Chernóbil cumple 25 años
Desde hace un mes y medio se repite con insistencia que Fukushima no es Chernóbil, pero los acontecimientos fueron elevando los grados en la escala internacional de accidentes nucleares (INES) hasta el máximo posible: siete. De ahí que se extendiera el pánico de que Fukushima repetía 25 años después el desastre de Chernóbil, pero no es así.
La fuga en la planta nuclear japonesa sólo alcanza a un 10% de lo que fue la de Chernóbil, del que este 26 de abril se cumlen 25 años. Se calcula que el accidente en la planta atómica ucraniana fue mil veces superior o incluso más de lo que ha sido el de Fukushima. De ahí que desde el Consejo de Seguridad Nuclear, y a la luz de los acontecimientos, se planteen modificar la Escala Internacional de Sucesos Notificables (por la que se mide la magnitud del desastre) para añadir nuevos niveles.
Darle un 7 a ambos sucesos supone confundir a la población y por eso desde el Organismo Internacional para la Energía Atómatica quieren introducir cambios y de esta manera aprovechar para explicar en profundida qué es un accidente nuclear y marcar las diferencias entre Chernóbil 1986 y Fukushima 2011 . Aunque así las cosas, a día de hoy, por ejemplo, basta con señalar que el acontecimiento de Ucrania se llegó a medir en kilobequerelios por metro cuadrado frente a los bequerelios en que se ha calcula la fuga de Fukushima .
Remontándonos 25 años atrás, la fuga se inició en un reactor que habían diseñado los soviéticos y que era una adaptación de otro de producción de plutonio para producción eléctrica en el que se intentó un experimento para verificar que la inercia de la turbina podía seguir suministrando suficiente energía en caso de parada de reactor. Lo que sucedió fue que se hizo uso de él en unas condiciones adversas que provocaban inestabilidad en el reactor, algo que sabían quienes allí trabajaban y, en consecuencia, el reactor siguió las leyes de la física y revivó en una fuga radioactiva previo aumento de un flujo de electrones.
A consecuencia de la explosión de vapor el reactor quedó al descubierto lanzando una reacción de oxidación del zirconio de las varillas combustibles, que fue el detonante de la explosión de todos los materiales radioactivos. Murieron 31 personas y todos los productos lanzados a la atmósfera crearon una nube radioactiva que cubrió los países europeos a diez kilómetros sobre su cabeza.
Sobre las personas aún no se ha podido publicar un balance más o menos exacto del accidente pero se calcula que 1.000 personas fallecieron de un total de 25.000 diagnosticados de tiroides. Y, aún hoy persiste un radio de 16 kilómetros de acceso prohibido, que muchas turistas suelen saltarse porque se ha convertido en un controvertido centro de atracción.
Volviendo a la comparativa: Fukushima, sus reactores, es de origen occidental y con medidas de seguridad mayores que las de Chernóbil, que de entrada no tenía. Tras la explosión en ambas plantas, lo que quedó al aire en Fukushima fue la piscina de combustibles mientras que en Chernóbil se descubrió el propio nucleo del reactor que terminó explotando.
Cabe señalar, pues, que en el conmemoración de una catástrofe nuclear se ha de aprovechar el recuerdo para tomar conciencia e informar al público de lo que pasa. Desde la Agencia Internacional de la Energía Atómica abogan por ser “abiertos y transparentes” para evitar que la pérdida de confianza y el desconocimiento aboque al caos.
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