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Estrangulamiento, uso de armas y gases lacrimógenos: las técnicas policiales más polémicas, en el foco del debate en EEUU

La policía de Nueva York detiene a un manifestante durante las protestas contra el racismo y la violencia policial el pasado 4 de junio

Javier Biosca Azcoiti

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Los Angeles, 1976. Adolph Lyons, afroamericano, circula con una luz del coche fundida hasta que recibe el alto de la policía. Lyons acaba inmovilizado boca abajo y estrangulado por los agentes. Se desmaya. Cuando despierta, tiene los pantalones manchados de su propia orina y heces y tiene sangre en la boca. El debate sobre el estrangulamiento no es nuevo en EEUU, pero la muerte de George Floyd, asfixiado por un agente de Minneapolis que presionó con la rodilla sobre su cuello durante casi nueve minutos, ha impulsado un nuevo debate sin precedentes sobre la regulación de las técnicas policiales.

Lyons, a diferencia de Floyd (2020) o Eric Garner (2014), sobrevivió al estrangulamiento y su caso pudo haber evitado varias muertes en el futuro. Pero no. Lyons llevó el caso hasta el Tribunal Supremo de EEUU y pidió que se prohibiese a la policía de la ciudad volver a utilizar esta técnica. Por una votación ajustada de cinco votos a cuatro, la mayoría de los jueces rechazó la petición de la víctima porque, según ellos, tendría que demostrar que era probable que volviese a sufrir un estrangulamiento policial en el futuro.

“El tribunal hoy mantiene que un tribunal federal no tiene poder para hacer cumplir la política de la ciudad, no importa que sea claramente inconstitucional”, escribió el juez Thugood Marshall, contrario al fallo de sus compañeros. “Como nadie puede demostrar que será estrangulado en el futuro, nadie –ni siquiera una persona que ha sido casi estrangulada hasta la muerte como Lyons– puede desafiar la continuación de esa política. Si la policía adopta una política de ‘disparar a matar’, los tribunales federales no tendrán poder al respecto”, añadió.

Tras la muerte de Floyd, el Partido Demócrata ha propuesto en el Congreso una serie de reformas policiales a nivel federal entre las que se incluye la prohibición de los estrangulamientos. Como la regulación de los departamentos es una competencia local, muchas ciudades, con mayor o menor éxito, ya han prohibido o limitado estas técnicas. Además, son varias las que se han comprometido a acabar con ella tras lo sucedido en Minneapolis. El Ayuntamiento de esta ciudad ha anunciado una prohibición sobre esta técnica, además de aprobar un plan radical a largo plazo para desmantelar todo el cuerpo de policía.

El estado de California también ha anunciado que acabará con esta práctica a nivel estatal. “Al fin y al cabo, está diseñada literalmente para que la sangre no llegue a la cabeza. Eso no tiene lugar en las prácticas del siglo XXI”, señaló el gobernador el pasado viernes.

Según los datos de la campaña 8cantwait [ocho que no pueden esperar], solo 30 de las 100 mayores ciudades de EEUU han vetado la técnica del estrangulamiento. El juez Marshall, del caso Lyons, lamentó que del 75 al 83 habían muerto “al menos 16 personas tras el uso de estrangulamiento por agentes de Los Angeles. 12 han sido personas negras”. El jefe de policía de la ciudad, Daryl Gates, tenía la respuesta: “Me parece que podemos encontrar que cuando se aplica en algunas personas negras, las venas no se abren tan rápido como ocurre con personas normales”.

8cantwait es una campaña que propone ocho reformas policiales para disminuir la violencia y muertes innecesarias a manos de los agentes: exigir desescalada en situaciones de tensión, prohibir estrangulamientos, exigir aviso antes de disparar, gastar todas las alternativas antes de disparar, exigir la intervención de los agentes en caso de que uno de sus compañeros utilice un uso excesivo de la fuerza, prohibir disparar a vehículos en movimiento, fijar qué técnicas se pueden utilizar en cada momento y exigir a los agentes informar de cada vez que hayan utilizado la fuerza.

Según la organización, solo dos ciudades han implementado las ocho propuestas: San Francisco y Tucson (Arizona). Otras, como Baltimore, Chicago y Washington DC han aplicado siete de las ocho. Otras como Kansas City (Missouri) y Reno (Nevada), no han aplicado ninguna.

La ola reformista tras la muerte de Floyd ha llegado hasta Europa. En Francia, el ministro de Interior, Christophe Castaner, anunció el lunes que esta técnica ya no se enseñará a los agentes. El anuncio se produce en un contexto de protestas en el país por lo sucedido en Minneapolis y por la absolución de tres agentes que detuvieron a Adama Traoré, que murió en 2016 bajo custodia policial.

En otros países europeos no está permitido el estrangulamiento. En Bélgica está prohibido incluso ponerse encima de un sospechoso aunque sea temporalmente. Alemania, por su parte, permite durante un periodo breve una versión limitada que consiste en aplicar presión sobre la cabeza y no sobre el cuello.

Paul Hirschfield, profesor de Sociología de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey) especializado en temas policiales y criminalización, sostiene que una de las razones por las que la policía de EEUU mata a más personas que sus colegas europeos se debe a que el umbral para el uso de la violencia es más bajo en el país norteamericano. “EEUU tiene un estándar mínimo que consiste en la ‘duda razonable’ sobre una amenaza inminente. Sin embargo, en Europa, la Convención Europea de Derechos humanos establece que se debe aplicar la mínima fuerza posible y solo se permite el uso de la fuerza letal cuando es absolutamente necesario”, sostiene.

Gases lacrimógenos y militarización

Las manifestaciones desencadenadas por todo el país tras la muerte de George Floyd también han cuestionado el uso de gases lacrimógenos. El alcalde de Seattle, Jenny Durkan, ha prohibido el uso de los gases lacrimógenos contra las manifestaciones durante los próximos 30 días. La medida se anunció tras varios incidentes con la policía en la que los agentes utilizaron los gases lacrimógenos contra manifestantes pacíficos.

En Denver, Colorado, un juez federal prohibió temporalmente a la policía utilizar armas químicas como spray pimienta o gas lacrimógeno, así como proyectiles como balas de goma contra manifestantes pacíficos. “El Departamento de Policía de Denver no ha cumplido su deber de vigilarse a sí mismo”.

En Filadelfia se ha visto uno de los usos más polémicos del gas lacrimógeno cuando la policía disparó el químico contra manifestantes atrapados y sin salida. Un día después, la jefa de la policía de la ciudad ordenó al Departamento revisar sus directrices del uso de la fuerza.

Patrick Wilcken, investigador de Amnistía Internacional especializado en armamento sostiene que se ha visto “un mal uso general del gas lacrimógeno en EEUU y en otros países del mundo”. “El gas lacrimógeno tiene un papel limitado y puede ayudar si se utiliza con cuidado en determinadas situaciones de violencia generalizada. Dicho esto, muchos países como Reino Unido o Alemania han optado por no utilizar gar, por lo que su uso no es inevitable”, añade.

Otra de las razones por las que Hirschfield cree que la policía mata más en EEUU que en Europa es que “es más probable que los agentes se enfrenten a situaciones con peligro de muerte, ya que por ejemplo es más probable que los sospechosos lleven armas”. A eso se suma la formación de los agentes. el profesor sostiene que en Europa los policías reciben unos tres años de formación y en EEUU, de media, son cinco meses.

“Si hay más tiempo para formar a la policía se puede trabajar en el entendimiento de las comunicaciones humanas, conciencia cultural, relaciones con la comunidad... Si solo tienes 21 semanas, lo que haces es priorizar la formación que necesitan para seguir vivos”, sostiene. “Además, los estados no pagan la formación de los agentes, sino que esta recae en los departamentos de policía locales. Es una función local y por eso tiene que ser corto, porque es más barato. Si lo financiase el estado podrían tener una formación más larga”, añade.

A eso se suma el equipamiento militar que reciben muchos agentes, especialmente del programa 1033, el cual autoriza la transferencia de equipos del Departamento de Defensa a la policía. Tras los disturbios de Ferguson desencadenados por la muerte de Michael Brown por los disparos de la policía, Obama introdujo limitaciones al programa 1033, pero Trump revocó las medidas poco después de llegar a la Casa Blanca.

“Algunos tipos de militarización, especialmente el uso de armas, uniformes y tácticas militares no parecen ayudar a la seguridad pública, a la de los agentes ni a las relaciones de la policía con la comunidad”, indica Lindsay P. Coh, profesora del US Naval War College y experta en relaciones cívico-militares. “No ayuda tampoco una cultura militar en la que la mejor forma de abordar los problemas es el uso de la fuerza”, añade.

En el otro extremo de la balanza se sitúan algunos países europeos en los que la policía ni siquiera lleva normalmente armas de fuego. Es el caso de Reino Unido, Noruega, Irlanda e Islandia, entre otros. En el caso de Noruega e Islandia, las armas de fuego permanecen en los coches patrulla por si son necesarias en algún momento, pero no es parte del equipo cotidiano de los agentes. En Reino Unido, solo un pequeño grupo de policías lleva habitualmente pistolas y, según una encuesta de 2006, el 82% de los agentes no quiere llevar armas de fuego mientras está de servicio.

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