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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Hasta cuándo?

El reto de los padres: mantener las aulas abiertas en la mente de los niños

Pablo García de Vicuña

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¿Hasta cuándo habrá que esperar para entrar definitivamente en la curva descendente de las muertes insuficientemente acompañadas? ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que las risas de las niñas y los niños inunden de nuevo nuestras plazas y calles? ¿Hasta cuándo para poder tomarse un café en condiciones? ¿Para poder charlar en nuestra terraza preferida y con nuestros amigos/as más queridas? ¿Para conocer el alcance real de la crisis económica que algunos están deseosos de justificar? ¿Y para poder acercarnos hasta nuestro rincón olvidado? ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que los justificadores de todas las desgracias decidan tomarse un descanso? ¿Y para que los líderes políticos del país sean capaces de remar en la misma dirección, aunque sólo sea durante la crisis sanitaria? ¿Hasta cuándo?

Probablemente sean las preguntas que millones de personas en el mundo se hagan diariamente desde que nos aprendimos ese maldito acrónimo de la COVID-19. Nadie, ni la comunidad científica ni, por supuesto, la política, parece tener una respuesta convincente que nos saque de este mar de dudas en que se ha convertido nuestra cotidianeidad. Y mientras esperamos, seguimos asombrándonos de la inventiva de la vecina para aplaudir cada día con una sonrisa distinta; nos sigue admirando la viveza de aquella bandera rojiblanca que aguanta intacta, esperando brillar el día de la final de Copa; y continuamos desconfiando del enésimo paseo del señor con su perro, cada vez más fatigado. Seguimos vivos, pero sin algunas respuestas necesarias.

El único colectivo que parece tenerlas, aunque nos genere muchísima desconfianza de que sean las adecuadas -las que nos gustarían y convencerían- es el económico y, más concretamente, el empresarial. Está viviendo esta etapa de confinamiento sanitario como si se tratase del apocalipsis bíblico, ante el que no cabe más solución que tirar hacia adelante sin detenerse más que lo imprescindible en la salud de sus trabajadoras y trabajadores. La mejor lectura que podemos hacer de esta ansiedad empresarial y financiera que nos acobarda es desnudar rápidamente este neocapitalismo voraz que no se detiene ante nada, ni siquiera ante la pandemia más grave conocida en toda la modernidad. Como ha hecho recientemente en un vídeo que se ha hecho rápidamente viral Rui Río, líder del PSD, partido conservador portugués en la oposición, desafiando a la banca a presentar unas cuentas con beneficio cero este y el próximo año, si no quiere sumir a todo el vecino país en la vergüenza e incomprensión más absolutas.

En un ámbito más reducido, aunque crucial para quienes andamos metidos en esto de la Educación, también deberíamos dirigir la pregunta inicial hacia la Consejería de Educación del Gobierno Vasco. ¿Hasta cuándo habrá que esperar para conocer las decisiones que afectarán al fin del curso escolar?

Llevamos prácticamente dos meses de situación excepcional y las dudas y preguntas que fueron lógicas al comienzo de la crisis sanitaria, continúan rondándonos y confundiéndonos, porque carecen de una mínima insinuación del camino por el que transitará la Consejería.

Entendimos el descontrol inicial tras el shock que produjo la paralización de la actividad docente presencial y las necesidades de adaptación que surgieron ante la nueva situación que nos llegaba: teletrabajo, provisión de equipos, coordinación con el centro, revisión de la señal telemática, modalidades de videoconferencia, asesoramiento y control del alumnado…. Nadie había sido capaz de prever un escenario así y nadie parecía entonces encontrar las respuestas oportunas.

La rapidez con la que el personal docente actuó en una situación tan excepcional es digna de celebración. Se entendió con celeridad que la crisis había llegado para quedarse entre nosotras/os durante un tiempo indeterminado y no era cuestión de dejar todo a expensas de lo que la Administración decidiese.  ¡Menos mal!, porque habríamos estado apañadas/os de esperar soluciones inmediatas. 

En el caos inicial fueron el sentido común de los equipos directivos -organizando su centro y estableciendo relaciones directas, cuando era posible, con las delegaciones de Educación- y la profesionalidad de las plantillas docentes -preparando sus materiales y contactando con su alumnado- las que iniciaron el teletrabajo y se responsabilizaron de la continuidad educativa, expuesta a nuevos retos y dificultades.

Mientras tanto, la Consejería estaba… a otra cosa. Su principal instrucción se limitaba a un sambenito repetido hasta la saciedad (atender al alumnado para que sufriera el menor retraso posible) pero sin directrices claras, sin apoyos educativos ni técnicos precisos, que aliviasen la sensación de orfandad que vivió la mayoría del profesorado en esos primeros instantes.

Pese a todo, la experiencia no ha salido tan mal, si nos atenemos a la información que la propia afiliación nos ha facilitado tras el cuestionario que pusimos a su disposición, tan pronto como intuimos la dificultad a la que se enfrentaba. Hemos sido capaces de sobreponernos a las adversidades y se ha establecido una rutina de trabajo, a la que han contribuido también con buen criterio la mayoría de las familias y del propio alumnado.

Las preocupaciones vienen por otro lado y parecen de difícil gestión. Una de ellas, quizás la principal, es conocer el estado real del alumnado -según fuentes, entre el 14 y el 20 % del total- que no está recibiendo la atención adecuada; o de ese otro alumnado que ha conocido la cara más amarga del virus en su propia familia.  Las causas son diversas y van desde el incremento de la brecha digital, la imposibilidad de disponer de dispositivos individuales -muchas familias comparten uno, incluidos madre y padre- hasta el difícil seguimiento online del alumnado disruptivo. 

La brecha educativa que se puede estar generando con este alumnado difícilmente se acortará en los próximos meses. Podemos estar en el inicio de un distanciamiento aún mayor de segregación escolar entra las dos redes vascas actuales y de confirmarse todas/os sabríamos hacia dónde dirigir nuestra mirada.

Otra preocupación que empieza a agobiar al personal docente es la falta de información concreta sobre los próximos pasos a dar respecto al final de curso escolar. Todos son dudas, no hay más certeza que las fechas fijadas para la prueba de EBAU, retrasada al mes de julio en sus dos convocatorias. El resto, flagrante nebulosa. 

Desconocemos qué pasará con la próxima OPE 2020 para cubrir las plazas vacantes de Secundaria y Formación Profesional. El Departamento, pese a conocer la opinión sindical unánime de retrasarla hasta el próximo junio del 2021 aún continúa deshojando la margarita y se plantea la posibilidad de realizarla durante el próximo curso. Para la mayoría de la comunidad educativa vasca sería una auténtica irresponsabilidad hacer coincidir el comienzo de un curso -que no será normal, visto cómo finalizará éste, con unas pruebas tan exigentes (como es una oposición) para gran parte del personal que está y estará impartiendo docencia en esos momentos.

También sigue siendo una incógnita el diseño que la Consejería prepara para el final del curso. Ignoramos cómo estará organizando la evaluación, si se planteará o no una vuelta a las clases presenciales en mayo-junio; de volver, con qué protocolos y medidas sanitarias, cómo enfrentarse al duelo de alumnado y familias tras experiencias dramáticas…

Demasiadas preguntas pendientes que el Departamento podría ignorar aduciendo simplemente que no es su responsabilidad, hasta que Sanidad no valide la respuesta sanitaria concreta. Pero ¿por qué no da respuesta a preguntas simples como la recuperación de las sustituciones, paralizadas también desde el 13 de marzo?  ¿por qué no convoca periódicamente la Mesa Sectorial para tratar asuntos en los que la opinión sindical es decisiva? ¿Hasta cuándo habrá que esperar?

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