El pasado domingo, unas 2.500 personas de 23 países hispanohablantes desfilaron por el centro de Madrid durante la cabalgata de la Hispanidad, un evento con el que se abrían las celebraciones que culminan este domingo 12 de octubre. Todos pasaron por Plaza de España, un lugar que los Gobierno del PP han teñido de rojo y amarillo aprovechando su toponimia, cubriendo con estos colores tanto el logo de las bocas de Metro como una enorme bandera nacional colocada hace casi tres años por el alcalde de la capital.
La enseña que saludó a la comitiva de la cabalgata tenía en origen 37,5 metros cuadrados (5 de alto por 7,5 de ancho). Decimos tenía porque desde su primer izado ha perdido algún metro cuadrado de su franja roja inferior, donde actualmente falta un trozo visible en la esquina más alejada del mástil. El resto de la tela está raída y ha perdido el intenso color que lucía en su inauguración, debido a la dejación del Ayuntamiento de Madrid a la hora de renovarla.
La tela nacional hecha jirones que preside estos días los conciertos de la plaza, también por la Hispanidad, es visible para cualquier persona que camine por el entorno, tanto desde las calles Princesa como desde Gran Vía, ya que fue colocada en un lugar que facilitara su avistado y se sujeta sobre un gran mástil de 18 metros.
El izado de la bandera de Plaza España fue el último capítulo en la fiebre nacionalista que abrazó el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida como respuesta al desafío del independentismo catalán y su referéndum del año 2017. A su llegada al Ayuntamiento de Madrid, en 2019, sustituyó la pancarta que daba la bienvenida a los refugiados por el amarillo y el rojo, a propuesta de Vox. Fue el comienzo de una larga carrera por colocar el rojigualda por toda la ciudad, con especial profusión en actos organizados por los concejales de distrito.
La proliferación de enseñas gigantes arrancó en la plaza de Chamberí a finales del año 2019. El acto de inauguración de la primera, al que acudió el propio alcalde, tuvo lugar con motivo del Día de la Constitución. La había proyectado uno de sus ediles más nacionalistas, Javier Ramírez, quien repitió en hasta tres ocasiones la operación en el otro distrito que también gobernaba, Fuencarral-El Pardo, colocando mástiles con los colores nacionales en una rotonda junto a la estación de Pitis, en la zona de Las Tablas y en Arroyo del Fresno.
Ramírez llegó a emitir facturas por valor de 90.000 euros con cargo a fondos municipales para llenar de banderas nacionales sus distritos, pues además forró con los colores nacionales lugares como belenes o colegios públicos y privados. Después de una polémica legislatura marcada por los enfrentamientos con asociaciones de vecinos o actuaciones vetadas por la justicia, como el desmontaje ilegal de la placa de Largo Caballero, el concejal fue premiado por el alcalde con el puesto de consejero apoderado de Calle 30, un cargo remunerado con 105.660,69 euros anuales.
Su ejemplo gustó dentro del Partido Popular, así que otros ediles tomaron el mismo camino: lo hizo también el hoy delegado de Vivienda, Álvaro González, en Carabanchel. Y la moda llegó a traspasar siglas con algunos ediles de Ciudadanos que se sumaron al carro rojigualda: sucedió con Alberto Serrano, edil de Hortaleza la pasada legislatura, que levantó una bandera gigante en Hortaleza. Como lo hizo en plena emergencia por la pandemia, el Ayuntamiento lo justificó asegurando que lo hacía en memoria de las víctimas del coronavirus.
El rojigualda ha ocupado además otros espacios poco habituales durante la estancia de Almeida en Cibeles, como la decoración navideña. En 2020, una enorme iluminación LED adornó un kilómetro de La Castellana con el rojo y el amarillo. Desde entonces ha poblado árboles de Navidad o incluso enmarcado belenes, tanto en Cibeles como en los distritos.
Pero volvamos a Plaza de España, donde culminó la fiebre nacionalista del PP, también en un homenaje a la Constitución en diciembre del año 2022, tres años después de que se hubiera iniciado la carrera en Chamberí. Al acto acudieron tanto el alcalde como la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, además de la por entonces vicealcaldesa, Begoña Villacís. En esta ocasión la bandera no sumó costes al Ayuntamiento -fue uno de los pocos casos- porque lo asumió la constructora del proyecto (FCC) como decoración final del entorno.
Tres años después, la encargada del mantenimiento de este símbolo, la Junta de Moncloa-Aravaca, parece haberse desentendido de su cuidado. Este periódico ha preguntado a la entidad presidida por Borja Fanjul por su falta de mantenimiento, pero fuentes muncipales explican que la Junta de Distrito la va renovando “cuando es necesario” y que la sustitución de la bandera “ya está prevista”.
¿Marca este descuido el final de la fiebre por las banderas en el PP de Madrid? Es poco probable, ya que hace tan solo unos meses el cercano Ayuntamiento de Móstoles, controlado por los populares, aprobó gastar 175.399,68 euros (impuestos incluidos) en colocar siete banderas gigantes en distintos puntos de la localidad. En dos casos superarán en tamaño a las de Madrid, ya que las contratadas a la empresa Ibérica de Estratificados -la misma que suministraba las banderas de Chamberí o Fuencarral- serán de casi 75 metros cuadrados y se colocarán sobre un mástil de 25 metros para asegurar su visibilidad.