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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Jornada continua “de repente” para las escuelas?

Aula de un colegio

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Nos encontramos estos días con una campaña que ha irrumpido con fuerza: la que recoge firmas a favor de un manifiesto que propone convertir la jornada partida en jornada continua en los centros escolares. La chavalería saldría de la escuela a las dos de la tarde y ya está. ¿Ya está?

Hace algún tiempo que desde algunos grupos se quiere impulsar la jornada continua, pero parece que es en este septiembre convulso cuando la iniciativa ha dado un acelerón, aprovechando el cierre de los comedores escolares, sin que mucha gente distinga bien si esa jornada continua se pide sólo para este curso tan raro o es para quede así en adelante. El caso es que la idea no ha surgido con la pandemia ni se planteaba sólo para una temporada. Por otra parte, una vez establecida esa jornada en un centro, a ver quién le da marcha atrás…

Hace varios años, en Denon Eskola, la federación de asociaciones de familias de Álava, se llevó a cabo una reflexión seria sobre esta cuestión, contando con la participación de personas que la conocen en profundidad y que mostraron sus diferentes ángulos. De aquella reflexión y de los datos que hasta el día de hoy se han ido conociendo, se deduce que no está nada pero que nada claro que el cambio a jornada continua sea beneficioso para las y los niños y jóvenes tanto en lo relativo a su desarrollo como a su rendimiento escolar; más bien, hay suficientes indicios de lo contrario. Me refiero sobre todo a la educación primaria. No puedo aquí listar los numerosísimos estudios sobre este tema: busquen en internet, por ejemplo, los vídeos ya clásicos de Mariano Fernández Enguita al respecto. Por su parte, Denon Eskola ha señalado en un comunicado reciente que no estamos en el momento oportuno para abordar una cuestión de semejante envergadura con el rigor que merece.

¿A quién le puede venir bien el cambio? Pues, por ejemplo, al profesorado, que acabaría su jornada a las 14:00 (como profesora que soy, qué les voy a decir; personalmente me encantaría). Y también a las familias para las que tener a la chavalería a las dos en casa es una ventaja: a los padres y madres profesoras, funcionarias, o a quienes acaban de trabajar para esa hora y pueden estar en casa y disfrutar del tiempo con sus hijas o hijos. También les podría convenir a quienes pueden pagar a una persona que los cuide o bien a quienes pueden enviarlos a extraescolares, a menudo de pago, para que tengan un tiempo libre “de calidad” como se entiende en nuestros días. En fin, que la jornada continua nos conviene sobre todo a las personas de clase media blancas autóctonas payas (como yo misma), las mejor situadas socialmente, que son precisamente las que tienen las características que he indicado y las que, salvo excepción, participan en el Consejo Escolar de todos los centros y se pronuncian en ese foro sobre la cuestión. Y son, en general, las que se mueven mejor en las redes sociales y los medios de comunicación.

¿Y al resto de las familias, a todas les conviene la jornada continua? ¿Son todas conscientes de lo que les va a suponer? ¿Qué haces con tu chavalería si no hay nadie de casa que se pueda quedar con ella y no hay medios para pagar una persona cuidadora o unas extraescolares? Claro que le queda la opción de pasar el tiempo delante de la tele u otra pantalla o de estar en la calle todas las tardes… Algunos niños y niñas que, saliendo de la escuela por la tarde, se quedarían un rato con la merienda en la calle o en el parque con su madre o padre y sus compis, con la facilidad de lo espontáneo, ahora llegarán a casa a las dos para comer y ya no saldrán… La jornada continua no facilita, en fin, la relación entre las familias ni el tejido comunitario. Creo que hay comunidades escolares a las que les importa esto.

Soy consciente de que todo lo que he dicho se puede matizar; en un artículo de prensa no tengo espacio para ello. También de que voy a ser contestada desde los grupos a favor de la jornada continua. El caso es que tengo todavía algunas preguntas:

-¿Estamos ante una campaña a favor de una mejor educación para todas y todos, en clave de justicia social, o más bien a favor de unas mejores condiciones para mí y para mi familia y de las que son como la mía? En relación con esto: ¿se vienen implicando en general sus impulsoras e impulsores en otras cuestiones de enorme relevancia para la mejora educativa que están sobre la mesa en los últimos años, en relación con la inclusividad y la equidad para todo el alumnado, o en relación a la cuestión de la segregación escolar?

-¿Se está aprovechando el terrible desbarajuste actual con los comedores escolares para lograr firmas a favor de la jornada continua como si ambas cuestiones fueran inseparables? ¿No es más serio implicarse específicamente en el esfuerzo a favor de los comedores escolares en las condiciones adecuadas, como ya se está proponiendo en algunas escuelas?

-¿Las familias que se están sumando a esa campaña tienen toda la información sobre lo que supone la jornada continua para sus vidas y la de su chavalería, no sólo en este extraño curso escolar sino también en adelante? ¿Por qué esa prisa en acelerar votaciones en los centros para mostrar apoyo hacia la jornada continua, en este río revuelto de septiembre, antes de que haya habido tiempo para informarse en condiciones, debatir y reflexionar? ¿Quién y para qué está metiendo tanta presión?

-¿Acaso se está abriendo un eje más de diferenciación y discriminación en el sistema educativo vasco además de los ya existentes (redes, modelos lingüísticos…), de manera que en el futuro podría haber centros con jornada continua para una capa social y otros con jornada partida para otra capa social?

Me pregunto, por último, dónde se sitúa cada uno de los sindicatos en este dilema entre las condiciones laborales que puede desear una buena parte de sus docentes afiliadas y afiliados y las posibles consecuencias, a medio y largo plazo, de la jornada partida para muchas familias en desventaja económica y social. ¿Tendrían que decir algo los sindicatos sobre este tema en clave de sociedad?

(*) Amelia Barquín, profesora de Educación Intercultural

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