Vendimiar en familia

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Los Escudero García son una de las veinte familias gravaleñas que por estas fechas tienen que vendimiar. En vez de contratar peones que lleven a cabo la recogida de uva, cada año se reúnen unas diez personas para la vendimia.

A todos ellos les unen lazos familiares y de afecto y la voluntad de que una tradición como es vendimiar en familia no se pierda, a pesar de los madrugones, de los fines de semanas dedicados casi en exclusiva a esta actividad o del cansancio del trabajo de toda la semana.

Son las ocho menos cuarto de la mañana de un sábado húmedo y gris. Una cuadrilla de jóvenes, de entre 27 y 21 años, todos ellos primos carnales, esperan junto a sus padres y tios. Una vez que han llegado todos, suben a los vehículos que les llevarán a la viña que toca vendimiar.

Ya en el término de Alfaro, donde está situado el campo, comienza la faena. Todos ellos van vestidos con buzos, gorros, botas y guantes, los más finos, y “armados” con tijeras. Por delante tienen al menos cinco horas de cortar y cortar uva.

Los veteranos saben que el trabajo que hacen los jóvenes es muy valioso, sobre todo en los tiempos que corren. Se ahorran los seis euros a la hora o los seis céntimos el kilo que pagarían a peones por vendimiar.

Pero no todo es dinero. Es una tradición familiar, reunirse todos para vendimiar las tierras que a lo largo del año han cuidado los padres y tios que viven en el pueblo. La comodidad o la incopatibilidad de horarios están haciendo mella en esta tradición. Antes, cuando vivían los abuelos de estos chicos, la familia pasaba todo el día en la viña. Incluso comían y echaban la siesta -como podían, eso sí- en el mismo campo. Las mujeres bajaban el “rancho” y participaban a su manera en la vendimia.

VENDIMIANDO DESDE LOS 12 AÑOS

Pero el tiempo y el progreso han convertido a estas diez personas en una “especie en extinción”. Sobre todo a los más jovenes. Ninguno de ellos recibe un sueldo por su trabajo pero a cambio se les invita a vermut tras la mañana de vendimia. Ya están acostumbrados. Muchos de ellos llevan vendimiando desde los doce años y no se han perdido ni un día, aunque la noche pasada se hubieran ido de juerga.

Muchos de los miembros de esta familia no viven en el pueblo, sino en Logroño o Calahorra, pero se desplazan los fines de semanan para ayudar en la recogida. Los primeros días, los jóvenes van a vendimiar con energía, pero a medida que van pasando los fines de semana y se acusa el cansancio o el frío, el silencio va reinando entre las viñas. Para animarse unos a otros organizan incluso competiciones a ver quién termina la fila de viñas que le ha tocado en menos tiempo. Siempre ganan los mismos: Vitorino, uno de los veteranos y Roberto, uno de los más jovenes.

Alfredo Escudero es el vendimiador más veterano de esta familia. Tiene 55 años y reconoce que la ayuda de sus sobrinos es impagable aunque a veces hay que estar pendientes de ellos. “Alguno que otro marcha a hacer sus necesidades y tarda más tiempo de lo habitual o dicen que están enfermos”. Incluso uno de ellos se fue a dormir a la furgoneta aprovechando un descuido de los mayores.

Pero esto no ocurre muy a menudo. Para Jorge, de 21 años y que vive en Logroño, lo peor de vendimiar es “tener que agachar el lomo”. Y ese que este joven acumula el cansancio de tener que trabajar entre semana y a la hora de vendimiar, se nota.

En total son más de 10 hectáreas las que tendrán que vendimiar, propiedad de primos, tios y hermanos. La jornada suele terminar sobre las cinco de la tarde o cuando se llena el remolque de uva que irá a parar a la Cooperativa de Arnedo. Un año bueno pueden recoger hasta 80.000 kilos.

ALMUERZO, MUJERES Y POLÍTICA

Todos coinciden en que el mejor momento del día es el del almuerzo. Sobre las diez de la mañana hacen un descanso en el trabajo y se disponen a engullir la tortilla de patata, el chorizo o el queso que haya preparado el propietario de la viña. Todo regado por buen vino, para recobrar fuerzas. Las risas, las bromas y los comentarios sobre lo que hizo uno y otro la anterior noche son los protagonistas de estos momentos de relax.

Cuando el estómago está lleno, hay que trabajar de nuevo. Pero, ¿de qué pueden hablar diez hombres solos en una viña?. Pues de política y de mujeres. El nombre del presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero es uno de los que más salen a relucir en las conversaciones.

Una vez terminada la faena, de nuevo, todos suben a los coches que les devolverán al pueblo. Unas buenas cervezas con algo de picar es el premio de una jornada de trabajo. Ese, y el pasar todo un día juntos en familia.

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