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Cartagena – París - Bonn

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Tenía casi tres años cuando la aviación nazi al servicio de Franco bombardeó Cartagena. En su memoria está el cielo iluminado por los proyectiles y su padre corriendo con toda la familia a cuestas hacia un refugio en el campo.

Una soleada mañana de abril de 2025, en un banco junto a la estatua de Abderramán II en Murcia, se sienta junto a mí un hombre nonagenario de aspecto muy saludable que me cuenta con todo lujo de detalles su experiencia durante y después de la Guerra Civil. Un inesperado regalo en forma de dos horas de conversación.

Tiene claro que podría haber prosperado como futbolista profesional. Asegura entusiasmado que era el extremo más veloz en los entrenamientos del Real Murcia: “El Atlético de Madrid llegó a preguntar por mí”. Eran los años 50, la época de Joaquín Peiró aupando al Murcia a Primera División. El joven cartagenero procedía del Naval, que le dio permiso para ejercitarse con el equipo grana mientras estudiaba en la Universidad. Un problema de salud le impidió hacer carrera. Se conforma con haber entrenado junto a figuras emergentes del fútbol europeo.

No quería emigrar, estudió en la Universidad de Murcia, obtuvo el título, pero le faltó un papel para poder conseguir el trabajo de sus sueños. No tenía certificado de buen falangista.

Aquella España no era para él y se fue a Francia. Allí le esperaba su hermano mayor que había conseguido salir vivo del campo de concentración de Mauthausen.

Conoció a otro español en París. Los dos veinteañeros decidieron buscar suerte en Alemania. Después de una semana caminando, sorteando controles policiales y durmiendo en las cunetas de la carretera llegaron a Bonn con lo puesto.

En la embajada encontraron un funcionario amable. Les podría haber devuelto a España con riesgo seguro de cárcel o fusilamiento, pero decidió facilitarles contactos para trabajar en una ciudad cercana después obtener la documentación en el consulado correspondiente.

Los dos españoles separaron sus caminos. El cartagenero empezó a trabajar en la construcción, nunca lo había hecho, aprendió rápido. La primera semana no la olvidará nunca. Pasó hambre, no comió, no tenía dinero. No pudo pagarle a su casero hasta que cobró su primer sueldo.

Dejó esa ciudad y se fue a otra a limpiar talleres de camiones. Partiendo de cero, sin formación ni conocimiento en la materia, llegó a ser uno de los mecánicos más apreciados de una multinacional alemana de automoción. Después de su turno de limpieza se quedaba voluntariamente destripando motores, le gustó aquel oficio.

Es la historia real de un cartagenero, muy parecida a la de miles de españoles expulsados por la dictadura franquista. De vuelta a España, ya en democracia, creó una empresa que generó mucho empleo. Habla alemán perfectamente, está eternamente agradecido a Alemania.

La gente joven de hoy no sabe el daño que hizo la Iglesia, Franco no habría hecho nada sin su apoyo. Tampoco saben que España era una democracia cuando Franco dio el golpe de Estado, aunque las cosas no funcionaran bien, pero hubo elecciones como hay ahora”.

Me quedo sin palabras, no sé qué decir. Pienso que lo hemos hecho muy mal para que tantos jóvenes, demasiados, incluso universitarios, defiendan hoy a un dictador sanguinario como Franco antes que la Constitución de 1978 o la República que sufrió un golpe de Estado en 1936.

Ni España ni Europa han agradecido suficientemente lo que hicieron esos hombres y mujeres que se vieron obligadas a emigrar y reconstruyeron un continente herido por las guerras.

Con la memoria manipulada por el neofranquismo vigente liderado por Vox y sus medios de propaganda estamos abocados a repetir las atrocidades del pasado.

Cuando veamos llegar a nuestra tierra a personas con hambre, dolor y lágrimas, no olvidemos que Cartagena-París-Bonn fue, no hace tanto, una de las rutas hacia una vida digna para miles de españoles. La misma vida que buscan esas personas migrantes de mirada perdida que hoy vienen por mar a España. Una vida a la que tienen derecho. Un derecho que aquí siempre defenderemos.