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The Guardian en español

Marine Le Pen ha perdido pero la extrema derecha francesa no está acabada

Marine Le Pen quiere reformar su partido y protagonizar una fuerte oposición

Angelique Chrisafis

El Frente Nacional francés, la extrema derecha, no desaparecerá del panorama político solo porque Marine Le Pen haya perdido las elecciones.

Puede que Le Pen haya sufrido un duro golpe en la segunda vuelta de las presidenciales. Le ganaron el centrista independiente Emmanuel Macron y los votantes de la derecha y de la izquierda que unieron sus fuerzas para bloquearla. Aun así, Le Pen fue capaz de ganar once millones de votos. La ultraderechista prometió inmediatamente que reformaría y reinventaría radicalmente su movimiento político, dejando abierta la posibilidad de que el Frente Nacional pueda cambiar su nombre.

Esto ha sido un asombroso hito histórico para el partido antieuropeo y contrario a la inmigración que durante la campaña fue atacado por sus oponentes políticos al tacharlo de racista, xenófobo, antisemita y antimusulmán. Todo esto a pesar de los esfuerzos que Marine Le Pen ha hecho en cuanto a relaciones públicas para desintoxicar su imagen en los últimos años.

La presencia del partido en el corazón de la política francesa –donde las ideas predominantes han sido las de los partidos tradicionales– ahora se da por sentada de tal manera que la participación de Le Pen en la ronda presidencial final se aceptó como algo inevitable por la clase política desde años atrás. Tampoco fue recibida con el estupor y las protestas callejeras que sí que provocó la presencia de su padre en la ronda final en el año 2002.

Analistas políticos han avisado de que nadie debería descartar a la extrema derecha francesa después del fracaso de Le Pen. El Frente Nacional, poco a poco, ha ido ganando terreno en los últimos 45 años y su constante aumento electoral debe analizarse a largo plazo. Los problemas en los que el partido se ha centrado y de los que se ha beneficiado –la amenaza terrorista, la crisis de refugiados, la inmigración, la gran tasa de desempleo, la desindustrialización, los votantes que luchan para poder salir adelante– no van a desaparecer de repente.

“El Frente Nacional no está acabado”, asegura Jean-Yves Camus, director del Observatorio de Políticas Radicales en la fundación Jean-Jaurès en París. “No tenemos ninguna razón para creer que el mercado laboral vaya a ir a mejor en los próximos años. No tenemos ninguna razón para creer que el impacto negativo de la globalización vaya a acabar en años venideros. Por lo que quizá haya un descenso en la intención de voto hacia el Frente Nacional, pero si la situación sigue siendo mala en 2022 (momento en el que se producirán las próximas elecciones), es posible que vuelva a subir”.

Seis años de liderazgo a la sombra de su padre

Desde que hace seis años Marine Le Pen asumió el liderazgo del Frente Nacional de manos de su padre, el partido ha ido consiguiendo de manera constante más triunfos electorales, logrando progresar en cada una de las elecciones que se han producido: locales, europeas y regionales.

Ha construido una presencia de base en puestos políticos locales y también ha ampliado su número de miembros. Su retórica y sus principales preocupaciones –entre las que se encuentran la inmigración y el lugar que ocupa el islam en Francia– han ido tomando más y más protagonismo en el debate nacional francés y los partidos políticos tradicionales, de izquierda y de derecha, se han apropiado de ellas.

No obstante, dentro del partido, habrá recriminaciones sobre cómo Le Pen ha dirigido su campaña. El manifiesto central y controvertido que aseguraba la salida del euro resultó disuasorio para muchos votantes que venían de la derecha, imprescindibles para el triunfo electoral.

De hecho, el tema fue objeto de dudas y peleas dentro del partido. La actuación televisiva de Le Pen durante el debate fue para muchos agresiva, errática y completamente contraria a su objetivo inicial de parecer “presidencialista” y tranquilizadora en campaña. Es posible que esta aparición televisiva, tan criticada, le haya restado en la segunda vuelta votantes de los partidos tradicionales de derechas, que quizá de otro modo le habrían dado su apoyo.

La joven generación de cargos del partido que quieren mudar al Frente Nacional de años de oposición a una oportunidad de tomar el poder agitará sus políticas en el congreso del partido que se celebrará a finales de año. Pero la figura de Le Pen sigue, de momento, en una posición segura. Ella dirige el partido de arriba hacia abajo y no deja espacio para que figuras más veteranas la desafíen.

Su sobrina, la parlamentaria Marion Maréchal-Le Pen, es de línea más dura, más católica y socialmente conservadora que su tía y está más interesada en hacer alianzas con políticos de derechas que en intentar ganar votos de la izquierda. Para muchos, a Marèchal-Le Pen le espera un gran futuro en el partido, pero no de manera inmediata.

Ahora, el Frente Nacional tiene como objetivo las elecciones parlamentarias francesas que también constan de dos rondas, la del 11 y la del 18 de junio. El partido solo tiene dos parlamentarios de los 577 posibles de la Asamblea Nacional francesa y el actual sistema de voto –que no ofrece una representación proporcional– hace difícil que la extrema derecha traduzca sus millones de votos presidenciales en escaños.

El Frente Nacional espera ganar al menos 15 escaños, lo que sería suficiente para formar grupo propio, pero mucho depende de cómo la izquierda, la derecha y el nuevo movimiento centrista de En Marche! decidan alinear a sus candidatos en la oposición.

También es probable que tenga que hacer frente a las investigaciones por corrupción y financiación ilegal del partido que habían amenazado con eclipsar su carrera por la presidencia. Durante la campaña, Le Pen se negó a asistir a una citación de interrogatorio policial en una investigación francesa sobre si su partido había malversado más de 300.000 euros de fondos públicos europeos en pagos ilegales a los trabajadores de su partido. Después de las elecciones parlamentarias de junio, probablemente Le Pen tendrá que enfrentarse a esas acusaciones y a los interrogatorios policiales.

El número de votos obtenidos por Le Pen en la primera ronda de las presidenciales mostró que ella había incrementado el apoyo a su partido en una franja desindustrializada del norte y noreste, así como en el centro y en las zonas rurales y periféricas, dentro y fuera de las ciudades pequeñas. En la primer ronda, el Frente Nacional fue el partido más votado dentro de la clase obrera y había conseguido más apoyo en el sector público, dentro de departamentos como el de la policía. También aumentó su número de votos entre personas de 35 a 49 años.

Los estrategas del partido deben resolver ahora si todo esto se puede trasladar al Parlamento. Le Pen aún no ha dicho si se presentará ella misma a las elecciones legislativas.

Traducido por Cristina Armunia Berges

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