Hace tiempo que el Gobierno de Benjamín Netanyahu no oculta sus verdaderas intenciones en Gaza: expulsar o matar a la población palestina –ya sea con bombas o de hambre– y ocupar todo el territorio, después de haberlo destruido casi por completo desde el comienzo de su guerra de castigo en octubre de 2023.
El lunes, sin embargo, el Gobierno ultranacionalista israelí ha iniciado una nueva fase de la guerra en la que ha anunciado que ocupará y destruirá todo lo que queda de Gaza al tiempo que permitirá la entrada de una cantidad ínfima de ayuda humanitaria cuyo único objetivo es evitar horribles imágenes de hambruna y aplacar a EEUU, su protector en la esfera internacional.
Naciones Unidas ha logrado el permiso de las autoridades israelíes para introducir los primeros camiones con ayuda humanitaria a la Franja, pero el portavoz del organismo, Stephane Dujarric, ha dicho desde Nueva York que la ayuda aún no había sido distribuida a última hora del martes. El jefe humanitario de la ONU, Tom Fletcher, ha dicho que la cantidad de ayuda que ha entrado es “una gota en el océano de las necesidades urgentes” en Gaza.
En la mañana del martes, Israel ha matado a al menos 50 personas en Gaza, incluidos 33 menores y mujeres, según el Gobierno gazatí, vinculado al grupo palestino Hamás. En un comunicado, ha denunciado los ataques directos contra viviendas, refugios y hospitales, así como el empleo del hambre como arma de guerra.
“Una estrategia totalmente nueva. No más incursiones ni operaciones de entrada y salida: ahora conquistamos, limpiamos y nos quedamos. Hasta que Hamás sea destruido. Por el camino, lo que queda de la Franja también está siendo arrasado, simplemente porque todo allí se ha convertido en una gran ciudad del terror”, señaló el lunes Bezalel Smotrich, uno de los ministros más radicales del Ejecutivo.
Por su parte, Netanyahu volvió a declarar el lunes que Israel va a tomar el control de toda la Franja de Gaza, un plan en el que las tropas israelíes han ido avanzando rápidamente en los últimos dos meses, desde que Tel Aviv decidiera romper el alto el fuego con el grupo palestino Hamás y reanudara su brutal ofensiva el pasado 18 de marzo. Desde ese día han muerto más de 3.200 gazatíes, cientos de ellos el pasado fin de semana, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) anunciaron el comienzo de la operación 'Carros de Gedeón', un nombre bíblico que deja entrever los deseos de un final apocalíptico que pase a la historia.
Cuando ya quedan pocos edificios en pie de norte a sur del enclave palestino (más del 90% han sido dañados) y su infraestructura ha sido destruida, las FDI siguen atacando por tierra, mar y aire, volando con explosivos lo que queda de barrios diezmados y teniendo como objetivo incluso las tiendas de lona en las que malviven los desplazados. La población está arrinconada en un área cada vez más limitada de la pequeña Franja de 360 kilómetros cuadrados, con cada vez menos vías de escape y ningún lugar seguro.
Según la Oficina de la ONU para Asuntos Humanitarios (OCHA), más del 70% del territorio de Gaza ha sido ocupado e incluido en las llamadas zonas de “seguridad” o de “amortiguación”, junto a la divisoria de Israel, o ha sido evacuado mediante órdenes castrenses que obligan a los civiles a marcharse de estas “áreas de combate peligrosas”. Este mismo lunes, el portavoz en árabe del Ejército israelí, Avichay Adraee, ha ordenado la evacuación de la ciudad de Jan Yunis (la más grande del sur de la Franja), y de las localidades sureñas de Beni Suhaila y Abasan.
La OCHA lamenta que “las personas han sido confinadas en espacios cada vez más reducidos”, incluso antes del comienzo de la actual operación militar, con la que los dirigentes políticos y militares dicen querer ejercer más presión sobre Hamás para que libere a los 58 rehenes (de los cuales, menos de la mitad se cree que están vivos) que permanecen en manos de los milicianos palestinos desde el 7 de octubre de 2023.
Atacar y negociar
Sin embargo, los familiares de los secuestrados, vivos y muertos, han denunciado una y otra vez que la vía militar no funciona y que la única forma de traer de vuelta a sus seres queridos es mediante un acuerdo. Tras el anuncio de la operación 'Carros de Gedeón', el Foro de las Familias de los Rehenes y los Desaparecidos emitió un comunicado en el que señalaba que “la expansión de los combates en Gaza aumenta de forma dramática el riesgo de que sufran daños tanto los rehenes vivos como los cuerpos de aquellos que han fallecido durante el cautiverio”.
Hace una semana, Hamás dejó en libertad al rehén israelí-estadounidense Edan Alexander gracias a un acuerdo con la Administración de Estados Unidos, con la mediación de Qatar. Su liberación fue un gesto de buena voluntad por parte de los islamistas que de esa forma trataban de impulsar nuevas negociaciones indirectas con Israel para poner fin a la guerra en Gaza. Un día después de que Alexander quedara en libertad, una delegación israelí viajó a Doha para retomar los contactos con los mediadores cataríes, pero diversos observadores señalan que las acciones de Israel demuestran que no tiene voluntad alguna de pactar un cese de las hostilidades permanente, que es lo que exige Hamás.
Netanyahu accedió a enviar a sus negociadores a Doha –presionado por el enviado de Trump para Oriente Medio, Steve Witkoff, según informó Haaretz–, mientras el presidente de EEUU se encontraba de visita oficial en este emirato del Golfo Pérsico; pero cuando aún no se había marchado de la región, intensificó los ataques contra Gaza mandando un mensaje claro a su aliado.
“Cuando fue liberado el soldado estadounidense-israelí pensamos que este gesto iba a abrir una puerta para terminar la tragedia [en Gaza], pero la respuesta [de Israel] fue una oleada de bombardeos aún más violenta que han provocado la muerte de miles de inocentes”, ha lamentado este martes el primer ministro y ministro de Exteriores de Qatar, Mohamed bin Abdulrahmán.
De momento, Trump no ha criticado la nueva operación israelí, en la que han muerto cientos de personas en pocos días, ni ha pedido a Israel que la detenga. “Las perspectivas de detener los combates ahora dependen principalmente de Trump y de la esperanza de que continúe mostrando interés por los acontecimientos en Gaza”, escribió este domingo el analista Amos Harel en el diario israelí Haaretz.
Si la anterior Administración de EEUU había advertido de que no apoyaría una nueva ocupación de Gaza –territorio del que Israel retiró sus tropas y desmanteló los asentamientos en 2005–, la vuelta de Trump a la Casa Blanca el pasado enero ha abierto la puerta a esta posibilidad e, incluso, a la expulsión de la población palestina. El Gobierno ultranacionalista israelí ha tomado al pie de la letra el plan del republicano de vaciar la Franja, reconstruirla y convertirla en la 'Riviera de Oriente Medio'.
Desde Washington sólo ha habido muestras de incomodidad y desaprobación en los últimos días por las imágenes de la hambruna en Gaza, dos meses y medio después de que Israel cerrara a cal y canto los pasos fronterizos del enclave y prohibiera la entrega de ayuda humanitaria y cualquier producto básico, desde agua a medicinas o combustible.
Ayuda humanitaria para evitar las críticas
Tras haber ignorado las advertencias y súplicas de la ONU y de multitud de organizaciones humanitarias, Netanyahu ha cedido a las señales llegadas desde EEUU y ha decidido permitir la entrada de una “mínima” cantidad de ayuda humanitaria para aliviar así el sufrimiento de la población civil en Gaza, que lleva meses padeciendo el hambre aparte de la violencia.
En un vídeo difundido este lunes en redes sociales, el primer ministro ha argumentado su decisión más en términos políticos que humanitarios. Según Netanyahu, sus “mejores amigos en todo el mundo” (esto es, los estadounidenses) le han transmitido que hay una cosa que no pueden aceptar: “imágenes de una hambruna, una hambruna masiva”. Por ello, antes de alcanzar un “punto peligroso” para Israel y alcanzar una “línea roja”, en palabras de Netanyahu, es necesario “resolver el problema”.
El Gobierno y el Ejército hebreos han asegurado que permitirán la entrada de ayuda humanitaria y este lunes se ha autorizado el paso de cinco camiones, una cantidad totalmente insuficiente respecto a las necesidades. Desde Oxfam Intermón han señalado que “la limitada entrada de ayuda a Gaza no puede confundirse con un progreso significativo, especialmente considerando la expansión de la brutal campaña de bombardeos de Israel en la Franja de Gaza. No es un punto de inflexión, sino, en el mejor de los casos, una pequeña concesión que parece reflejar la creciente presión internacional”.
A esa presión se ha referido el ministro Smotrich, en unas declaraciones sobre la ayuda que su Gobierno ha dejado entrar a Gaza: “Permitirá a los civiles comer y a nuestros amigos en el mundo seguir dándonos el paraguas internacional de protección contra el Consejo de Seguridad y el tribunal de La Haya, y a nosotros nos permitirá seguir luchando hasta la victoria”.
El titular de Finanzas ha explicado que “lo que llegará en los próximos días es un poco para las panaderías que distribuyen pitas a la gente y para las cocinas públicas que dan una ración diaria de comida cocinada. Los civiles en Gaza recibirán un pan de pita y un plato de comida, y eso es todo”. Al igual que Netanyahu, ha dejado claro que la decisión es puramente estratégica: “¿Me gustaría evitar tener que introducir un solo grano de sal en la Franja de Gaza, incluso para los civiles? Es posible”. Pero ha admitido que, si Israel lo hiciera, “el mundo” le obligaría a poner fin a la guerra, que es a lo que se opone a todo costa.