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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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¿Causas perdidas?

Manifestantes durante la marcha del 25N por el centro de Murcia

Carmen Baños

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Si tuvieras que luchar por algunas de las “causas perdidas” que tenemos pendientes, seguro que encontrarías alguna por la que no sintieras pereza o hastío y, es probable, que hasta emergiera en ti la misma pasión que sentiste la primera vez que te enamoraste, que fuiste al concierto soñado o hiciste ese viaje loco que no te esperabas.

Siempre de manera prolongada, ataviadas con nuestra mejor sonrisa, cada cual elige las luchas donde quiere estar. Otras veces, las eligen por nosotras o nos sentimos empujadas a ellas.

Este verano, al que le ya le hemos puesto fecha de caducidad pero que todavía no ha acabado, nos están empujando, y muy fuerte, a defender aquellas causas perdidas que pensamos que ya estaban en camino de solución y que nos hicieran un país mejor. La mayor de todas ellas, la que ocupa todo mi tiempo, la de siempre, ha sido la defensa de los Derechos Humanos.

Como abogada entiendo que a estas alturas del siglo XXI ya no hay derechos de primera generación (como el derecho a la vida), de segunda generación (como el derecho al voto) o de tercera (acceso a internet). Los derechos son todos, al mismo tiempo, o no será ninguno.

Y debe ser así porque la categorización de los derechos por parte de la derecha social y política en nuestro país esconde el perverso mensaje que dice que hay derechos que se pueden esconder, soslayar o no reconocer, para apoyar ese abyecto argumento denominado “seguridad”.

La derecha entiende la seguridad como la coartada que sirve para rescindir las libertades individuales y el pleno ejercicio de la democracia, así ha sido siempre. El acceso a la democracia es, en sí mismo, el mayor de los derechos y la garantía de una sociedad sana y desarrollada.

Nuestro país, calificado por numerosos estudios como uno de los mejores lugares del mundo para vivir, lo es también porque gozamos de acceso en condiciones de igualdad al ejercicio de la democracia, que es también vivir plenamente, votar si queremos hacerlo o reclamar lo que nos parezca injusto sin miedo a represalias. Tenemos un gran país.

Estos días hemos visto como desde las posiciones más ultras (que son también las más irresponsables) se añadía el matiz de la xenofobia al cóctel de las violaciones grupales. Los mismos datos del Consejo General del Poder Judicial niegan la credibilidad de esas afirmaciones, constatando que la población delinque en la misma proporción, sin entender su procedencia y que, por abrumadora y evidente mayoría, los que más delinquen en España son los mismos españoles.

Si tenemos claro el marco jurídico del que nos hemos dotado y estamos dentro de todos los parámetros internacionales que reconocen la calidad de nuestro sistema administrativo y penal, ya no podemos trasladar al Estado la responsabilidad que en último término nos corresponde a cada uno de los ciudadanos de este país. Me explico. Dando por válido que el Estado no tiene discurso favorecedor para ningún grupo social (las famosas ayudas que sólo les dan a los inmigrantes o las famosísimas denuncias que las mujeres ponemos a nuestros maridos) es inexcusable que cada uno denuncie y señale públicamente aquellos discursos que persiguen que el Estado, esta vez sí, tenga discurso. Un discurso racista, homófobo y misógino.

En términos generales tenemos uno de los mejores sistemas judiciales del mundo, garantista y recurrible, y si bien es cierto que adolece de algunos males que hemos de atajar para que no se rompa la igualdad que sostiene, también lo es que dotarlo de armas que no necesita lo encarrilaría hacia su desaparición.

Podemos y debemos tener presente la máxima de socorrer a los más débiles, que son los que no han tenido las mismas oportunidades que sí tenemos aquellos que vivimos en la adorada Europa, porque eso fue precisamente lo que tantas veces nos hizo grandes.

Pero esta lucha tiene que hacerla cada cual en el margen de sus posibilidades, de sus propios recursos. A mí me correspondió hacerla en el ámbito del Derecho. Usted, que ha tenido a bien leer este artículo, tendrá otras ocupaciones y en ellas podrá conseguir un lugar mejor para vivir, más decente, más justo y sobre todo, más humano.

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