Marcelo Piñeyro, director de 'El Reino': “Las religiones volvieron a ser una herramienta de la política”
“Vos sos más malo que el pastor Emilio”, escuchó decir en un programa de radio el cineasta argentino Marcelo Piñeyro mientras viajaba en taxi por Buenos Aires. No habían pasado ni diez días del estreno de la serie 'El Reino' pero en la calle muchos ya conocían al protagonista de la historia.
Fue un año antes de la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, cuando la escritora Claudia Piñeiro y el director de cine argentino definieron que querían crear una ficción sobre la influencia de las religiones en la política. Pero nunca imaginaron que, en tan poco tiempo, la serie llegaría a ser el contenido más visto de Netflix en Argentina.
El estreno abrió un debate sobre el papel de las iglesias evangélicas en América Latina. Pero las críticas no tardaron en llegar. Unos dijeron que era una mirada “estereotipada” del mundo evangélico, algunos sectores de las iglesias evangélicas la catalogaron directamente como “un comportamiento de tipo fascista” mientras que, para otros, no es otra cosa que un reflejo certero de la realidad.
“Ese día lloré todo el día. Temblé todo el día. Me morí de miedo. Y después me fui recomponiendo pero cada tanto vuelvo a tener miedo”, cuenta la guionista sobre las amenazas que recibió en redes sociales después de que la de Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) emitiera un comunicado repudiando la serie.
De lo que no hay dudas es que esta nueva producción de Netflix, con actores como Diego Peretti, Mercedes Morán y el Chino Darín, volvió a abrir el debate sobre la influencia de las iglesias en la política y lo hace desde el entretenimiento.
'El Reino' es el contenido más visto en Netflix en Argentina, ¿esperaban esa repercusión?
Marcelo Piñeyro: Lo que sucedió con 'El Reino' es inimaginable. Ni en nuestras mejores proyecciones esperábamos esto. Tanto Claudia en la literatura como yo en el cine hemos tenido proyectos muy exitosos pero tenían otros tiempos y llegaban a menos gente. En cambio esto fue muy rápido. Nos sorprende la repercusión e incidencia que ha tenido en el debate público.
¿Cómo recibieron la discusión que generó sobre el vínculo de las iglesias evangélicas y el poder político en Argentina?
Claudia Piñeiro: Después del tsunami de espectadores llegó el debate. Es interesante cuando aparece algo que, desde el arte, produce una discusión. Esperábamos el debate, no pensábamos que esto iba a pasar virgen por la sociedad argentina sin que nadie lo discuta.
Y en lo personal, ¿cómo lo viviste?
CP: Después del debate llegaron las agresiones. Pienso que hay que ser muy cuidadoso en cómo uno desmenuza esas cosas. El comunicado de Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) estuvo hecho para manipular el odio. Y en la serie estamos hablando de la post verdad, de la manipulación de la gente y una de las formas de hacerlo es agredir con un batallón de gente.
¿En qué lo ves?
CP: Dijeron que eso no era censura y lo que están haciendo es una censura indirecta que se aplica mucho con las mujeres en las redes. Esto es agredirte de tal manera para que ya no quieras hablar. La actitud es disciplinar. Disciplinarme a mí pero también al resto. Ese día lloré todo el día. Temblé todo el día. Me morí de miedo. Y después me fui recomponiendo pero cada tanto vuelvo a tener miedo.
¿Pensaron esta serie desde el entretenimiento o para disputar sentido sobre el mundo evangélico?
MP: Nosotros somos contadores de historias. En el momento en que empezamos a conversar con Claudia sobre esta idea veíamos la brutal manipulación de la sociedad por medio de los mecanismos de la posverdad y las religiones. Notamos cómo las religiones volvían a ser una herramienta de la política, que había zonas del mundo donde volvían las guerras religiosas que parecía que la humanidad había dejado atrás. También que en las tres Américas, estas nuevas iglesias evangélicas funcionaban como el ariete para lograr una restauración conservadora. No hay que confundirlas con el protestantismo clásico. Estas nuevas iglesias buscan restar derechos a la población con un objetivo claro que es consolidar poder político y económico. Es ahí cuando dijimos “qué pasaría si esto sucediera en Argentina”, a partir de ahí fue empezar a construir la ficción.
¿Lo entienden como un fenómeno global?
MP: Sí, son fenómenos que están en el mundo. Hay una nueva derecha no tiene límites y que en cada territorio adquiere su propia forma. En Europa también vemos una restauración conservadora brutal en manos de las fuerzas de ultraderecha. Tal vez no tienen ahí a las iglesias evangélicas pero tienen a lo más extremo del catolicismo así como a los movimientos neonazis que vienen creciendo de manera bestial.
¿Piensan que estos fenómenos encuentran algún tipo de límite?
CP: Puede haber países, sobre todo en Europa, donde cuenten con contrapesos institucionales mejores a los que tenemos en América Latina. En esta región tenemos países muy presidencialistas, con menos peso de los Parlamentos, creo que tienen resorte de algunas instituciones que funcionan mejor.
Si pensamos en el crecimiento de las iglesias evangélicas en América Latina lo vemos sobre todo en los barrios más pobres ¿Por qué creen que pasa esto? ¿Crecen ahí donde falta el Estado?
MP: El crecimiento de las iglesias evangélicas tiene que ver sin dudas por un lado con zonas que el Estado abandona. Pero también por su forma. Las iglesias evangélicas al ser tan inorgánicas permiten que haya iglesias en cada barrio. Pero no son estas iglesias las que son el ariete de la nueva derecha, creo que son las empresas religiosas, generalmente a cargo de familias, cuyo negocio es la religión y que se arrogan un capital político.
¿Qué responden a las críticas que dicen que la serie no reconoce el trabajo de estas iglesias?
CP: No solamente no hablamos mal del trabajo que hacen las iglesias evangélicas, así como las católicas y seguramente otras que no conozco. Tenemos personaje como Tadeo o el Pescado, hablamos del trabajo de estas iglesias en las cárceles. Los que dicen eso no vieron la serie.
Esta serie abrió debate también dentro de las distintas ramas de las iglesias evangélicas, algunos se opusieron al comunicado ¿Qué piensan de eso?
CP: Nos han llegado varios mensajes de pastores que nos escribieron para solidarizarse, que entendían que era una ficción. Pero esos pastores no están en esta Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas. De hecho, muchos de ellos hablan mal de ellos. Debe haber algo interno que desconozco y ni me interesa conocer.
¿Qué respuesta dan a los que desde la sociología dicen que es una versión muy estereotipada del mundo evangélico?
CP: No creo que esté bien lo que dicen. Hay un crítico literario que se llama Daniel Link que dice que la literatura de la época cuenta cómo una sociedad se ve a sí misma, no cómo es. Nosotros tenemos que hacer una versión verosimil de una historia de ficción que queremos contar. Vimos cantidades de videos y todos los pastores son distintos. Lo que está claro es que es un contrato ficcional. Hay pastores parecidos a Emilio y otros que no. La pregunta es por qué tengo que tomar uno distinto a Emilio si es que me interesa para esta ficción. Yo tengo que elegir uno y contar ese. No entiendo cómo se puede estereotipar cuando se cuenta una sola historia.
¿Por qué eligieron Argentina como escenario? ¿Piensan que es posible que pase algo así en ese país?
CP: Elegimos Argentina porque pensamos “qué pasaría sí”, es una ucronía, no hacemos mención a ningún partido político para evitar caer en la grieta.
Hablando de grieta, antes de que se abriera la polémica por la religión hubo una fuerte campaña en redes por la afinidad política de algunos de los actores diciendo que eran “kirchneristas” y llamaron a no verla ¿Es posible esquivar la polarización política en Argentina?
MP: Eso fue unos días antes del estreno. Cuando la serie se estrenó, eso se diluyó porque fue categórico que había que verla sino quedabas afuera del debate público. Y además porque es entretenida. En todo momento, lo que intentamos hacer es no caer en la grieta. Estamos convencidos que toda discusión, por interesante que sea, si cae en la grieta banaliza y torna estúpida la discusión. La serie es un disparador de un debate. Bienvenido sea ese debate en la medida de que no caigamos en las coordenadas de amigo/enemigo y que lo mantengamos en la frontera de la racionalidad.
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