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La telematización del estado

La telematización del estado

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En los últimos años hemos podido observar un proceso de informatización y telematización en distintos ámbitos, incluyendo el propio estado español. Esta transformación ya estaba en marcha, pero se ha acelerado con la pandemia, la experiencia de confinamiento de la primera ola de esta, y el peligro de contagio que conlleva el contacto personal en las circunstancias actuales. Este cambio afecta a los trámites administrativos, los procesos judiciales e incluso a las historias clínicas de los pacientes del sistema público de salud.

Una modificación de esta magnitud necesariamente conlleva problemas, que se asumen cuando se espera que los beneficios a largo plazo superen a los inconvenientes, pero que se agravan cuando no se reconoce la existencia del problema. Además, el impacto negativo de este cambio se acentúa cuando el proceso resulta forzado por dirigentes desconectados de la práctica concreta; apresurado de manera que no se pueden ir detectando y corrigiendo errores poco a poco; y masificado mediante una aplicación casi simultánea en múltiples entornos.

El estado es una estructura intrínsecamente etnocida. Al imponer una cultura sobre sus ciudadanos el estado desplaza, y destruye, otras culturas de su territorio. Esto es más acusado en el estado moderno que dispone de una burocracia hiperdesarrollada, educación universal obligatoria y medios de comunicación.

En el proceso de telematización actual, individuos que no quieren o no tienen la capacidad de manejar las herramientas informáticas requeridas para relacionarse con la administración encuentran todo tipo de dificultades. Si relacionarse con la burocracia estatal siempre ha sido una experiencia frustrante, prácticamente enloquecedora para los que no son expertos en ello, la desaparición de “la persona de la ventanilla”, que cuando tenía buena voluntad podía iluminar soluciones, expone a los ciudadanos más vulnerables a una situación de desvalimiento. Esto mismo se aplica a grupos que han optado por un modo de vida alejado de ciertas tecnologías: nómadas y seminómadas, colectivos retirados del mundanal ruido, etc.

A lo largo de la historia, el estado ha ido imponiendo sus sistemas y forzando a las sociedades a transformarse en torno a ellos en un proceso que frecuentemente ha dejado bajas por el camino. La tasación ha sido un motor importante en esta dinámica. El sometimiento a impuestos de sociedades cazadoras-recolectoras cuyas economías no tenían excedentes con los que afrontar las demandas del estado forzó en gran medida su sedentarización y su asunción de la agricultura para poder afrontar los pagos. La imposición de un cambio de estilo de vida tan radical explica en gran parte la ferocidad con la que las tribus de Hispania se opusieron a la conquista romana.

El modo en el que el estado ha exigido el pago de los impuestos ha variado a lo largo de la historia, aunque frecuentemente ha sido poco flexible, lo que ha acarreado importantes consecuencias a sus súbditos.

El pago mediante el trabajo, desde la construcción de las pirámides en el antiguo Egipto al cultivo de las tierras de los señores feudales, ha supuesto un sistema de pago frecuente que cuando no se ha adaptado bien a las posibilidades de la población ha deprivado a las familias de su mano de obra, condenándolas al hambre.

El servicio militar ha sido otra demanda frecuente de los estados, con gran coste para las familias que perdían su capacidad productiva durante largos periodos… o permanentemente. El abandono del trabajo agrícola por parte de los soldados reclutados por el ejército romano fue un elemento importante en el empobrecimiento de la clase ciudadana que sostenía la república, lo que contribuyó a su colapso.

Actualmente, el medio más común para el pago de impuestos es el dinero. Al margen de la dificultad que pueda suponer la cuantía impositiva, el que el pago sea en dinero no supone un problema en una sociedad altamente monetizada como la nuestra. Sin embargo, la imposición de pagos en dinero en sociedades no monetizadas, o cuando el dinero ha sido escaso, ha supuesto un problema en el pasado. Cuando el pueblo ha necesitado intercambiar sus bienes por dinero para el pago, y este ha sido escaso, se ha producido inflación, lo que ha hecho los pagos más costosos.

Un proceso similar al del dinero se puede producir con los metales preciosos. Cuando Japón empezó a cobrar sus impuestos en plata, la escasez de este metal provocó su inflación y el colapso de la economía rural que trataba de obtenerlo.

Las imposiciones estatales, no sólo desde el punto de vista cuantitativo sino desde el cualitativo, exigiendo pagos en moneda, en plata, o por vía telemática a través de páginas web indescifrables o que “se cuelgan”, no sólo suponen una carga para el pueblo que las soporta, sino que obligan a este a adaptarse, a modificar su cultura en torno a estas imposiciones.

El proceso de telematización para el pago de impuestos y otras actividades del estado está provocando cambios sociales cuyo alcance aún no podemos percibir, cuando sólo percibimos los temblores de su implantación. Lo que sí podemos percibir es la inflexibilidad del estado en su implementación, similar a la mostrada en el pasado por esta estructura política. 

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