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Gente corriente

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La otra noche, en la clausura de Zinemaldia, el actor Óscar Lasarte preguntó a un teléfono por el carnicero de Gaza, por su compañero yanqui de gremio, también por el perturbado de Argentina, por el zar invasor que, como el universo, se expande. La operadora, inteligencia artificial o lo que estuviera al otro lado, dudaba a quién de todos localizar, pero el espíritu de Gila apareció en el escenario. El enemigo, que se ponga, resumía muy serio Lasarte, quien ha interpretado en el cine al maestro de maestros. El enemigo ahora es plural, como diría aquel inmenso humorista, con su verborrea humilde y despistada.

Apenas un día antes había zarpado del puerto de Cartagena el ‘Furor’, Buque de Acción Marítima rumbo a las aguas de Gaza, para custodiar a la Flotilla de la Libertad, ese medio millar de civiles con cargamento humanitario, interceptados por los israelís, mientras esto escribo. El buque opera en misiones de riesgo como el tráfico de mercancía ilegal, la piratería en el Golfo de Guinea, el Cuerno de África, o donde sean necesarios. Los piratas somalíes, flacos, fieros y hambrientos, son como los Gurkas del ejército británico, sólo que estos últimos llevan en su código el honor y el sentido del deber. Más allá de la épica castrense, los patrulleros como el ´Furor´ son un orgullo no sólo para la Armada, sino para el pueblo español, bueno, o casi todo.

Un sector residual todavía piensa como en los tiempos del almirante Cervera y no estaba esa noche en el Muelle de la Curra, agitando la que consideran su bandera. El discurso caspa aún no entiende cómo un barco de su Armada protege en misión internacional a una flotilla en la que hay ciudadanos españoles. Replican como cotorras las soflamas del gobierno israelí, ridiculizando (deshumanizando) a estos voluntarios, en grave riesgo ahora. Según su criterio unineuronal, no soportan, para no darles más espacio, las resoluciones de la ONU, la orden de busca y captura del genocida por el Tribunal de la Haya, que todas las naciones salgan a la calle para exigir que se acabe el martirio. Pero lo que peor llevan es el protagonismo (y valentía) de una pandilla de perroflautas y no estar (como siempre) en el lado correcto de la historia.

El ex primer ministro francés, Dominique de Villepin, cristiano, blanco, escritor y de derechas, explicaba hace poco en la televisión francesa que España, y su liderazgo moral y político frente al genocidio palestino, está salvando el honor de Europa, bastante manchado con su obediencia imperial que permitirá construir sobre cadáveres de niños un aséptico resort. Al presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, le parece que enviar al ‘Furor’ cerca de la costa gazatí es una cortina de humo, mientras la Fiscalía Europea investiga la subvención de fondos públicos que autorizó para un fondo pro israelí. Tengo curiosidad por saber si López Miras, además de al Manchester United conoce, o ha leído a Villepin. A veces no hace falta esperar tiempo para que cada uno esté en su sitio.

Cuando el ‘Furor’ se abría paso entre el mar oscuro y tranquilo, recordé los soliloquios descacharrantes de Gila en vez de a tantas mentes prodigiosas que antes y ahora alertaron y denuncian el genocidio palestino, con apabullante erudición. Desde Hannah Arendt, que advirtió hace setenta años dónde y cuándo el Mal volvería, al especialista en Holocausto Omer Bartov. Desde Einstein, que reconoció el mismo peligro, a las conclusiones antisionistas que publica el pensador mediático Gabor Maté. Todos brillantes, todos judíos.

Miguel Gila no estudió en Heidelberg, pero sabía todo de la condición humana, porque fue un superviviente. Le fusilaron mal, un resucitado tiene poderes para iluminar el mundo con humor, ese arma que vence la guerra. Lo entendí al escuchar un chiste entre los familiares que despedían a los hombres y mujeres de la tripulación, mientras la megafonía ensayaba los distintos tonos de sirena. Es su trabajo, decían después, con naturalidad y entereza. Esa gente corriente, la militar y la civil, es la que hoy nos representa. Los patriotas que de verdad defienden nuestra bandera. Una vez más, que se ponga el enemigo. Lo peligroso es que ahora no contesta.