Lo normal, tal y como ya anunciamos, es que en mayo el profesorado de la enseñanza obligatoria e institutos se reincorpore a sus puestos de trabajo, y que el alumnado también se vaya reincorporando aunque sea de forma gradual, es decir, que la mitad de la clase durante una o dos semanas vayan lunes, miércoles y viernes, y la otra mitad, martes y jueves. Todo esto se producirá con casi toda seguridad la segunda quincena de mayo, la misma fecha en la que está prevista la reincorporación de la mayoría de los trabajadores públicos a su actividad profesional.
Para primeros de mayo, la actividad industrial y comercial, excepto locales de restauración y ocio, que se abrirían gradualmente a partir de junio, será efectiva. Eso sí, guardando las distancias y utilizando las medidas de protección, principalmente las mascarillas que, para esa fecha, habrá para todo el personal.
Pero mientras la normalidad ‘vuelve’, cientos de miles de padres y madres están, no solo haciendo frente al coronavirus, sino ejerciendo un papel determinante en la educación académica de sus hijos, principalmente en la enseñanza obligatoria y, más concretamente, en infantil y primaria.
Muchas familias no disponen de equipos informáticos por lo que su educación se ha visto frenada en seco, pero una gran mayoría están ejerciendo estas semanas una función totalmente gratuita, para la que ni siquiera estaban preparadas. Muchas de ellos, de manera lógica, habían depositado el traspaso de conocimiento, que no la educación en su sentido más amplio, en las manos de los profesionales educativos.
¿Quién va a pagar todas las horas que están impartiendo los padres y madres en el sistema educativo?
Imagino que por eso la comunidad educativa, una vez levantado a finales de este mes el estado de alarma, debería poner sobre la mesa la necesidad de retomar las clases cuanto antes, sobre todo para que nadie quede atrás, y todos tengan las mismas oportunidades. Un parón hasta final de curso equivaldría a que una vez más, los que menos tienen, vean sesgadas sus opciones de salir de la pobreza a través de la única herramienta junto a la sanidad que nos hace iguales: la educación.
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