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Opinión - Los secretos de alcoba del 23F. Por Carlos Fonseca

The Guardian en español

El plan de Steve Bannon para la extrema derecha europea queda debilitado por las leyes electorales

Bannon, un ex banquero inversionista con una fortuna calculada en unos 44 millones de euros, está financiando personalmente su operación en Europa

Paul Lewis, Roma

Jennifer Rankin, Bruselas —

El plan político de Steve Bannon para ayudar a que los populistas de derechas ganen las próximas elecciones del Parlamento Europeo se tambalea después de que haya admitido que sus esfuerzos de campaña violarían la ley en la mayoría de los países donde tenía planeado intervenir.

El exjefe estratégico de Donald Trump ha pasado meses intentando reclutar partidos europeos para su grupo, The Movement ('El Movimiento'), que, según sus promesas, funcionaría como una especie de consultora política para partidos de ideología similar en el bloque de voto amplio en mayo de 2019.

Sin embargo, The Guardian ha comprobado que Bannon no podría actuar de forma significativa en 9 de los 13 países en los que pretende hacer campaña, según las autoridades electorales nacionales y ministerios relacionados con la materia. Frente a esta revelación, Bannon ha reconocido que se está asesorando legalmente sobre esta cuestión.

“No voy a contradecirles completamente”, le dijo a The Guardian en París. “Creo que algunos países son más flexibles. Pero no existe la posibilidad de que nosotros hagamos algo ilegal”.

Una investigación de The Guardian revela más detalles sobre la operación de Bannon, que busca fomentar una insurrección populista al estilo de Trump en Europa.

La intervención de Bannon en la política europea llega en medio de un incremento de susceptibilidad ante las interferencias extranjeras en las elecciones. Se han ido acumulando las preguntas sobre la escala de la influencia rusa en la campaña presidencial estadounidense de 2016 y el referéndum británico para dejar la Unión Europea.

Sin embargo, en una entrevista con The Guardian, Bannon ha rechazado la comparación entre su movimiento y la intromisión de estados extranjeros. “Esto es muy diferente a Rusia o China u otra personas que puedan tratar de influir, porque yo soy un ciudadano particular”, ha defendido. “No estoy vinculado con la Casa Blanca”.

Bannon, un ex banquero inversionista con una fortuna calculada en unos 44 millones de euros, está financiando personalmente su operación europea. Ha prometido invertir millones de dólares para ofrecer a los partidos europeos nativistas (aquellos que defienden los derechos de los nativos por encima de los extranjeros) y ultra-conservadores acceso gratuito a información de sondeos especializada, análisis de datos, asesoramiento sobre redes sociales y ayuda con la selección del candidato.

Pero fuentes institucionales que trabajan en las leyes electorales y expertos independientes de muchos países afirman que este tipo de asesoramiento podría considerarse un donativo en especie.

En Francia, España, Polonia, la República Checa, Hungría y Finlandia están prohibidos los servicios profesionales de pago ofrecidos por fuentes extranjeras. En Alemania y Austria, se debe poner un valor a los donativos en especie y son incluidos en las sumas limitadas que los partidos pueden recibir de donantes extranjeros.

En octubre, Bannon le dijo a The Guardian que ya había invertido casi 900.000 euros de su propio dinero en sondeos, con planes de ofrecérselos de forma gratuita a partidos de siete países europeos. Describió el proyecto como las encuestas políticas más significativas y costosas que jamás se hayan realizado en Europa, y dijo que serían utilizadas por asesores políticos con experiencia en análisis de datos para ayudar a detectar votantes en las elecciones europeas.

Bannon calculó que para cuando llegaran las elecciones en mayo de 2019, el proyecto habría gastado entre 4 y 13 millones de euros. Si bien no hay ningún otro inversor conocido que participe de esta operación, Bannon ha hablado en muchas oportunidades de otros donantes no identificados que están “bastante interesados en lo que sucede en Europa”. Cuando hace poco le preguntaron si esos donantes eran rusos, Bannon respondió: “Serán todos europeos… y yo”.

¿Peligro de sanciones?

El plan de Bannon ya entró en crisis cuando los partidos que estaba reclutando en Suecia, Dinamarca, Finlandia, Austria, Polonia, la República Checa y Alemania señalaron que no se sumarían a su proyecto. Ahora se enfrenta al desafío de convencer a los posibles participantes de que no corren peligro de ser sancionados por recibir ayuda de un grupo liderado por un estadounidense con base en Bruselas.

Bannon ha insistido en que su operación no está fracasando y que tiene tiempo para reclutar a más partidos. “Muchos no van a reconocer que han participado hasta después de las elecciones europeas”, ha dicho. “Estoy haciendo todos los sondeos, haya o no países colaborando oficialmente. Estoy haciendo todos los análisis de datos, al margen de si el país está participando o no”.

Hace seis semanas se supo la dimensión de los problemas legales a los que se enfrenta el proyecto de Bannon, cuando su socio, el político belga de extrema derecha Mischaël Modrikamen, le dijo a The Guardian que la ley electoral belga prohíbe a su propio partido recibir ayuda del Movimiento. “Es un poco frustrante para mí”, dijo. “Me habría encantado tener un padrino…un benefactor”.

Modrikamen, exabogado corporativo, confesó que no sabía lo que permiten las leyes electorales de Alemania, Italia o Francia, señalando que está centrado en reclutar partidos para su operación. “En este momento, me estoy concentrando en conseguir más miembros”, afirmó. “Estoy un poco frustrado porque no tengo tiempo”.

En las últimas semanas, The Guardian ha revisado las leyes internas de los 13 países de la Unión Europea en los que Bannon y Modrikamen habían señalado que querían operar. El estudio reveló que los partidos políticos de Francia, Finlandia, Bélgica, España, Hungría y la República Checa correrían el riesgo de ser sancionados por violar la ley electoral si aceptaran ayuda del exestratega de Trump.

Los partidos alemanes y austriacos pueden recibir sumas tan pequeñas que la conquista de Bannon sería inútil. Las actividades de Bannon serían legales en Dinamarca y Suecia, pero los partidos a los que él quería reclutar en ambos países escandinavos han rechazado su ofrecimiento de ayuda.

Los únicos países de la Unión Europea con leyes electorales lo suficientemente flexibles, y donde Bannon ha encontrado partidos que quieren participar, son Italia y los Países Bajos.

Bannon ha concentrado la mayor parte de sus esfuerzos en Italia, que este año ha elegido un Gobierno de coalición populista. Sus esfuerzos para reclutar al partido antisistema Movimiento Cinco Estrellas no han dado frutos hasta ahora, pero sí ha logrado captar al ministro del Interior, Matteo Salvini, líder del partido de extrema derecha La Liga, y a Giorgia Meloni, del partido menor, Hermanos de Italia.

Sin embargo, la ley que está discutiendo el Parlamento italiano prohibiría donaciones extranjeras a partidos del país. Si se aprueba la ley, tal como se espera, el gran proyecto europeo de Bannon quedaría reducido a los Países Bajos, donde el político antiislamista Geert Wilders parece dispuesto a cooperar.

Sobre las revelaciones de la investigación de The Guardian, Modrikamen ha dicho: “Efectivamente, hay un problema con las donaciones en especie como ustedes dicen”. Y ha añadido que puede que haya habido “un poco de exceso de entusiasmo” en las declaraciones públicas de Bannon sobre convertir el Movimiento en una organización sin fines de lucro para colaborar en la campaña de las elecciones europeas.

Cuando las mismas averiguaciones fueron reveladas a Bannon la semana pasada, durante una reunión en París, admitió que los sondeos, el análisis de datos y la ayuda en redes sociales que les prometió a los partidos de extrema derecha en Europa podrían terminar siendo ilegales. “Nuestros asesores están investigando lo mismo”, dijo. “No vamos a hacer nada que incumpla las leyes electorales en esos países”.

Sobre la posibilidad de que su proyecto europeo podría quedar reducido a la ayuda de la campaña de un solo miembro del parlamento holandés, Bannon respondió: “Es un comienzo”.

El estadounidense añadió que si sus asesores legales le dijeran que su operación está “cerca” de violar las leyes que prohíben la interferencia extranjera, “entonces no habría ninguna posibilidad de que lo hiciéramos”.

En los últimos meses se han multiplicado los temores sobre las influencias extranjeras en las elecciones locales. En Estados Unidos, el fiscal Robert Mueller está investigando la magnitud de la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016, incluida una posible confabulación con la campaña de Trump. El equipo de Mueller ha entrevistado a Bannon cuatro veces.

En el Reino Unido, la Agencia Nacional contra el Crimen está investigando al exdonante del Ukip, Arron Banks, después de que la Comisión Electoral dijera que hay motivos suficientes para sospechar que él no era “la fuente verdadera” de los 9 millones de euros que financiaron la campaña a favor del Brexit.

Unos correos electrónicos publicados el fin de semana pasado por The Observer sugieren que Banks estaba dispuesto a incluir a Bannon, fundador de Cambridge Analytica, en un plan que se remonta a 2015 con el objetivo de recaudar fondos en Estados Unidos para la campaña a favor del Bréxit. Ni Bannon ni Banks han respondido a estas informaciones.

En su última entrevista antes de las revelaciones de The Observer, Bannon -que pasó gran parte de octubre y principios de noviembre haciendo campaña para republicanos pro Trump en las elecciones de mitad de legislatura de Estados Unidos- insistió en que su intervención en Europa no podría describirse como “interferencia” extranjera. “Creo que es muy diferente”, dijo. “No estoy haciendo esto como alguien de la Casa Blanca. No estoy vinculado ni a la Casa Blanca ni al partido republicano”.

Información adicional por Kim Willsher en París, Josie Le Blond en Berlín, Sam Jones en España, Angela Giuffrida en Roma, Shaun Walker en Budapest, Christian Davies en Varsovia y Robert Tait en Praga.

Traducido por Lucía Balducci

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