Impulsos de futuro

Construir un país es mucho más que establecer un armazón político e institucional. Los principios, los basamentos de soberanía resultan imprescindibles. Pero la arquitectura de poder, de decisión, puede resultar insuficiente si en ella no encuentran cabida las inquietudes, las necesidades y los anhelos de la ciudadanía. El avance nacional se alimenta de múltiples estímulos que empujan una causa hacia una misma dirección. Son problemas resueltos que prueban que la iniciativa propia es válida y satisfactoria. Que convencen a quienes sostienen que el autogobierno está hecho de respuestas propias. Respuestas eficaces, que ponen en valor el principio de proximidad. El reto pasa por incorporar voluntades que se identifiquen con el proyecto. Que lo consideren suyo, con sentido de pertenencia. Acercar la mayoría política a la mayoría social. No defraudar sus expectativas. Construir la Euskadi del futuro es presentar programas plurales, inclusivos y amplios. Y en ese camino son muchas aún las cosas que nos quedan por hacer.

Somos un país pequeño en dimensiones. Y la globalización nos recuerda más que nunca en estos días tal condición. Cuando creíamos salir de la crisis que nos sacudió recientemente, despertamos a una nueva realidad mundial que nos vuelve a poner en guardia. Sabemos que no hay futuro político sin porvenir económico. Nuestra tradición industrial debe ‘reinventarse’, apostar por actividades de mayor valor añadido. Debe saber incrementar su transferencia de conocimiento. Adecuar la formación con un sistema educativo –especialmente FP y Universidad– sensible a los cambios. Con cercanía al mundo productivo y a las necesidades de las empresas. Debemos fomentar la cultura de la internacionalización a través de la suma de todos los impulsos públicos institucionales. Buscando alianzas y fórmulas de colaboración entre empresas que faciliten tamaño y solvencia a los proyectos para competir entre los mejores. Diversificando la financiación tras la experiencia reciente del apalancamiento y la excesiva dependencia del crédito bancario. Apostando por el arraigo de la base matriz de las industrias básicas.

Nuestro objetivo en el entorno inmediato de cuatro años pasa por reducir la tasa de desempleo por debajo del 10%; elevar nuestro PIB por encima del 125% de la media europea; mejorar nuestra educación, reduciendo la tasa de fracaso escolar en niveles inferiores al 8%. Nuestro desafío económico pasa por hacer de Euskadi una sociedad de éxito, donde las necesidades básicas de las personas se vean atendidas. Configurar un territorio en el que la calidad de vida nos permita seguir juntos. Territorio más allá del concepto geográfico que conocemos vulgarmente. Territorio de oportunidad, de crecimiento, de formación, de inquietud, de realidades, de sueños.

A nuestra identidad y nuestra voluntad debemos sumar otro factor distintivo: hacer de Euskadi un territorio de prosperidad, de bienestar, de competitividad, de paz, de convivencia. Una sociedad que no olvide su pasado pero en la que no quede vestigio alguno del terror padecido. Sin armas ni organizaciones que las utilizaron. Y en el reconocimiento pleno de todos los derechos humanos como base de la nueva convivencia.

Ante nosotros se ciernen nuevos desafíos. Entre ellos, el del relevo generacional. Cuando decimos que somos un “viejo pueblo” lo hacemos como signo de su antigüedad. Pero también comienza a ser realidad el hecho de que este pueblo envejece. Y lo hace sin tasa de reposición. La evolución demográfica de nuestra sociedad nos dice que nuestra expectativa de vida es mayor. Que vivimos más tiempo y eso, que inicialmente es positivo, también contiene derivadas que infunden preocupación. Por un lado, los nuevos problemas que incorpora la longevidad. Desde el envejecimiento activo hasta las nuevas afecciones a la salud que, como sociedad desarrollada, tendremos que abordar. Pasando, claro está, por el mantenimiento de las prestaciones sociales que posibiliten el bienestar y la dignidad de las personas.

Sostenibilidad es la clave de bóveda que permitirá el equilibrio de la Euskadi que deseamos. Sostenibilidad como garantía de calidad de vida hoy, pero también para las generaciones futuras. Sostenibilidad en el aprovisionamiento de recursos económicos para garantizar con previsión suficiente que el camino por el que transitamos no hallará obstáculos infranqueables que nos dejen en la estacada. Sostenibilidad como respuesta responsable a unas demandas sociales cada vez más exigentes. Porque, pese a que el aforismo diga lo contrario, “querer” no siempre es “poder”.

Y ahí es donde aparece la necesidad imperiosa de actualizar nuestro ámbito de autogobierno. El autogobierno no es un invento político. Ni una ensoñación nacionalista. Es la necesidad de dotarnos de herramientas para que, por nosotros mismos, construyamos nuestro propio futuro. El marco jurídico-político actual ha resultado positivo. Pero hoy nos resulta insuficiente. Necesitamos ampliarlo y adecuarlo a las nuevas necesidades y circunstancias. Construir ese ‘Nuevo Estatus’ implicará acuerdos. Acuerdos internos y externos. Entre vascos y, también, con el Estado español. El tiempo de la subordinación, de la unilateralidad y de la uniformidad no cabe ya en nuestra agenda. La Euskadi del futuro será la Euskadi del acuerdo. O no será. Será la Euskadi del respeto. La del reconocimiento de nuestro carácter nacional. La que, de forma pactada, decida libremente qué es y qué quiere ser.

Confiamos en nosotros mismos. En la capacidad y en la voluntad de las mujeres y hombres de este país para seguir impulsando este proyecto llamado Euskadi. Impulsos de vida. Impulsos de compromiso. Impulsos de libertad y de decisión.