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La 'Kutxi' de Vitoria, entre la fiesta y el hartazgo: vivir en el epicentro de las fiestas de La Blanca

Durante las fiestas de La Blanca, la calle de la Cuchillería se convierte en uno de los epicentros del ambiente festivo. Música, baile, bebidas y miles de personas llenan sus aceras desde la mañana hasta bien entrada la noche. Pero lo que para muchos es una semana de disfrute para otros se convierte en un problema serio. Quienes viven y trabajan en esta calle histórica sufren la falta de espacio, el ruido constante y, en algunos casos, situaciones de riesgo.

La 'Kutxi', en pleno casco viejo de Vitoria, siempre ha sido uno de los centros neurálgicos de la vida social. Durante las fiestas, su fama se multiplica: miles de personas transitan por ella cada día. El ambiente es innegable, pero esa popularidad tiene un coste. Vecinos de la zona denuncian que durante las fiestas se sienten atrapados. “A veces cuesta incluso salir del portal, todo está lleno de gente. Este año estoy ayudando a los basureros. La verdad es que por ahora está yendo bastante bien, aunque otros años ha habido más lío y la gente empezaba con bromas o empujones”, comenta un vecino que reside en la 'Kutxi' desde hace más de una década. Una vecina que también vivía en la calle, en cambio, ha decidido marcharse hace unos años: “En verano hace calor, y si abres la ventana para refrescar la casa, no puedes dormir del ruido. Al final, me he ido a otra parte de la ciudad, una zona más tranquila”.

No todos ven como un problema. Otra residente de la zona opina: “Es una semana al año. Sabemos lo que hay cuando vives aquí. Sí, puede molestar, pero también es parte de vivir en el centro”. Desde la asociación de vecinos del Ensanche, también hay voces que entienden la situación con realismo. Susana Marqués, miembro de la junta de Ensanche XIX y de la plataforma 7 Ordu Lo, explicaban esta semana en Radio Vitoria que ella misma ha optado por irse durante las fiestas: “Soy consciente de donde vivo, de que vivo en el centro, y no me quejo. Sé que es así, que las fiestas duran una semana, y que si quiero dormir en fiestas tengo que tomar una decisión”.

Los comercios también viven las fiestas con cierta ambivalencia. En el bar La Alacena reconocen que “para la hostelería es algo bueno, claro que sí”. “Tiene su lado bueno y su lado malo. Hay más trabajo, más ingresos, pero también más cansancio”, conceden. Para quienes trabajan en servicios esenciales, la situación también puede suponer un reto. Hace unos días, después de la bajada de Celedón, una ambulancia tuvo serias dificultades para acceder a la calle de la Cuchillería por la aglomeración de la gente. “Realmente fue una situación bastante agobiante”, recuerda una persona sobre el incidente.

Desde la residencia Palacio de Burulleria, muy cercano a la 'Kutxi', una trabajadora explica: “Para los ancianos a veces es molesto por el ruido. Les gusta vivir el ambiente, que vean los gigantes, que escuchan la música. Pero la verdad es que el ruido les afecta. Algunos se desvelan por la noche”. La mayoría de la gente no está en contra de las fiestas. Vitoria tiene una tradición festiva fuerte, y eso no se discute. Pero muchos piden una mayor organización que garantice también el descanso y la seguridad de quienes viven y trabajan en el corazón del Casco Viejo.

La 'Kutxi' representa el alma festiva de Vitoria, pero también plantea preguntas sobre cómo convivir en el espacio público cuando la celebración lo ocupa todo. “Al final es una semana y es lo que hay”, repite más de un vecino resignado. Esa frase, escuchada en varias ocasiones durante estos días, resume buen el sentir general: una mezcla de tolerancia, resignación y cariño por unas fiestas que forman parte del ADN de la ciudad. La mayoría acepta el bullicio como parte del trato por vivir en el centro, aunque también hay quienes prefiere marcharse esos días o quien se preocupa por los efectos que el ruido y la masificación pueden tener en los más vulnerables. Entre la música y el desorden, entre la alegría y el agotamiento, la 'Kutxi' sigue siendo el espejo de una ciudad que, cada agosto, se desborda.

elDiario.es/Euskadi

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