La organización ecologista Greenpeace exige que la Unión Europea y el Gobierno español asuman las investigaciones para determinar el estado de los 220.000 bidones con residuos radiactivos que hay en la fosa atlántica, a 700 kilómetros de las costas gallegas. Los vertidos nucleares en la zona han vuelto a centrar la atención después de que una expedición francesa identificase esta semana unos 1.000 de estos recipientes en el área en la que constaba que se habían sumergido entre los años 40 y los 80 del siglo pasado.
Los ecologistas señalan que este material localizado por el buque oceanográfico L'Atalante, es solo “una parte ínfima de estos barriles radiactivos presentes en la fosa atlántica” y ha reclamado a las autoridades de la UE y de España que tomen la iniciativa de analizar cómo están actualmente los desechos en “el punto con mayor cantidad de residuos radiactivos del planeta”.
En la segunda mitad del siglo pasado se sumergieron en la zona residuos procedentes de Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Francia y, en menor medida, Suiza, Suecia, Alemania e Italia. Los buques no dejaron de trasladar a estas aguas los bidones radiactivos hasta que se toparon con una fuerte contestación liderada por marineros gallegos y Greenpeace, que se trasladaban a la zona para tratar de impedir las descargas interponiendo sus barcos. Fue la organización ecologista, que entonces daba sus primeros pasos en España y no tenía presencia en Galicia, la que se empezó a movilizar. Y en septiembre de 1981 zarpó un palangrero de Ribeira (A Coruña), el Xurelo, a bordo del cual iban miembros de Esquerda Galega, activistas ecologistas, un grupo de periodistas y cuatro tripulantes. Aquellas protestas, que continuaron en el mar y en tierra, dieron paso, en 1983, a una moratoria que terminó por detener definitivamente las descargas en la fosa atlántica.
Greenpeace recuerda que estas acciones, en las que participó también su barco Sirius, fueron las primeras intervenciones pacíficas que organizó en España. “Tras la acción, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, el Gobierno holandés anunció la interrupción de los vertidos nucleares al mar. Diez años más tarde, en 1992, se firmó el Convenio para la protección del medio ambiente marino del Atlántico nordeste, prohibiendo el desecho de los residuos nucleares de baja y media intensidad. Un año después, el Convenio de Londres de la Organización Marítima Internacional vetó cualquier vertido radiactivo al mar”, destaca la organización.
La expedición que ha partido de Francia, añade, “ha puesto de manifiesto que la radiación sigue contaminando el mar”. “La renuncia de la Unión Europea a investigar la situación actual, lo que ha llevado a Francia a realizarla por su parte, pone de manifiesto la peligrosidad de la basura nuclear”, insiste.