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La serie sobre el papel de los evangélicos en la política que ha agitado la polémica en Argentina

Diego Peretti interpreta al pastor Emilio Vázquez Pena

Ayelén Oliva

Buenos Aires —

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La ansiedad de un político tradicional por ganar las elecciones es el punto de partida de la historia. En tiempos de pérdida de confianza en los partidos, aparece una estrategia electoral desesperada: sumar a un pastor evangélico a la fórmula presidencial.

En 'El Reino', la nueva serie producida por Netflix en Argentina, el pastor Emilio Vázquez Pena, interpretado por Diego Peretti, es el candidato a vice que no convence al presidente y que, en poco minutos, se convierte en el centro de la trama. Dentro del elenco de la afamada serie –que, en estos momentos es la más vista en el país latinoamericano– se encuentra nada menos que 'Chino' Darín, hijo del icono nacional del cine, Ricardo Darín.

La serie, dirigida por Marcelo Piñeyro y guionada por la escritora Claudia Piñeiro, tiene lugar en Argentina pero podría ocurrir en cualquier otro país de América Latina. 

El hecho de que hayan elegido ese país, donde los evangélicos no superan el 15,3%, según la segunda encuesta sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, confirma que se trata de una ficción aunque con rasgos de realidad.

Sería bien distinto que el escenario fuera Brasil, donde el poder de las iglesias evangélicas es otro y sus fieles representan el 31% de los brasileños.

Pero Brasil, a diferencia de Argentina, tiene un sistema electoral que facilita la representación de líderes regionales sin necesidad de estructuras de partido fuertes a nivel nacional. Además de que Argentina conserva una fuerte identificación con los partidos, que siguen estando por encima de las preferencias religiosas.

En América Latina, casi una de cada cinco personas (19%) se describe como evangélica, de acuerdo con la encuesta de Pew Research Center, que analiza la afiliación, las creencias y las prácticas religiosas en América Latina y el Caribe.

La afiliación religiosa de los latinoamericanos es más fuerte en el evangelismo en países de América Central como Honduras (41%), Nicaragua (49%) y Guatemala (41%).

El salto al debate público

El estreno tuvo impacto. El miércoles pasado, la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera) publicó un comunicado en su página, que fue eliminado después, donde dicen que “se busca, desde ese pensamiento ideológico, tratar de segregarlos [a los evangelistas], marcarlos en listas, señalarlos como peligrosos, fundamentalistas, separarlos del resto para que, aislados, se debiliten y desaparezcan. En fin, un comportamiento de tipo fascista”.

Si la serie alcanzó este alcance es por estar vinculada a un tema que todavía sigue caliente: el debate por la legalización del aborto en Argentina. Entre 2008 y 2019, ese país duplicó la proporción personas que afirman que el aborto es un derecho de las mujeres, mientras que las y los fieles evangélicos son quienes más se oponen al aborto, mucho más que los católicos. 

Claudia Piñeiro es una de las caras visibles de la lucha por la ampliación de los derechos de las mujeres. Es por eso que la denuncia fue directa a ella: “Es sabido el encono que ha expresado la escritora y guionista de esta obra desde su militancia feminista durante el debate de la ley del aborto hacia el colectivo evangélico de la Argentina, representado por millones de ciudadanos que no coincidían en su posición respecto del tema”, dice el comunicado.

“Entiendo que puede caer mal, que haya alguien que no le gustara. Pero me shockeó el comunicado porque que te dice por dónde tenés que ir y amedrentarte. Solo se la agarraban conmigo. Mencionaban actores, al director, a la productora pero se la agarraban conmigo porque decían que yo había hecho porque quedaba resentida por el activismo feminista en la ley por la ley del aborto. Eso me pareció muy grave”, respondió la escritora argentina a la prensa local.

Desde los distintos colectivos de mujeres feministas, como periodistas y actrices argentinas, “repudiaron los ataques que recibió por su trabajo como guionista” y denunciaron que “la gravedad de los ataques hacia Claudia se deben especialmente a su condición de mujer y militante feminista, defensora de los derechos de las mujeres”.

Ficción o realidad

El salto de la ficción a la realidad abrió distintos tipos de debates.

Por un lado, si tomar a una ficción como espejo de la realidad. Y si tomar un caso particular, como el del pastor Emilio, como generalidad aunque existan otros personajes en la serie. Tal es el caso de Tadeo, un creyente dedicado al trabajo con los más pobres.

“Nosotros tratamos de tener muchísimo respeto por quien tiene una fe genuina dentro de esta religión y cualquier religión. Eso no tiene nada que ver con los creyentes, tiene que ver en todo caso con las iglesias y con algunos personajes dentro de esas iglesias que hacen esos pactos”, dijo la escritora semanas atrás en un entrevista con la periodista Hinde Pomeraniec.

También aparecen las críticas a la “caricaturización” del mundo evangélico. “El pastor evangélico es una de las figuras más incomprendidas y, por ello, más estereotipadas del mundo religioso en Argentina”, dice la coordinadora de la diplomatura sobre Diversidad Religiosa de la Universidad de Buenos Aires, Mariela Mosqueira, en este artículo.

“El pastor es un villano total. Ni un solo matiz. ¿Cómo complejizar esta mirada reificante? ¿Cómo son los pastores realmente existentes?”, plantea Mosqueira como disparador.

Marcos Carbonelli, doctor en Ciencias Sociales e investigador en temas de religión y política en Argentina, comentó en Twitter que “un pastor presidente en Argentina es más que improbable” y que “la posibilidad se funda en una hipótesis ya refutada por las Ciencias Sociales: no hay continuidad entre adhesión religiosa y conducta política”.

Pero también, sostiene que la simplificación del mundo evangélico solo puede entenderse en el marco de una ficción. “Si seguimos la idea de la serie como espejo, otro problema es la representación de los creyentes como un rebaño sin autonomía que vota lo que el pastor le dice porque 'fue rescatado'. Subyace aquí una mirada miserable de los creyentes evangélicos. Muy cercana, por no decir igual, a la mirada clientelar”, sostiene Carbonelli.

Cuando la serie salta al debate público aparecen las amenazas e insultos que dejan atrás el debate de las ideas y pasa al plano de la violencia. Para la periodista en género, Luciana Peker, es un tipo de violencia que recae especialmente en las mujeres que disputan el espacio público.

Pablo Semán, sociólogo y autor de 'Vivir la fe', escribió en elDiarioar que “más allá del estatuto de la serie hay enunciaciones históricas que resultan agresivas y dolorosas para cada uno de los bandos en pugna. Hoy se condensan en una polémica, en la que cada uno de ellos tiene sus razones y sus yerros.”

La nueva serie de Netflix parece haber vuelto a abrir un debate que todavía no está para nada cerrado en la sociedad argentina.

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