Región de Murcia Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
El PSOE se conjura para no sucumbir al desconcierto por el futuro de Pedro Sánchez
CRÓNICA | Sin noticias de Sánchez (ni de Begoña Gómez). Por Esther Palomera
OPINIÓN | 'La multiplicación de la mentira'. Por Enric González

¿Quién está dispuesto a perder las elecciones?

0

Esta vez parece que es la definitiva: la ola de indignación social que recorre la Región de Murcia tras los últimos episodios de mortandad de peces en el Mar Menor ha cuajado y amenaza con convertirse en un imparable estado de ánimo que se expande por toda la geografía nacional y que ha calado en los principales medios de comunicación del mundo. El cinismo político no contaba con una nueva crisis de la laguna en plena temporada estival, cuando veraneantes de toda España están pudiendo comprobar, con sus propios ojos, las playas en las que siempre se han bañado convertidas en un dramático cementerio de peces. Esto ya no va de los colectivos ecologistas “de siempre” ni de los “cuatro gatos” progres que se suman a cualquier causa contra la derecha. No. En esta ocasión, el estado de indignación ha roto estereotipos ideológicos y se ha convertido en un movimiento transversal, integrado por personas de toda índole que no se pueden creer que el buque insignia natural y turístico de la Región de Murcia -el Mar Menor- se esté dejando morir con la complicidad de un Gobierno autonómico que, en lugar de tocar a rebato, ha convertido su gestión del desastre en una suerte de velatorio institucional.

El Mar Menor solo tiene una solución: desmontar las amplias extensiones de regadío que han colonizado su zona de influencia y que lo han saturado de nitratos; que la agricultura vuelva a su tradicional modalidad de secano y que el agua del Trasvase se emplee para solucionar problemas y no para agravarlos.Todo lo demás son parches y ocurrencias, tiritas que nunca lograrán cortar la herida. Pero, ya se sabe, la influencia del sector agrícola en esta Región es tan determinante que, en rigor, constituye el principal y auténtico Gobierno al que nadie se atreve a rechistar. Los votos que moviliza valen para ganar las elecciones. De hecho, el pragmatismo político sabe que cualquier campaña electoral será exitosa o no en función de su capacidad para atraer la voluntad de este sector. La ultraderecha está al acecho de cualquier voto extraviado del agro, dispuesta a convertirse en su estandarte y proteger así sus exclusivos intereses a costa de lo que sea. Sobre el Mar Menor práctica un discurso negacionista que se ha convertido en la fatídica trampa mortal de esta Región: la agricultura no es el problema de la laguna salada, sino su solución. Y si la derecha o cualquier otra formación política quiere aspirar a presidir San Esteban durante los próximos años, tendrá que asumir este negacionismo o hacer las maletas. Dicho de otro modo: en lo relativo al Mar Menor, solo un partido negacionista podrá gobernar la Región de Murcia. Así de claro. Así de desolador.

Esta Región necesita de políticos que estén dispuestos a perder las elecciones. Su vida política será mas corta y habrán de sufrir la experiencia de buscar un hueco en el mercado laboral. Pero las nuevas hornadas de gestores públicos no están dispuestas a ser efímeras, y prefieren una vida de ostentación que no resuelve nada. Votaré a cualquier político que, libre de intereses espurios, esté dispuesto a hacerle frente al sector agrícola y elimine el regadío del entorno del Mar Menor. Votaré a aquella persona que no tenga miedo de perder elecciones con tal de solucionar un problema que tendría que estar por encima de disciplinas de partido, proyecciones demoscópicas y proyectos de vida adornados de moqueta y asesores. Porque, además, si fueran inteligentes, tomarían conciencia de que perder unas elecciones a cambio de salvar el Mar Menor les garantizaría un lugar de honor en la historia de la Región de Murcia. Pero, cuando toda tu vida depende del sueldo que te procura el partido en el gobierno, tu capacidad de solucionar problemas estructurales es nula. Y todo lo que este asalariado del “aparato” podrá hacer es echarle la culpa a otra administración y remover la mierda diariamente con la esperanza de que, en esta gestión de residuos morales, los amos del sistema le concedan perpetuarse en el poder y evitar formar parte de esa realidad tan temida y despreciada como es la sociedad civil.      

Esta vez parece que es la definitiva: la ola de indignación social que recorre la Región de Murcia tras los últimos episodios de mortandad de peces en el Mar Menor ha cuajado y amenaza con convertirse en un imparable estado de ánimo que se expande por toda la geografía nacional y que ha calado en los principales medios de comunicación del mundo. El cinismo político no contaba con una nueva crisis de la laguna en plena temporada estival, cuando veraneantes de toda España están pudiendo comprobar, con sus propios ojos, las playas en las que siempre se han bañado convertidas en un dramático cementerio de peces. Esto ya no va de los colectivos ecologistas “de siempre” ni de los “cuatro gatos” progres que se suman a cualquier causa contra la derecha. No. En esta ocasión, el estado de indignación ha roto estereotipos ideológicos y se ha convertido en un movimiento transversal, integrado por personas de toda índole que no se pueden creer que el buque insignia natural y turístico de la Región de Murcia -el Mar Menor- se esté dejando morir con la complicidad de un Gobierno autonómico que, en lugar de tocar a rebato, ha convertido su gestión del desastre en una suerte de velatorio institucional.

El Mar Menor solo tiene una solución: desmontar las amplias extensiones de regadío que han colonizado su zona de influencia y que lo han saturado de nitratos; que la agricultura vuelva a su tradicional modalidad de secano y que el agua del Trasvase se emplee para solucionar problemas y no para agravarlos.Todo lo demás son parches y ocurrencias, tiritas que nunca lograrán cortar la herida. Pero, ya se sabe, la influencia del sector agrícola en esta Región es tan determinante que, en rigor, constituye el principal y auténtico Gobierno al que nadie se atreve a rechistar. Los votos que moviliza valen para ganar las elecciones. De hecho, el pragmatismo político sabe que cualquier campaña electoral será exitosa o no en función de su capacidad para atraer la voluntad de este sector. La ultraderecha está al acecho de cualquier voto extraviado del agro, dispuesta a convertirse en su estandarte y proteger así sus exclusivos intereses a costa de lo que sea. Sobre el Mar Menor práctica un discurso negacionista que se ha convertido en la fatídica trampa mortal de esta Región: la agricultura no es el problema de la laguna salada, sino su solución. Y si la derecha o cualquier otra formación política quiere aspirar a presidir San Esteban durante los próximos años, tendrá que asumir este negacionismo o hacer las maletas. Dicho de otro modo: en lo relativo al Mar Menor, solo un partido negacionista podrá gobernar la Región de Murcia. Así de claro. Así de desolador.