Desde que Stanley Kubrick adaptó 'Lolita' al cine con su mirada de brutal talento, se les llama así a las niñas que occidente considera muy despiertas sexualmente. Eso de muy es feo y ambiguo, suena a penalización del pensamiento femenino, como siempre ha sido natural. Lo mismo que, de forma violenta y sórdida, hacen las plataformas de porno gratis que hoy ven en los móviles niños de once años, jóvenes sin cerebro, maridos que miran en el bosque lúbrico de internet a las que pueden ser sus hijas.
Esa idea de nínfula perversa que aparecía en la película cabreó muchísimo a Vladimir Navokov, quien había escrito cuatrocientas páginas para el guion que, después, no sirvieron para nada. En su novela, obra maestra del siglo XX, contaba en primera persona la historia de un pederasta obsesionado con una niña de doce años, entre el lirismo y la ironía. La realidad bajo una capa de almíbar viscoso en la América de los moteles. Pero Kubrick sembró la duda y las lolitas se quedaron sin honor, puesto que ya habían perdido la inocencia.
Hace una década, cuando descubrieron la red de empresarios en la que se prostituía a chicas menores de edad, muchos defendieron abiertamente la honra de los depredadores y, por ende, la irresistible atracción que ejerce para un macho conectado a su riera oscura destrozar la virginidad. Violencia, humillación, maldad. Recuerdo a una mujer en concreto, joven y que aparentaba algún barniz de cultura, reprochar entonces a las crías el haberle arruinado la reputación, destrozado la familia de misa dominical a un conocido prohombre cartagenero. Porque ellas sabían muy bien lo que estaban haciendo, decía sin que se le atragantara el croissant, a gritos en una cafetería, mientras frotaba el índice con el pulgar, en el universal símbolo del dinero.
Diez años después sostener esas afirmaciones en público sin que te tiemble la voz o te miren el cogote con abisal desprecio es inconcebible y eso es bien. Porque dice mucho de lo que hemos avanzado como sociedad, que es la que siempre va por delante, a pesar de que pongan palitos en las ruedas. Hoy, los que defienden en el fondo y en la forma a un violador como aquella mujer de la cafetería son los que son. Esos que dicen que hay mujeres detenidas y ellas son las proxenetas, que es el anacrónico y tú más. Los que les dan una palmada (pero no en público) a los que han salido sonrientes de los juzgados, el mentón alto, sobándose el polo de cien euros, impunes. También los que sobrevuelan las sombras sin pensar que sus hijos pueden ser los siguientes. Una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños son víctimas de abusos sexuales, según datos del ministerio de Sanidad. Alguno puede ser vecino, familia, amigo. O además tener contactos y poder.
La junta de fiscales revisará en estos días si hay que controlar de forma interna acuerdos como el alcanzado para los empresarios murcianos, también si deben cumplir la condena de cinco meses dentro o fuera de la cárcel y lo trasladarán a los magistrados. Se trata de un procedimiento rutinario y en octubre la Sala de la Audiencia decidirá si los empresarios cumplen o no su pena en prisión. Puede ser que hayan influido las protestas en la calle, las que ha habido y las que habrá, como pasó cuando miles de indignados salimos a la calle con el caso de 'la manada' y los jueces recapacitaron. Este pasado martes, en Murcia, la concentración frente a la Audiencia Provincial no ha tenido expresamente nombre de mujer. Hemos visto a hombres de todas las edades que son padres, hermanos, amantes, amigos, pidiendo a gritos que la Justicia no pase de largo una vez más. Tan sencillo como que se cumpla la Ley, y ojalá que los culpables tengan por compañero de celda a Malamadre, si puede ser y con permiso de Luis Tosar. Esta es sólo una propuesta humilde, pero lícita y personal. En realidad, sólo una más de la secreta y nunca consultada lista de los deseos de las mujeres.
0