Helena Taberna, cineasta: “Ante los obstáculos, las mujeres necesitamos una dosis de rebeldía para abrir caminos”

A Helena Taberna se le han unido estas semanas en las salas de cine su ópera prima Yoyes (2000), que ha cumplido 25 años de su estreno, y su última película Nosotros (2025), que compite en la carrera para los Premios Goya. Ambas han tenido una gran acogida, según reconoce, pero es especialmente simbólico para ella y para la industria del cine volver a proyectar una película de hace dos décadas para que se vea con los ojos de hoy. “La verdad es que no ha pasado el tiempo para ella, de hecho, casi le ha beneficiado el paso del tiempo. Ahora que se ha vuelto a mostrar en pantalla ha conmovido igual que lo hizo cuando se estrenó por primera vez, pero se ve en otro contexto. En aquel momento estaban las armas ahí fuera, entonces la mirada no puede ser la misma”, reconoce a este periódico sobre la historia de la que fuera conocida como la primera mujer dirigente de ETA y después, asesinada por sus compañeros acusada de traición.

En más de dos décadas de carrera Taberna ha llevado a la gran pantalla historias que hacen reflexionar al público, como la película documental Extranjeras, en las que narra la experiencia de varias mujeres inmigrantes que viven en Madrid, La buena nueva, película que recoge a partir de una historia familiar el apoyo de la Iglesia Católica al levantamiento contra la República en la Guerra Civil o el largometraje documental Nagore, basada en el asesinato de Nagore Laffage donde el asesinato de una joven estudiante de enfermería a manos de un residente en Psiquiatría en los Sanfermines de 2008. “Me gusta el cine que nos ayuda a reflexionar. Me parece que la reflexión y el aprendizaje son de las cosas que más interés pueden tener para los seres humanos. Cuando tienes la suerte de poder contar una historia en el cine me gusta aprovechar temas que generan curiosidad, donde puedo desarrollar toda mi creatividad”, confiesa la cineasta, que es también una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales.

¿Qué le llevó a hacer cine?

El cine me ha entusiasmado desde siempre, no he entendido nunca mi vida sin una presencia grande del cine y he visto todo lo que he podido desde pequeña, desde que ponían la cartelera los jueves en el cine de Alsasua. Años más tarde, me adentré al mundo de la pedagogía, y estuve trabajando con personas con discapacidad, con las que hicimos una experiencia de cine educativo. Usábamos el primer magnetófono de vídeo que existía en el Gobierno de Navarra y tenía que ir a recogerlo los días que podíamos usarlo. Después, empezaron una experiencia didáctica de introducción de las nuevas tecnologías en la educación y en la cultura y me llamaron a mí. Ahí aproveché para aprender el lenguaje e ir probando por mi cuenta. Así, hice hasta siete cortometrajes, primero más experimentales y después ya me fui a una línea más narrativa. Lo cierto es que tuvieron mucha repercusión y eso me dio seguridad, porque en aquel momento era imposible poder rodar con vídeo, la Asociación de Cortometrajistas de Madrid me dijo que no se podía, que eso no era cine. Y yo, que siempre he sido un poco rebelde, aproveché el barco y con bastante atrevimiento me lancé al vértigo de ser autora, de crear historias y construir relatos.

Hay que ser rebelde para poder enfrentarse a todo eso.

Todos los ciudadanos, pero especialmente las mujeres, que estamos abriendo caminos, necesitamos esa dosis de rebeldía y de atrevimiento, porque tenemos muchos obstáculos. A mí el cine me ha permitido ir creciendo como persona, como ser humano.

Han pasado 25 años del estreno de Yoyes. ¿Cómo ve la película tras el paso de estos años?

La verdad es que no ha pasado el tiempo para ella, de hecho, casi le ha beneficiado el paso del tiempo. Ahora que se ha vuelto a mostrar en pantalla ha conmovido igual que lo hizo cuando se estrenó por primera vez, pero se ve en otro contexto. En aquel momento estaban las armas ahí fuera, entonces la mirada no puede ser la misma. Ahora es una mirada mucho más relajada, aunque también haya entre la juventud esas tendencias ideológicas peligrosas. Por eso, en ese sentido, la historia y el cine son unas herramientas muy válidas para poder tener conocimiento de lo que ha pasado.

No tuve apoyos por parte de ciertos grupos que estaban queriendo ocultar en aquel momento el tema del GAL y, tampoco de la otra parte

¿Qué le impulsó a crear esa historia?

Yoyes en un principio no iba a ser mi ópera prima, sino la que después se tituló La buena nueva, que trata sobre un relato de uno de mis familiares durante la Guerra Civil y la implicación de la Iglesia Católica en esa guerra. Eran los años 90 y gobernaba el Partido Socialista, pero en la televisión pública me preguntaron si tenía permiso de la Iglesia para realizar la película. Y como no lo tenía el productor me dijo que no, por lo que me quedé con un proyecto que estaba ya muy avanzado, pero sin poder hacerlo. Poco después me pareció que la figura de Yoyes tenía todos los ingredientes de una tragedia que podías contar en dos minutos y que te la acepten. Una mujer que milita en ETA, sale y después muere a manos de sus compañeros. En el centro de la película está ella y desde ese centro me permite contar todos los elementos del conflicto.

Dice que fue una película bien recibida a pesar de la tensión de la época.

Sí, aunque no tuve apoyos por parte de ciertos grupos que estaban queriendo ocultar en aquel momento el tema del GAL y, tampoco de la otra parte. Yo lo que hice fue contar lo que ocurrió desde el punto de vista de Yoyes, y creo que eso es lo que me salvó. También el hecho de que la película tuviera fuerza, sea buena y tenga calidad, son cosas que me importan mucho, especialmente cuando la temática es tan poderosa. Si una temática es poderosa, pero no está bien contada, no hay ejercicio político, no es cine ni es nada. Fue difícil porque en aquel momento estaba el peligro de que me machacaran desde un lado y desde el otro, pero Ana Torrent estaba tan hermosa, tan honesta, que consiguió que muchas mujeres nos identificáramos con aquello y la sociedad tenía ganas de conocer los elementos que estaban en el conflicto, porque estaba ETA, estaban los GAL, pero también una prensa sensacionalista, muy cerca de la que estamos viendo ahora también.

Antes hablaba de ser rebelde, pero usted ha sido doblemente rebelde, la primera para hacer películas y la segunda para ser su propia productora.

Después del éxito de Yoyes me encuentro con que no hay un productor que quiera producirme una película y tengo que hacerme yo productora. Eso me ha permitido contar las historias que yo quería y como yo quería. Cuando entras a esta industria entras a un sistema en el que no eres capaz de contar las historias como tú quieres, tienes que tener una servidumbre a la industria. Entonces sí, he sido doblemente rebelde, pero también se paga un peaje, porque al no tener productor no tienes permiso de utilizar ciertas imágenes o tenía que estar buscando los horarios más baratos para montar las películas. Imaginé que, como mis compañeros masculinos, tendría el camino fácil después de esa primera película, recuerdo muy bien ese momento de desolación inicial.

En 2006 cofundó la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales. ¿Qué le llevó a hacerlo?

Nunca he sido muy militante, pero en el tema del cine y la mujer, del feminismo en general, he tenido siempre una tendencia a implicarme. Fue la primera asociación de mujeres que se creó en el mundo audiovisual. Después de la nuestra han surgido otras asociaciones, también autonómicas y en otros idiomas del país como en euskera, que tienen una gran vitalidad y capacidad dentro de los territorios a los que pertenecen y, además, están unidas para otras actividades.

¿Cómo ha cambiado la situación de la mujer en el cine desde que crearon la asociación?

Ha cambiado mucho y para bien y creo que eso tiene que ver con el haber demandado correctamente las cosas a las administraciones. Fíjate cómo ha aumentado, por ejemplo, el número de directoras de fotografía o las compositoras de cine, que era algo que antes no existía. Yo lo recibo con una alegría grande. También en los premios se ha dado un gran avance y ayudan a construir y a facilitar el camino a las siguientes generaciones.

Si no hubiéramos tenido la película de Nagore con La Manada no hubiera habido ese movimiento

Otra de las historias que han marcado a la sociedad y que ha contado en sus proyectos es la del asesinato de Nagore Laffage. Imagino que fue complicado llevarlo a la pantalla.

Sí, pero estoy muy contenta de haberlo hecho. La falta de historias de las mujeres en el cine nos ha hecho perdernos muchas cosas. Si no hubiéramos tenido la película de Nagore con La Manada no hubiera habido ese movimiento. Cuando surge La Manada, Nagore está en los cines y toda la prensa se centró en ella. Recuerdo que la dejé en abierto durante diez días en Sanfermines para que organizasen debates en todo el Estado y fue impresionante. Hubo más de cien debates organizados con salas llenas. Hacer la película fue difícil, pero para aquel entonces la gente ya confiaba en mí y en mi honestidad a la hora de hacer cine. Tuve la posibilidad de hacer una ficción y hablé con la madre de Nagore y me dio carta blanca para todo, pero cuando vi las imágenes de la reconstrucción del caso supe que ni el mejor actor del mundo podía ser más potente que esa imagen. Por suerte, tuve esas imágenes rápidamente, aunque fue complicado sintetizar un juicio tan largo con horas de intervenciones, pero estoy muy contenta, la verdad.

La mayoría de sus proyectos están muy ligados a temas sociales. ¿Ese es su objetivo como cineasta?

Sí. Me gusta el cine que nos ayuda a reflexionar. Me parece que la reflexión y el aprendizaje son de las cosas que más interés pueden tener para los seres humanos. Cuando tienes la suerte de poder contar una historia en el cine me gusta aprovechar temas que generan curiosidad, donde puedo desarrollar toda mi creatividad y qué tema más social que el último que toco en mi última película Nosotros que es el amor, algo que a todos nos perturba o nos ilumina. Tanto el amor como el desamor forman parte de nuestra biología emocional aunque a veces la apartemos demasiado. En todas mis películas he jugado a lo emocional porque sé que es algo que atraviesa al ser humano.

elDiario.es/Euskadi

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