Lo primero es lo primero. O sea que hay que felicitar al nuevo presidente de la Asamblea Regional, Alberto Castillo, que debe su nuevo cargo ––donde seguirá como acostumbra: sacando barriga–– al partido ultraderechista y neofranquista llamado Vox.
Así que ya sabemos que el consenso por el que clamó ––también como acostumbra: lagrimitas incluidas–– la nueva encarnación de la segunda autoridad regional, el consenso, decía, pasa en estos próximos cuatro años por tener contento a Vox para que el PP pueda seguir gobernando y mandando.
Y que el PP, heredero del procesado Pedro Antonio Sánchez (PAS) e hijo político y pecuniario de Ramón Luis Valcárcel, siga mandando romana en esta “su” región significa que volverá a ser moneda corriente lo de que un juez olvide solicitar a tiempo la declaración de urgencia de una causa que implica a las raíces más profundas de la podredumbre regional. Sí, aquella que se enseñoreó aquí gracias a las pompas y a las obras del casi ya ex vicepresidente decimocuarto del Parlamento europeo. Así seguirá pasando, gracias a Vox.
Y a Ciudadanos: a lo mejor, mayormente. Porque la abstención/intervención decisoria del grupete que dio origen al sarcasmo del “trifachito” no hubiera sido posible de ninguna de las maneras si esa amalgama de arribistas y chaqueteros que compone “lo” de Alberto Rivera aquí y ahora no se hubiera abierto de patas ante la potencia viril de los herederos de PAS.
Los herederos son esos chicos cuyo mascarón de proa es el presidente actual ––el mismo que dizque se vio medio subrepticiamente el otro día con PAS en Puerto Lumbreras–– y que probablemente, como indica toda lógica política, se han avenido, ante la presión de los de Rivera, a hacerse el harakiri y ejecutar un strip-tease público y profundísimo para no solo desvelar cómo y en qué circunstancias han corrompido esta región hasta el tuétano, sino que también juran por dios en la mesa del pacto que no lo van a volver a hacer y van a ser buenos a partir de ahoritita mismo.
Mientras tanto, el pregonero más prolífico del mundo mundial presidirá la Asamblea Regional para garantizar que ese desnudo integral de lo que ha pasado en los últimos 24 años se va a radiografiar en las comisiones parlamentarias de investigación correspondientes ––como se hizo con lo de la desaladora de Escombreras–– y se va a saber todo. Todo, todo: gracias al consenso que invocó el nuevo baranda parlamentario y que será posible gracias a la abstención de Vox.
Al final, los arribistas riverianos murcianos se comen el “sorpasso”, pero cumplen al pie de la letra lo que dictó el lunes por la tarde desde Génova Teodorico el del güesesico: al enemigo, ni agua. O sea, consenso que diría Castillo. Y a los que vienen “lloraos de casa”, lo que haga falta para que no se descomponga el chiringuito. Y a escupir, a la calle, que hubiera dicho mi padre.
A partir de ya, el alcalde Ballesta puede respirar tranquilo. Aunque, en su indignación ante un posible pacto que le arrebataba el bastón, citara al revés a Manolo Escobar ––“Ni se compra ni se vende”, cantó el divo almeriense en “Todo es posible en Granada” (1981), de Rafael Moreno Marchent––, seguirá pasando por la Catedral para misa de ocho antes de incorporarse a su despacho cada mañana los próximos cuatro años. Gracias a Dios, a Vox y a Ciudadanos.
Y así, las tragaderas de los riverianos murcianos renovarán el mando en plaza del partido podrido y sus amiguetes, con entrada en escena pisando fuerte de las prietas, recias y marciales filas de la muchachada de Abascal. Como si aquí también bebiéramos rebujito, bailáramos sevillanas y se vieran en las fiestas trajes de faralaes. Seguimos mirando al Sur. Valencia queda muy lejos: al Norte. Y no sirve reírse, que esto va en serio. Vale.
