ISIS podría beneficiarse de la derrota de los grupos insurgentes en Alepo
En enero de 2014, los grupos rebeldes en el norte de Siria declararon la guerra al Estado Islámico (ISIS), lo que provocó la expulsión del grupo de la ciudad de Idlib y la mayor parte de Alepo. Las fuerzas rebeldes en Raqqa, Deir ez-Zor y Hasaka se conjuraron para expulsar a una organización cada vez más dependiente de fuerzas extranjeras.
La ofensiva antiISIS supuso que los rebeldes perdieran a unos 7.000 combatientes, La presencia del grupo en Siria quedó gravemente amenazada, limitándose a Raqqa y porciones de Alepo, Deir ez-Zor y Hasaka, hasta el verano de ese año cuando recuperó el control de Deir ez-Zor y consolidó su presencia en el este de Alepo, el sur de Hasaka y Raqqa. Se aprovechó de las armas con las que se hizo después de tomar Mosul a mediados de junio gracias al colapso del Ejército iraquí.
Pero las bandas de ISIS no pudieron en su avance hacerse con el control de Idlib y el resto de Alepo. Eso sigue siendo cierto ahora. Los grupos rebeldes locales han resistido los constantes intentos del grupo de recuperarse. La resistencia es significativa en esas zonas, teniendo en cuenta el control por ISIS de al-Bab y Manbij, al oeste de Alepo, dos baluartes importantes para las actividades económicas del ISIS y su capacidad de reclutamiento.
Pero lo que ISIS no ha conseguido con las armas puede obtenerlo con los cambios en el panorama militar en Alepo y todo el norte de Siria. ISIS y otros grupos extremistas pueden beneficiarse del debilitamiento de las fuerzas locales –las únicas que han resultado efectivas para repeler los ataques e infiltración de ISIS– y convertirse en fuerza dominante.
El riesgo es real si la campaña del régimen de Asad debilita el control de esas zonas por los rebeldes sin contar al mismo tiempo con las fuerzas suficientes para defenderlas y vigilarlas. Casi todo el avance sobre el terreno conseguido por el régimen ha sido encabezado por milicias extranjeras chiíes aliadas del Gobierno. Eso incluye la ruptura del cerco de la base aérea de Kuweiris y las ciudades de Bubol y Zahrá el 3 de febrero. En noviembre, por ejemplo, el jefe de la Fuerza Quds iraní, Qassem Suleimani, apareció al sur de Alepo celebrando con una multitud que enarbolaba la bandera de los milicianos iraquíes chiíes.
En otros lugares, el régimen se basa en unidades militares o milicias locales, agrupadas en las Fuerzas de Defensa Nacional, para tomar y controlar territorio. Pero esas milicias locales son fuertes en sus propias zonas, no en los baluartes de la oposición. El peligro reside en que las milicias extranjeras (progubernamentales) puedan derrotar a los rebeldes locales, con la ayuda crucial de los ataques aéreos rusos, sin tener necesariamente el apoyo local o experiencia para conservar ese territorio, lo que de forma inevitable da a ISIS la opción de intentar hacerse con su control.
El hecho de que el régimen se apoye tanto en milicias extranjeras sugiere que no tiene hombres suficientes para luchar en todos los puntos del mapa. Aún más importante, la presencia crecientes de milicias sectarias extranjeras en el frente de batalla de Alepo, una ciudad mayoritariamente suní, es un regalo para las fuerzas sectarias del otro bando. Grupos chiíes han difundido vídeos con lenguaje claramente sectario: en uno se ve a un clérigo chií que lanza eslóganes antisuníes en una mezquita suní de Alepo. Eso no había ocurrido antes en Alepo y cada vez sucede más desde noviembre.
Lo que hace esos sentimientos potencialmente más decisivos es que Jabat al Nusra (el grupo vinculado a Al Qaeda) tiene también una estrategia para aumentar su dominio de Alepo a expensas de otros grupos. Esos intentos han creado tensiones con grupos locales, incluido su aliado Ahrar al-Sham hasta niveles muy graves desde octubre. Después de que el régimen rompiera el cerco de Nubol and Zahrá, un inmenso convoy de 100 vehículos de Jabat al Nusra entró en Alepo la semana pasada, como también lo hizo uno de sus grupos en Derá en diciembre y otro en Azaz en agosto.
Los continuos ataques aéreos rusos –la mayoría de los cuales están dirigidos contra rivales de ISIS, como afirman con frecuencia fuentes occidentales– han permitido al régimen del presidente Asad pasar a la ofensiva. Si bien es improbable que esta campaña le permita recuperar todo Alepo en un futuro previsible, sí servirá para alterar el equilibrio en esta ciudad de valor estratégico y sus zonas cercanas. Y los extremistas parecen mejor preparados para orientar esos cambios en su favor.
Hassan Hassan es miembro del think tank Tahrir Institute for Middle East Policy, y coautor del libro 'Isis: Inside the Army of Terror'