En Internet, nunca puedes estar seguro de quién dijo qué
Cada pocas semanas, recibo un email o un tuit de enfado sobre algo terrible y estúpido que se supone que dije. La persona irritada difunde una foto en la que salgo yo muy seria con esta cita: “El patriarcado está usando la igualdad para oprimir a las mujeres. Ahora necesitamos una nueva ola de feminismo para ser más iguales que los hombres”. No tengo problema en admitir que es una frase absurda, más que nada porque nunca la he escrito o pronunciado.
Aunque esas palabras son totalmente inventadas, han sido compartidas y atribuidas a mí en innumerables ocasiones, la más reciente en un artículo publicado por una conocida revista conservadora. En ese momento conseguí una rectificación. En otros, he tenido que aceptar que esta estupidez que nunca dije seguirá ahí con mi nombre al lado indefinidamente. ¡Gracias, Internet!
Mientras hemos llegado a aceptar la existencia de bulos online o memes falsos como algo inevitable, lo que no hemos resuelto es nuestra responsabilidad colectiva con la verdad. ¿Nos paramos antes de compartir algo si no estamos seguros de su origen real? ¿Debería haber consecuencias por tuitear o compartir algo falso?
Parte de la dificultad consiste en que las citas falsas o incorrectas llegan en una aparentemente infinita variedad de formas injustas. A veces las palabras son reales, pero no la fuente. Donald Trump, por ejemplo, tuiteó orgulloso esta cita, atribuyéndola a Albert Einstein: “Hay que aprender las reglas del juego. Y luego hay que jugar mejor que los demás”. La persona que dijo eso en realidad fue la senadora Dianne Feinstein, en un artículo en Cosmopolitan en 1985.
Otras veces, la cita y la fuente son correctas, pero el contexto es erróneo. La web de moda Verily Magazine tuiteó esta semana la imagen de una modelo blanca y delgada con pelo largo y rojo, que posa en una tienda de campaña en la playa a la luz de las velas. Junto a ella, una cita que dice: “Mi deseo para vosotros es que no hay que contenerse para que los demás estén cómodos”. Es un sentimiento bastante bonito, hasta que te das cuenta de que son palabras escritas por Ta-Nehisi Coates a su hijo sobre lo que es crecer siendo negro en una sociedad que defiende la supremacía blanca.
En la mayoría de ocasiones, las palabras son simplemente falsas. Supongo que optamos por creérnoslas porque parecen confirmar nuestras peores sospechas sobre una persona. Pongamos esta inquietante imagen de Ted Cruz con Josh Duggar, una estrella de reality shows que admitió abusar sexualmente de algunas de sus hermanas pequeñas. La cita que se puede leer sobre la imagen dice: “Aunque puede haber una diferencia de edad, las transgresiones de Josh Duggar son mucho menos insultantes para Dios que lo que hacen los gays entre ellos”. Dado el largo historial homófobo de Cruz, y con lo indiscutiblemente desagradable que es el aspirante a presidente, es tentador creer que él pudo decir algo así. Pero por supuesto nunca lo hizo.
Imagino que algunas de las personas que difunden falsas citas atribuidas a mí, como esta nueva que me he encontrado, de verdad creen que podrían ser mías. Pero, con la misma frecuencia, se crean con el único fin de difamar o acosar a una persona, aprovechando la certeza de que, una vez que algo está en la red, es casi imposible pararlo. Y de que es mucho más difícil convencer a alguien de que nunca dijiste algo que demostrar que lo dijiste.
Por supuesto, los errores pueden ocurrir sin malicia, y el problema no es siempre Internet. El año pasado, por ejemplo, el servicio de correos de EEUU emitió un sello dedicado a Maya Angelou que incluía una cita que ella nunca escribió.
Salvo que no compartamos nada sin un enlace a su fuente original, es difícil saber cómo acabar con la propagación de citas falsas. Y agobiarnos demasiado por las malas prácticas de la gente en Internet es un camino seguro a no volver a conocer la felicidad.
Tal vez si todos nos parásemos antes de retuitear y pensáramos un poco antes de compartir con seguridad, podríamos al menos de forma individual frenar la desinformación. Como dijo Benjamin Franklin, “Tómate tu tiempo para todo: las grandes prisas crean cosas desechables”. Al menos, creo que lo dijo.
Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo