeza por el recuerdo de a quienes la vida les fue miserablemente arrebatada, descorchamos el día que ETA certificó que se rendía, que no podía más, que la democracia le había derrotado.

Lágrimas tuvimos el sábado siguiente al anuncio cuando el Lehendakari Patxi López y Alfredo Pérez Rubalcaba lloraron en público en el Kursaal, en un acto de orgullo y rabia de los socialistas resistentes hasta el final, tras 40 años de sufrimiento.

Ese joven, y personas que, como yo, han vivido muchos más años la intolerancia y que hemos contribuido no sólo a trabajar la paz sino también la convivencia, tenemos que aguantar cómo los abertzales intentan construir un relato de demonización del discurso de vencedores y vencidos, así como de construcción de un relato de demonización de la acción del gobierno frente a una ETA que quiere la paz y el gobierno no le deja. Es decir, cómo intentan deconstruir la paz y la convivencia, así como la memoria de lo sucedido.

Y también tenemos que observar con preocupación, cómo desde Podemos, no con malicia pero si con desconocimiento, se trata de enarbolar la bandera de la centralidad y el “buenismo”, entre la supuesta “discusión” de relatos.

Y miren, no puedo con el buenismo. ¿Os podéis dar cuenta de que no es casualidad que Otegi eche pestes sobre España y acto seguido el artesano de la paz hable de dos bandos (pero cambie el nombre por el de “campos”) y hable de un conflicto que viene desde el 36 y que justifica, de facto el nacimiento y permanencia de una banda terrorista incluso después de la dictadura? Es que de eso están hablando quienes intentan imponernos un relato de mentiras y manipulación de la realidad. Porque resulta, que no es la paz, ¡es el relato, estúpido!

Y miren, tampoco puedo con la equiparación y la equidistancia. No puedo con que alguien diga “es que tú estuviste muy implicado y tiene que pasar una generación”. Que yo, como tantos, estuviéramos implicados en tener miedo, no nos inhabilita del discurso de la verdad de lo ocurrido para la construcción de una sociedad digna en el que no vuelva a ocurrir.

Especialmente cuando la mayoría, hemos rechazado la violencia de ETA, y hemos rechazado también otras violencias y precisamente por ello, no encajamos en el discurso de la equiparación, porque de nada tenemos que avergonzarnos quienes nos hemos jugado la vida sólo por pensar diferente sin tener responsabilidad en las diferentes violencias que ha habido en Euskadi.

Por cierto sí, yo estuve muy implicado. En un tiempo concreto, en el tiempo final. Cuando decidí dar un paso y presentarme a ser Secretario General de una organización juvenil no nacionalista que lleva más de 110 años haciendo política en Euskadi, en julio de 2011, todavía se llevaba escolta por liderar esa organización de jóvenes de 14 a 31 años. Mi congreso fue en febrero de 2012 y fui el primer Secretario General sin escolta desde que ETA, no hace tanto, 2002, nos pusiese en el punto de mira a las organizaciones juveniles con el atentado contra Eduardo Madina que, por aquel entonces era un simple número tres de esa organización juvenil.

Durante dos años desde aquel 2012, creo que es la primera vez que lo digo en público, casi todas las organizaciones juveniles de Euskadi nos juntamos por primera vez en más de diez reuniones y en un par de viajes a Irlanda, y derribamos las paredes las trincheras que durante 30-40 años nuestros mayores no habían sido capaces de derribar. E hicimos esfuerzos por alcanzar acuerdos, y casi acordamos un texto magnífico de grandes avances y gran esperanza para una sociedad que quiere memoria, que quiere verdad, que quiere justicia y que quiere también una paz no sólo como la ausencia de violencia sino como la naturalidad de poder hablarnos y tolerarnos los diferentes.

Y si bien no firmamos a última hora, hay una parte de mí que se arrepiente, el objetivo lo conseguimos porque paz es ausencia de violencia, y paz es reconocernos los diferentes y respetarnos y tolerarnos, porque paz, no es firmar algo un día, es volver a hablarnos, paz no es dejar las armas hoy, es dejar de matar. Y, le pese a quien le pese, la paz la alteraba era ETA, y le pese a quien le pese, llegamos a ella cuando algunos empezaron a tolerar a otros que siempre les habíamos tolerado y les toleramos aunque pensamos diferente, no cuando ha querido ETA al desarmarse.

Claro que tiene que pasar una generación y por esa generación luchamos por el relato: la diferencia es que yo quiero el relato de la verdad, otros quieren el relato de la mentira partidista y no se me puede equiparar con ellos. Una mentira partidista que pretende sacar el único rédito político que les queda: el de dormir con la conciencia tranquila por el blanqueo moral que supone que algo justificase en una mezcla de muchas violencias, la que algunos o bien defendieron o no condenaron. Y nos corresponde luchar contra el blanqueo, no por venganza: yo no quiero que nadie duerma mal, pero lo que no quiero es que convenza a nadie con sus mentiras a través del “buenismo”, la equiparación y la equidistancia.

Y por esa generación, para que no cometa los mismos errores, lucho por el relato de la verdad, sin motivos partidistas. Esa generación lo verá con otra perspectiva, claro que sí, pero algunos luchan para que esa generación lo vea con una perspectiva de olvido y de equiparación. De pasar página con borrón y cuenta nueva. Y eso es lo que no puede ser.

Y lo digo yo, que he sido y soy muy crítico con la política antiterrorista del gobierno. Pero la diferencia es que un gobierno tiene legitimidad pero la responsabilidad sólo la tiene una organización terrorista.

ETA ha intentado ser un agente estos últimos años. Ha intentado aguantar para vender que no fue derrotada. Y para justificar que su violencia, nació de dos bandos iguales, y además no nace contra la democracia, sino fruto de un conflicto político que mínimo nace en la guerra civil. ETA aguanta para construir un relato. Le han dado igual sus presos y la situación de sus fugados. Porque lo importante es el relato. Y por eso acompañan Otegi “el pacifista” y los “artesanos de la paz” en el discurso de ETA. Porque nada es casualidad y porque lo que importa es el relato.

Y el relato es tan importante, que por eso es mi obligación individual pero en nombre de un colectivo, el colectivo de los y las que defendemos el reconocimiento de la verdad de lo ocurrido, convocar a los y las jóvenes de este país, a no ceder un milímetro por “la paz un Ave María” en nuestras convicciones y en nuestros principios, y no cedamos en la defensa del orgullo de quienes resistimos y de quienes nos implicamos cuando se escuchaba el ruido de las balas pasar. Que no caigamos en esa trampa.

Si no, la paradoja será que ETA nos habrá vencido justo cuando desapareció. Y no lo podemos permitir, por el recuerdo de quienes lucharon, de quienes cayeron, de quienes fueron héroes contra su voluntad: porque defendieron la libertad de todos y todas. Los verdaderos gudaris de esta historia.

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