China C. Cabrerizo: “El turismo es uno de los grandes éxitos del capitalismo”
Casilda China Cabrerizo
China es doctora en Geografía y autora del libro La ciudad negocio. Turismo y movilización social en pugna (CISMA Editorial, 2016). El libro, que nace como spin off de su tesis doctoral, nos proporciona una mirada global, documentada y accesible sobre la fricción surgida entre la industria turística y las ciudades. Ha tenido la gentileza de contestarnos algunas preguntas.
¿Podríamos distinguir entre distintas formas de lo que se conoce como gentrificación? ¿Cómo caracterizarías el fenómeno tal y como se está produciendo en el barrio de Malasaña?
El caso de Malasaña no creo que responda exactamente a un proceso de aburguesamiento de un barrio obrero con una fuerte degradación física, donde se produce lo que Neil Smith denomina desequilibrio de renta que abre la oportunidad de reinversión en lo inmobiliario por parte del sector privado. Aunque algo de eso ha habido, muy claramente en lo comercial, pienso que han sido las inversiones públicas en espacio público y seguridad, fundamentalmente, las que más han contribuido a un cambio significativo en el imaginario colectivo de este barrio madrileño con respecto a lo que fue en los años 80 y 90, favoreciendo la reconfiguración de su paisaje hasta hacerlo muy atractivo para el consumo de una determinada oferta estética y de ocio de ciertos grupos sociales.
Su centralidad geográfica y simbólica, sus elementos identitarios, patrimoniales e históricos son convertidos en productos mercantilizables para ponerlos al servicio del negocio turístico-inmobiliario.
Es innegable que la imagen del turista está cada vez más presente en las calles de Malasaña en los últimos años, algo que se asocia a la subida de apartamentos turísticos ¿Qué impactos crees que ambas cosas pueden tener en la realidad de un barrio como Malasaña?
El turismo es uno de los grandes éxitos del capitalismo. De hecho, en algunos países como el nuestro, fue una de las fórmulas que se pusieron en juego para dar entrada al capitalismo. Es un buen contribuidor al PIB y al empleo – en España supone el 11% y el 12% respectivamente – siendo un sector que se ha visto muy poco afectado por la crisis. Esta capacidad que tiene de generar riqueza y empleo hace del turismo una de las políticas públicas prioritarias para la mayoría de gobernantes; lo que poco se considera son los impactos negativos que provoca, tanto social como medioambientalmente, e incluso, para las haciendas locales. Porque el turismo, para su despliegue, necesita habilitar los territorios para la visita y el consumo, y lo hace transformando físicamente los lugares (requiere de hoteles, centros culturales, de convenciones, paseos marítimos, centros comerciales, espacios públicos amables, seguridad, etc.) y manejando las conductas, los deseos y los imaginarios de la gente (o clientes), practicando lo que se ha venido a llamar Capitalismo Cognitivo.
Y para todo ello necesita de la connivencia de las administraciones públicas, tanto pro-activamente, facilitando desde el urbanismo modificaciones de los planes generales, licencias, adquisiciones de inmuebles o, incluso, reducción de los niveles de protección de algunos edificios catalogados patrimonialmente, como en un dejar hacer al mercado propio del neoliberalismo imperante.
Malasaña se ha incorporado a la ruta turística recientemente. No hay que olvidar que, no hace tanto, sitios como Malasaña o Lavapiés aparecían en las guías turísticas de Madrid como zonas no recomendables para el turista. Este cambio ha implicado la intervención pública, en materia por ejemplo de seguridad, la inversión de capitales en vivienda y comercio, y la apropiación de los capitales simbólicos o patrimonios inmateriales que dan identidad a estos barrios. ¿Las consecuencias? Pues está por ver. Dependerá de las resistencias que existan y de los esfuerzos que se hagan por priorizar las vidas cotidianas frente a la visita. Y a este respecto, una política pública de vivienda decidida puede jugar un papel clave.
En los últimos meses los alquileres han subido en Malasaña entre un 10 y un 15%, según nuestras fuentes ¿Tienes pistas de por dónde van los tiros? ¿Los factores más importantes?
En general vemos que tanto los precios de la vivienda de segunda mano como de los alquileres han ido incrementándose en toda la ciudad desde el año 2014. Y el distrito Centro arroja cifras muy por encima de la media. Así, por ejemplo, el precio del metro cuadrado de la vivienda de segunda mano en este distrito ha sufrido un incremento del 8,6% sólo en un año (entre 2014 y 2015), casi cuatro puntos porcentuales más que en el conjunto de la ciudad. Por barrios son Embajadores, con un 11,2% y Justicia, con un aumento del 10,9% los que muestran subidas más acusadas. En cuanto al alquiler, también es en Centro donde más se paga (16€/m2), por encima de distritos como Salamanca, Retiro y Chamartín.
Venimos viendo desde hace un tiempo por nuestra nuestras calles y portales cómo se multiplican los anuncios que buscan piso a la venta; informan que ya es momento para vender. En el año 2015, el 7,1% del total de transacciones de vivienda que se produjeron en toda la ciudad se dio en el distrito Centro, la cifra más alta de los 21 distritos de Madrid, con un total de 1.717 operaciones.
Todo apunta a que estamos arrancando un nuevo ciclo de inversión en el inmobiliario de capitales acumulados durante los últimos años; inversiones en la ciudad como negocio rentable, una práctica ya bastante vieja. Y una parte importante de esos capitales están siendo canalizados hacia el sector turístico, uno de los que muestra una fortaleza mayor.
El centro de Madrid está perdiendo población los últimos años, ¿crees que existe un peligro real de que se produzca una despoblación?
Sí. La ciudad en su conjunto está perdiendo población empadronada desde 2006, y por distritos, es el Centro el que arroja una reducción más acusada. Una de las principales causas es la merma de residentes extranjeros como consecuencia de la mala situación económica y del empleo, una pérdida cuantitativa (crecimiento real de la población) pero también que afecta muy negativamente al crecimiento natural o vegetativo. No cabe duda de que, además, los elevados precios de la vivienda, los déficits en equipamientos y dotaciones, la pérdida de comercio de proximidad y la concentración de ciertas funciones de carácter metropolitano, estatal y global expulsa de este ámbito a población de rentas bajas, tanto nacionales como extranjeros de países empobrecidos, y a ciertos modos de vida. Mientras esto ocurre, estos barrios se hacen atractivos para otros estilos de vida, capacidades de renta y extranjeros de países ricos, caracterizados muchas veces por su elevada movilidad. Esto nos lleva a pensar que las caídas que observamos en el padrón no se corresponden exactamente con el número real de personas que habitan en el Centro, pues suele ser un lugar elegido para vivir temporalmente por gentes procedentes de fuera de la ciudad que no se llegan a empadronar.
Dicho esto, y en cuanto a la pregunta concreta de si hay riesgo de despoblamiento…me cuesta visualizar al centro de Madrid como un caso de despoblamiento residencial total. Lo que sí está ocurriendo ya es una pérdida de la complejidad social en términos de edades; van desapareciendo las cohortes de edades por encima de los 50 y las de menor edad, engordando las que podemos denominar jóvenes y jóvenes-adultos sin hijos. Y la pérdida de diversidad es siempre una gran pérdida.
En cuanto a las resistencias ¿De qué manera se puede resistir los procesos de desplazamiento vecinal asociados a la gentrificación? ¿Qué medidas deben tomar las autoridades? ¿Y qué actitudes podemos tomar los vecinos y vecinas?
Esta cuestión de las resistencias es difícil mientras no se planteen medidas realmente rupturista con el sistema imperante. Como ya he dicho, las potencialidades del turismo en términos de contribución al PIB y al empleo convencen a las autoridades que dedican buenos esfuerzos a diseñar políticas públicas que favorecen la atracción de inversiones y de turistas y visitantes, especializando en exceso los territorios y su economía. Pero, ¿hasta dónde vamos a seguir utilizando la excusa de la generación de riqueza y de empleo precario para no acometer un cambio real y ecológico en los modos de producción y de consumo de recursos?
Creo que la solución no va por seguir haciendo planes sectoriales de turismo sostenible sino planes holísticos de ciudad, pensar en un modelo productivo diversificado y que apueste por lo socioecológico, hacer políticas de vivienda social reales y decididas, desde un enfoque de derechos humanos y que ejerzan un fuerte control sobre los precios del suelo y la vivienda libre y, en conjunto, recuperar la potestad pública del urbanismo y la defensa de los comunes para enfrentar al proyecto neoliberal dominante de ciudad.
En el caso concreto de los alquileres turísticos que se anuncian en las distintas plataformas P2P, si sólo se aborda su regulación para incorporar esta forma de economía al sistema dominante – que es, por cierto, la recomendación de la Comisión Europea al respecto de las economías colaborativas en su informe Una Agenda Europea para la economía colaborativa, Bruselas, 2.6.2016 COM (2016) 356 final - y no se acompaña de políticas públicas en torno a otro modelo de ciudad y sociedad, habrá beneficios fiscales para las haciendas públicas pero ni se frenará el número de viviendas destinadas al turismo ni los trastornos que producen vecinalmente. El negocio es demasiado rentable.
En cuanto a las resistencias ciudadanas creo que es importante ser cautos con algunas prácticas que creemos rupturistas con el sistema pero que finalmente están contribuyendo a realimentarlo – y en este sentido, de nuevo las (mal) llamadas economías colaborativas son un buen ejemplo - , que hay que diferenciar entre iniciativas alternativas por oportunidad, es decir, las que generan nuevas economías dentro del sistema, entre las iniciativas por convicción ideológica y rupturistas con el sistema, y entre las que se dan por necesidad. Pienso que la mejor resistencia es ir hacia una crisis del consumo en clave decrecentista y no hacia un modelo de consumo en época de crisis, es decir, consumir lo mismo pero más barato.
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