Pandemia global, solidaridad global

Y nos llegó la crisis COVD-19. Una pandemia global e inédita. En un mundo interconectado, asimétrico y con una enorme movilidad, un mundo frágil y desigual. Los retos son urgentes, en España por supuesto, pero si levantamos la mirada y lo hacemos con perspectiva global los efectos son devastadores en otros países donde el impacto puede y va a ser, desgraciadamente, brutal. Desde este punto de vista todas las personas estamos en riesgo, todos los países estamos en riesgo, pero las personas más vulnerables, los países más vulnerables correrán más riesgo. La COVID 19 no conoce fronteras, y tendrá un grave impacto. Se verán afectadas en mayor medida las poblaciones en África - el continente con los sistemas sanitarios más débiles - y en Latinoamérica - la región con mayor desigualdad. Existe un riesgo real de perder décadas de progreso en la lucha contra la pobreza y las desigualdades.

Los riesgos son de todo tipo. En primer lugar, los obvios, los sanitarios. Muchos países tienen sistemas sanitarios realmente débiles, que no podrían ni por asomo asumir una crisis sanitaria de esta magnitud: ni personal sanitario formado, ni plazas hospitalarias ni siquiera acceso a medicamentos. En definitiva, los ratios médicos por habitante nos hablan de una escasa capacidad reacción sanitaria si la pandemia llega con toda su crudeza a los países más empobrecidos. También es cierto que en algunos de estos países se aprendió de experiencias pasadas y la detección, la prevención y la sensibilización son sus mejores herramientas en esta nueva crisis. Otro ámbito es el económico-social. La presión para economías ya duramente golpeadas, donde la economía informal es de un porcentaje altísimo y el tejido productivo muy frágil, tendrán como consecuencia , como decía hace unos días el director del Fondo Mundial de Alimentación, “un peligro real de que pueda morir más gente de hambre del impacto económico de la COVID- 19 que del virus mismo”. Beasley estima que el coronavirus puede poner a “130 millones de personas al borde de la inanición que se sumarían a los 135 millones ya existentes”. Así que también ahí habrá que poner el acento desde la cooperación internacional.

Y un tercer ámbito es el de la gobernanza y los derechos humanos. Es preciso apoyar la gobernanza democrática de los países, para que en la reconstrucción futura, las instituciones públicas y el tejido social de cada territorio sean capaces de no bajar la guardia en materia de derechos humanos muy susceptibles de ser “ninguneados” en situaciones de crisis. Capítulo especial refiere el asunto de la perspectiva de género, en el que ya ha advertido el Secretario General de Naciones Unidas que “las niñas y las mujeres son sectores de población más afectadas en la salud, en el empleo, en lo educativo y también en la violencia ejercida sobre ellas” y las situaciones de conflictos armados además de las circunstancias de las personas refugiadas y migrantes.

En resumen, la Estrategia de Cooperación tiene que contemplar tres prioridades: salvar vidas a través de un fortalecimiento de los sistemas públicos de salud de los países en desarrollo; proteger a las personas más vulnerables, sobre todo aquellos en contextos humanitarios frágiles, y preservar el empleo y el tejido productivo, sobre todo para aquellos en la base de la pirámide en países en desarrollo, muchos de ellos vecinos de España o con relaciones bilaterales y socioeconómicas muy estrechas. Sí o sí las respuestas deben ser globales bajo la premisa que “nadie se puede quedar atrás” y cede que “ningún país saldrá de esto si no salen los demás” y deben ser desde el punto de vista Humanitario pero también desde el Multilateral donde seamos capaces de dar una respuesta global a los daños y a los retos a los que nos enfrentamos. No olvidemos que antes de la COVID 19, ya teníamos grandes retos: la crisis climática, la desigualdad estructural, la defensa de los derechos humanos o la lucha contra otras enfermedades como la malaria o el VIH.

Pero para todo esto es necesario que la Política de cooperación sea una verdadera Política de Estado. Los sistemas de cooperación internacional tendrán que adaptarse y reorientarse y la Acción Exterior al Desarrollo y nuestras políticas de cooperación también. Debemos sumar esfuerzos todas las administraciones públicas - Comunidades Autónomas y Entidades Locales – y también el gran potencial de todos los agentes de desarrollo posibles, ONGD por supuesto, pero también Universidades, empresas o sindicatos.

Somos personas y comunidades tradicionalmente solidarios y la crisis del Covid-19 nos da una nueva oportunidad de demostrarlo. La cooperación debe ser una pieza más del engranaje para evitar más contagios y rebrotes. Nuestra Cooperación tiene valor añadido, gran experiencia y presencia en el terreno. Tenemos mucho que aportar tanto a otros países como a la gestión global de esta crisis. No lo olvidemos, ningún país puede salir por sí solo de esta crisis, es un ejercicio de responsabilidad apoyarnos en lo comunitario desde el concepto del bien común. El sufrimiento es universal y el miedo compartido, por eso, en una pandemia global las soluciones y la solidaridad deben ser globales.

*María Guijarro, portavoz socialista de Cooperación Internacional en el Congreso de los Diputados